Enlace Judío México e Israel –Una de la Sucot más hermosas de México abrió su puerta a Enlace Judío, para admirar en ella no sólo la arquitectura y la decoración, sino una historia familiar llena de simbolismo y de significado.
Cabe mencionar que, en esta Sucá, nuestra directora, May Samra, fue una de las invitadas a una cena muy especial, donde el menú fue marcado por un sincretismo culinario marroquí- mexicano- Kosher: hubo cordero (mmmm…), cuscús con verduras, mixiotes y pollo a las finas hierbas. Y ni hablar del pastel de manzana de Ariela.
Al día siguiente de la festividad, y antes de que fuera desmontada, pedimos a nuestra huésped permitirnos realizar un reportaje acerca de la Sucá de la familia Gugenheim Katz… y contarnos su apasionante historia. Eso es lo que Ariela Katz nos contó:
“En la Torá está escrito que en la fiesta de Sucot, la “Fiesta de los Tabernáculos”, debemos sentarnos en una Sucá para comer durante 7 días.
Una Sucá tiene muchas reglas halájicas específicas de cómo debe de ser construida, pero podemos decir que se trata de un lugar temporal. No es un lugar dentro de la casa, sino algo que se construye fuera y que no va a durar más que el tiempo que se le use.
La mayoría de las Sucot se construyen con madera o con tela y necesitan techos hechos de plantas, que puede ser bambú, pino o palmas. Y están expuestas a la intemperie, por lo que cuando llueve se mojan por dentro, y por ello se acostumbra a poner dentro objetos que no se maltratan con el agua o lluvia.
En la familia de mi esposo, originaria de Alsacia, Francia, existe una tradición de más de 200 años de cómo construir una Sucá de manera que se puedan bajar unos techos especiales hechos específicamente para la misma, para que protejan todo lo que está en el interior. Ellos tenían una Sucá así, que recibió su tatarabuelo de regalo de bodas y que la siguen usando todavía, porque cada año se desmantela y se guarda para el año siguiente.
Hace como 35 años, cuando nos casamos y mi esposo llegó a México, construyó aquí una Sucá bajo esos mismos principios. Por lo que el hecho de poder cubrirla nos ha permitido decorarla por dentro como si fuera una habitación permanente, aunque no lo sea.
El concepto de la Sucá viene desde hace más de 3 mil años. En el Talmud viene ya una manera específica para hacer techos, este modelo tiene más de 200 años y viene de los judíos de Alsacia, que está en la frontera entre Francia y Alemania.
Por afuera, es una Sucá ordinaria hecha de madera y tiene un techo de dos secciones que se abre a través de poleas. Ese mecanismo nos ha permitido transformar a nuestra Sucá por dentro.
A mi me gusta decir que parece una Sucá sencilla de madera, pero es como si fuera un estuche de joyería nada pretencioso, que no nos deja adivinar lo que vamos a encontrar una vez que entremos.
En la entrada tenemos, como dice en la Mishná, en el Talmud, lo que cada Sucá debía de tener indispensable en una casa: harina de trigo, aceite de olivo y vino. Tengo aquí tres botellitas con cada uno de esos ingredientes. El vino todavía es de aquél que fue hecho por mi abuelo, que en paz descanse, hace muchos años.
Nuestra Sucá está llena de objetos de todo el mundo y de muchas épocas. De hecho, todo el año, mientras estamos en donde sea, siempre tenemos en mente nuestra Sucá, y siempre adquirimos objetos que pensamos que la van a embellecer. Pero los más preciados para nosotros son aquellos objetos que tenemos desde hace varias generaciones.
Uno de ellos aparece en este libro como una foto de un objeto que está en el Museo de Israel en Jerusalén: una lámpara de Shabat, como fue usada por los judíos alemanes y alsacianos desde hace cientos de años.
Esta lámpara se usaba cada viernes para prender con aceite las velas de Shabat. En un cuadro pintado por Moritz Oppenheim, donde retrató la vida de los judíos alemanes, franceses y alsacianos, aparece una lámpara igual en el centro de la mesa.
En nuestra Sucá, también tenemos una lámpara como aquella, y me da mucho gusto decir que esto es una antigüedad que no compramos, sino que ha pasado de generación en generación en la familia de mi esposo por ya 300 años.
Las cadenas de castañas también recuerdan una tradición de mi esposo. Él creció pasando Sucot en Saverne, Francia, y ahí salían al bosque a juntarlas y pasarlas por aguja para decorar así la Sucá. Las que están en nuestra Sucá también las trajimos de Francia, y cada año las descuelgo, las empaco al vacío,las congelo y las guardo para el próximo año -para que sigan con nosotros.
También los gobelinos de las paredes de la Sucá son de Francia, porque también así se acostumbraba entonces. Muchas de las reproducciones en las paredes son de pinturas judías, de techos de sinagogas, y de frutos de la tierra de Israel. Tenemos también un cuadro que indica el Mizraj, la dirección hacia el Oriente, hacia Jerusalén, que siempre está en nuestro corazón.
Muy frecuentemente se ponen frutas en las Sucot. La explicación más bonita que yo he oído es que esto es para recordarnos, para hacernos sentir, o como si estuviéramos, en el Jardín del Edén, que era un jardín lleno de frutas. La verdad es que estar dentro de una Sucá, sí tiene algo mágico y especial.
Incluso tuvimos que agregarle una parte a la Sucá, porque originalmente era una parte café oscuro, que es la madera que ya lleva 35 años; hace 2 años tuvimos que expandirla un poco porque, gracias a D-os, ya no cabíamos.
Cada objeto que ven colgado lo hago yo con mis hijos, y lo ponemos todo. La primera vez que se armó lo hizo mi esposo, aunque ahorita ya nos ayudan para hacerlo. Pero los objetos en las paredes y en el techo siguen siendo nuestro trabajo, un trabajo de amor.
Cada uno de nosotros hace la bendición del Etrog durante los días de Sucot, y después para hacer un círculo de todas las Mitzvot, se va a usar como combustible el mismo Etrog para meses después, cuando sea Pésaj, y se quema el Jametz. Ello, para hacer un círculo de la vida en el que participan de septiembre a abril y de regreso para acá.
Como desafortunadamente no todos nuestros hijos viven acá, también tenemos un marco de fotos electrónico en el que nos acompañan los que este año no pudieron estar con nosotros, y así sentimos su presencia también.
Quisiera agregar que las Jalot, que siempre están en cada una de las comidas que hacemos en la Sucá, nos las manda mi hermana Raquel, que las hace con sus manos, las hornea y nos las envía.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío
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