Enlace Judío México e Israel.- Roma (México, 2018, 135 mm.) de Alfonso Cuarón. La primera toma de esta película es un close-up a la limpieza de las losetas cuadradas de color gris del piso de un patio-garage, perteneciente a una familia de la clase media alta que vive en la colonia Roma, de la Ciudad de México. El agua generosa sobre estas losetas forma charcos espumosos y esas burbujas blancas que acarician la superficie del suelo se fusionan con la mugre conformando un cuadro abstracto de incomparable belleza.
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¿Qué significado tiene este proceso de limpieza que ejecuta Claudia (Yalitza Aparicio), una de las sirvientas de esta casa, que en realidad, es la nana de los niños? Quizá un equilibrio que en el fondo consiste en un deseo de seguridad. En el mundo ocurren cosas imprevistas de las cuales no tenemos control y como bien dijo Octavio Paz, “somos los descontentos del universo”. Simbólicamente Alfonso Cuarón va a “limpiar casa” y de su “lodo” (léase intranquilidad) sacará “oro” (equilibrio y paz) con esta película autobiográfica.
Los cinéfilos lo acompañaremos en este viaje, donde la protagonista de este filme no será la señora de la casa ni su marido, una presencia/ausencia, ni los niños, ni el perro sino Claudia, a quién cariñosamente llaman “Clau”. Ella tiene un consentido que es “Peto”; y ama a este niño como si fuera propio, ese amor la despoja de todo miedo que haría cualquier cosa por él. La cronista no piensa contar esta película. En Roma, debemos estar atentos a los detalles que, como pista, nos va dejando: el concierto de ese oleaje marino; el cuadro colgado chueco detrás de Claudia cuando escucha algo escéptica el discurso de su novio.
La secuencia es formidable porque el director ha querido, deliberadamente, desnudarlo para que los conozcamos mejor y ese cuadro ladeado nos advierte que algo no es lo que aparenta ser. Las escaleras que llevan a la habitación de las sirvientas, en el hogar de esta familia, son tan altas que parece que tocan el cielo y recuerdan en algo el pasaje bíblico de Jacobo ascendiéndolas. Y es que Cuarón nos está diciendo que esta clase trabajadora merece el cielo porque regala su vida a familias ajenas y se convierten, prácticamente, en el esqueleto que sostienen la mayoría de los hogares no sólo en la República Mexicana, sino en toda Latinoamérica.
En la conferencia de prensa Alfonso Cuarón insistió en que Roma no tiene ninguna inspiración intelectual y la cronista estuvo tentada a hacerle una pregunta, la cual no hizo porque parecería no estar de acuerdo con el sentido del director.
Además de Tepito, si ha habido una colonia de la cual se ha escrito más en la literatura mexicana, ha sido precisamente ésta. El primer libro que trató sobre la colonia Roma fue David, del pintor y director de cine Salomón Laiter; el segundo, Las batallas del desierto, del poeta José Emilio Pacheco, le seguirían El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata y, por supuesto, Crónicas romanas de Ignacio Trejo Fuentes, entre otros. No se pretende que Cuarón los haya leído pero de seguro oyó hablar de ellos y a veces, el inconsciente opera de formas extrañas.
Lo importante ha sido que Alfonso Cuarón es el primero en poner la colonia Roma en cinta. ¿Es éste un filme feminista? Sí. ¿Político? Por supuesto. Es ante todo, una película plena de momentos líricos, personales, que a pesar de su relativa cotidianidad Roma triunfa por su ritmo poético. Y si a un cineasta como Cuarón le interesa saber cuál fue el momento que le produjo felicidad al cinéfilo, la cronista admite que por motivos personales fue el instante en que se escuchó brevemente “Corazón de melón”, que es su canción favorita. Muchos son los momentos conmovedores en esta cinta, se citan dos.
El primero es cuando la esposa se acurruca a las espaldas de su hombre al que ama, que se le escapa y ella intenta detenerlo. El segundo, cuando ella trata de darle la felicidad a sus hijos porque en un momento dado van a escuchar una noticia terrible que los va a marcar para el resto de su vida; la secuencia adquiere una complejidad trágica cuando Cuarón la colinda y casi la fusiona con otra familia que está celebrando un alegre acontecimiento. Tal como es la vida donde el dolor y la pena propia conviven con la alegría y felicidad de los otros.
Roma es una película hermosa que merece todas las preseas y distinciones del medio cinematográfico.
Continuará…
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