Por qué Trump será reelecto

AMY CHOZICK

Cuando Mike Fleiss, creador de “The Bachelor” y “Who Wants to Marry a Multimillionaire?”, ayudó a innovar los “reality shows” a principios de la década del 2000, rápidamente se dio cuenta de que para que cualquier programa funcione, el público necesita sentirse involucrado. “Siempre que desarrollas uno de estos programas, tienes que encontrar algo que esté en juego -amor verdadero o un millón de dólares“, dijo Fleiss.

Actualmente, Fleiss hace lo que los televidentes estadounidenses están haciendo en cifras récord -está sentado con la mirada fija en las noticias del cable, mientras ve a un panel de expertos debatir los acontecimientos más recientes en el espectáculo disperso, complejo e impredecible de 24 horas, 7 días de la semana, que es la Presidencia de Donald Trump. “Este es el futuro del mundo, la seguridad de la humanidad y la salud del planeta”, me dijo Fleiss. Hizo una pausa. “Cómo no pensé en eso”.

Fleiss y otros productores de televisión han observado -fascinados y horrorizados a partes iguales- cómo Trump ha llevado los artilugios de los “reality shows” de la televisión que aprendió en “The Apprentice” y los ha aplicado al ejercicio del poder diario. Abundan las comparaciones frívolas entre la Casa Blanca de Trump y sus años en “The Apprentice”, pero detrás de los chistes de “¡estás despedido!” hay un caso de estudio serio sobre los hábitos televisivos masivos y un Presidente que ha compensado su falta de experiencia para gobernar con una comprensión insólita de la televisión que uno no puede dejar de ver.

Fleiss solía bromear que al final de todos los episodios de “The Bachelor”, el conductor debería promover el final avivado por champaña como “¡la ceremonia de entrega de rosas más impactante jamás vista!”. El 25 de septiembre, ahí estaba Trump en la Asamblea General de la ONU, donde hizo que una habitación llena de diplomáticos recatados riera con la frase “en menos de dos años, mi administración ha logrado más que casi cualquier administración en la historia de nuestro País”. (Otra frase favorita: “¡Cosa que este país quizás nunca haya visto antes!”).

En un momento en el que los programas de grandes franquicias parecen prácticamente muertos y las series de nicho proliferan, Trump ha creado un drama sin libreto que ha unificado a las salas en todas partes. Ya sea que apoye al antihéroe o aclame su fin, lo más probable es que Trump TV lo tenga bajo su constante -y algunos dirían malsana- hipnosis.

Ahora, al tiempo que más de la mitad del país está lista para aventar el control remoto y que las elecciones de medio término presentan la primera oportunidad real de reescribir el guión, la pregunta persiste: ¿por qué no podemos apartar la vista?

Algunos ejecutivos de televisión dicen que la única forma en que el programa de Trump sea cancelado es que los ratings caigan -obligando al Presidente a desvanecerse en el olvido o a bailar un foxtrot incómodo con un bronceado artificial en “Dancing With the Stars”. Pero la historia de la televisión muestra que las series más exitosas -“American Idol”, “Lost”, “The West Wing” y, sí, “The Apprentice”- no reportan caídas drásticas en audiencia ni hablan de cancelación hasta la sexta temporada.

Bajo esa lógica, Trump ganaría la reelección en el 2020 a menos de que, como muchos espectadores liberales probablemente esperan, el juicio político y el escándalo pongan un fin prematuro a su Presidencia. (En lo que sin duda sería “¡el final más dramático de una Presidencia en la historia!”).

No hay indicios de fatiga del público. Desde el 2014, los ratings de horario estelar han aumentado más del doble, a 1.05 millones en CNN y casi el triple, a 1.6 millones en MSNBC. Fox News tiene un promedio de 2.4 millones de televidentes en horario estelar, en comparación con 1.7 millones hace cuatro años, de acuerdo con Nielsen, y “The Rachel Maddow Show”, de la cadena MSNBC, ha superado los ratings de cable con hasta 3.5 millones de televidentes en las noches de noticias importantes.

“Esto es un incendio al que la gente se siente atraída debido a que no es algo que entendamos”; dijo Neal Baer, productor del drama “Designated Survivor”, de la cadena ABC, sobre un secretario del Gabinete que se convierte en Presidente después de que un ataque destruye el Capitolio.

Nell Scovell, escritora veterana de comedia y autora de “Just the Funny Parts: And a Few Hard Truths About Sneaking Into the Hollywood Boys’ Club”, tiene otra teoría. Recuerda un trayecto en taxi en Boston antes de la elección del 2016.

El chofer le dijo que votaría por Trump. ¿Por qué?, preguntó ella. “Dijo, ‘porque me hace reír'”, contó Scovell. “Hay valor de entretenimiento en el caos”.

Por supuesto, a diferencia de cualquier otra cosa en la televisión, las tramas que salen de Washington podrían determinar el futuro de la ley sobre aborto, si familias inmigrantes pueden reunirse y la salud de la economía global. No sintonizar es un lujo que sólo se pueden dar los espectadores más privilegiados. Y, sin embargo, va más allá de ser un ciudadano informado cuando uno se halla en la sexta hora de ver un panel de expertos debatiendo el uso de fuentes de “atribución con reservas” de Bob Woodward para su libro “Fear”, la chamarra de aviador de piel de avestruz de 15 mil dólares de Paul Manafort (“una prenda repleta de arrogancia”, dijo The Washington Post) y las implicaciones de las descripciones sensacionalistas de Stormy Daniel sobre, ahem, la anatomía de Trump. (Yo, por mi parte, jamás volveré a ver a Super Mario del mismo modo).

“Parte de lo que hace que parezca un programa de realidad es que todas las noches te da algo”, dijo Brent Montgomery, director ejecutivo de Wheelhouse Entertainment y creador de “Pawn Stars”, respecto a la rotación del elenco y los giros inesperados en la trama del programa de Trump (iniciar peleas con la NFL, elogiar a Kim Jong-un). “No puedes darte el lujo de perderte un episodio, o te quedas atrás”.

Cuando contacté a Fleiss, era un día soleado de 27 grados centígrados afuera de su hogar en la costa norte de Kauai, pero él estaba adentro viendo MSNBC mientras grababa CNN. No podía apartarse, no con Brett Kavanaugh y el futuro de la Suprema Corte en juego.

“Recuerdo cuando hacíamos todos esos programas desquiciados hace tanto y la gente decía, ‘esto es el principio del fin de la civilización occidental'”, me dijo Fleiss. “Pensé que era una especie de broma, pero resulta ser que tenían razón”.

Amy Chozick es escritora independiente radicada en NY y colaboradora frecuente de The New York Times Magazine.

Fuente: www.reforma.com

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