Enlace Judío México e Israel.- El pacto no alcanzó la totalidad del sofisticado e impresionante programa nuclear de Irán. En el mejor de los casos, evitó que Teherán llegara a un punto de ruptura; en el peor, simplemente, le permitió ganar tiempo al régimen de los ayatolás.
GEORGE CHAYA.
El acuerdo nuclear con Irán era, indudablemente controvertido. El presidente de EE. UU., Donald Trump, se opuso sistemáticamente a su firma por parte de su predecesor en la Casa Blanca. El documento no fue perfecto, las positivas voluntades expresadas no fueron suficientes. No cubrió una serie de actividades iraníes preocupantes desde su programa nuclear, sus sistemas balísticos y misiles de largo alcance; mucho menos su hostil comportamiento regional. Cubrió lo que cubría, no más que eso.
El acuerdo no alcanzó la totalidad del sofisticado e impresionante programa nuclear de Irán. Impuso una gama de restricciones a ciertas actividades nucleares del régimen e introdujo formas de verificación más intrusivas para garantizar que Teherán cumpliera con sus términos, pero no más que eso; y peor aun, algunas de esas restricciones expirarán con el tiempo.
En el mejor de los casos, podría decirse que lo acordado evitó que Irán se acercara a un punto de ruptura después del cual podría precipitarse para obtener una ojiva nuclear. En el peor, simplemente, retrasó una posible crisis. Dicho de otro modo, Irán compró tiempo, dado que, sin él, había un riesgo real de una guerra entre Israel y el régimen de los ayatolás, lo cual podría haber arrastrado a un enfrentamiento regional e internacional mayor.
En este marco, la verdad incontrastable para Donald Trump es que, hasta donde llegó, el acuerdo nuclear no estaba funcionando. Todos los demás países que se suscribieron a él creen que parcialmente Irán estaba cumplimiento sus términos. Lo mismo ocurre con la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA). A pesar de esto, Trump rechazó el Plan de Acción Conjunto y Completo (JCPOA, por su sigla en inglés) en términos claros y, en gran medida, lo condenó por dejar de lado las cosas que se suponía que debía cubrir.
Los europeos quedaron claramente consternados en su momento por el anuncio del presidente estadounidense de salir del acuerdo y dejarlo sin efecto, e intentaron seguir con el tratado con posiciones que han ido tomando distancia entre sí. El mensaje más fuerte ha sido de parte de Air France y British Airways, que anunciaron su decisión de dejar de volar sus rutas a Teherán.
No obstante, es claro que habrá retrasos significativos antes de que otras empresas europeas acompañen la decisión de las compañías aéreas. Otras firmas elaboran estrategias comerciales para enfrentar y resolver la completa maquinaria de sanciones del Departamento del Tesoro de EE. UU. Esto daría tiempo a los europeos para llevar a cabo una reunión de salvataje y la puesta en marcha de esfuerzos diplomáticos para explorar qué tanta libertad puede haber en la posición de EE. UU.
Sin embargo, lo concreto es que la situación no tiene precedentes y tanto sus consecuencias como sus implicancias son potencialmente peligrosas. De hecho, el presidente iraní, Hassan Rouhani, declaró que su país está cumpliendo con el pacto, como ha confirmado el OIEA en mayo pasado, cuyo director, Yukiya Amano, indicó en agosto que un eventual fracaso del acuerdo sería “una gran pérdida que llevaría al mundo a una situación muy peligrosa”.
Rouhani fue más lejos aún en sus amenazas y destacó el papel del Ejército, del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución y de los voluntarios islámicos Basij en proteger a Irán y mantener la seguridad de la República Islámica. Indicó que están listos para responder dentro y fuera de su territorio ante una agresión militar.
No obstante, precisamente, los Guardianes de la Revolución han sido blanco de fuertes sanciones económicas por parte de Washington, que quiere limitar tanto las capacidades militares de Irán como su influencia regional. Por otro lado, el gobierno iraní reafirmó, a principios de septiembre en Ginebra, su negativa de renegociar o alterar el acuerdo nuclear original que firmó en 2015 con seis potencias, y acusó a EE. UU. de actuar de forma irresponsable y temeraria poniendo en peligro la paz internacional al abandonar el pacto.
Si el acuerdo con Irán colapsa, como parece que ya ha sucedido, seguramente, Teherán intensificará sus actividades nucleares, entonces el escenario hacia una confrontación militar estará abierto, y posiblemente no habrá retorno.
La brecha transatlántica
Con EE. UU., los europeos y la OTAN cada vez más preocupados por la postura de Rusia, este es el peor momento de profundización de la grave brecha transatlántica. Y por supuesto, no hay que olvidar que luego está Oriente Medio, con sus siempre presentes cicatrices de guerras donde Irán e Israel ya están involucrados en escaramuzas preliminares en Siria, que pueden estar anunciando una confrontación total en el mediano plazo.
Parte del motivo y la razón del acuerdo nuclear era mantener a Irán a una distancia respetable de alcanzar la disposición de una bomba. Esto daría tiempo suficiente a la comunidad internacional para aplicar presión si Teherán intentaba evitar las restricciones y controles. Pero si el JCPOA se deshace, como parece haber sucedido, e Irán intensifica sus actividades nucleares, el riesgo del aislamiento conduciría a una escalada iraní y al avance vertiginoso del régimen de los mullahs hacia la obtención de una bomba, lo que sin duda podría alentar a otros países, entre ellos a Arabia Saudita –que ya se ha expresado al respecto–, a una carrera nuclear regional peligrosa.
Se transitan momentos extraordinarios, y la decisión del presidente estadounidense tal vez marque el comienzo de la verdadera política exterior de Trump: una que muchos críticos dirían que se basa en la emoción y en una sensación visceral, pero esto, ciertamente, no es un hecho empírico. Incluso aquellos que están de acuerdo con las acciones del presidente hacen preguntas fundamentales que aún no tienen respuestas.
En este escenario volátil, la pregunta es ¿cuál es el “plan B”? ¿Cómo se puede contener a Irán ahora? ¿Y cómo se debe mantener un consenso internacional para avanzar hacia ese objetivo?
En primer lugar, se ha puesto en marcha una fuerza de trabajo conjunta, compuesta por el personal de Finanzas israelí y del Tesoro estadounidense, que se concentrará en aumentar e implementar las sanciones a la República Islámica en el campo de la tecnología. El equipo conjunto se encargará de profundizar la instrumentación e imposición de nuevas sanciones económicas a Irán, según acordaron recientemente en Washington el ministro de Finanzas israelí, Moshe Kahlon y el secretario del Tesoro estadounidense, Steve Mnuchin.
Una de las primeras medidas israelí-estadounidense es la posibilidad de que EE. UU. organice en enero próximo, en Davos (Suiza), una cumbre internacional destinada a fortalecer la economía palestina para aislar a Irán de Gaza y Ramallah. Se espera que, de esa reunión, también participen los ministros de Asuntos Exteriores europeos y del Consejo de Cooperación de Golfo (CCPG), liderados por Arabia Saudita.
Ante esta situación, los iraníes han respondido que bloquearán el mar Rojo, una ruta clave en la región para el transporte de petróleo. La respuesta israelí fue que en tal caso no se descartan operaciones militares directas, dado que tal decisión iraní implicaría el agotamiento de la diplomacia. Si esto sucede, las implicancias de tales acciones llevarían a EE. UU. y a los aliados directos de Washington en el Golfo a un rumbo de colisión directa con Irán. En consecuencia, muchos temen que, si no se detiene la escalada, una nueva y catastrófica guerra regional esté muy cerca en el Oriente Medio.
El problema no es si el acuerdo con Irán es bueno o malo, sino que la estrategia de la administración Obama para Irán no ha funcionado y es poco probable que funcione en el futuro. Eso significa que debe ser renegociado en un marco más amplio. Y eso es lo que el presidente Trump –para muchos, la odiosa figura que ataca a los medios dominantes y utiliza lenguaje grosero– está proponiendo.
Fuente:defonline.com.ar
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