Enlace Judío México e Israel – A veces no hay palabras para describir lo que sentimos. No hay una manera adecuada de expresar lo que llevamos dentro. Es lo que sentí este Shabat al salir de la sinagoga y escuchar las noticias de la masacre en Pittsburgh.
SETH COHEN
Era un tenso silencio. Acababa de presenciar la alegría de un doble B’nei Mitzvá de una hermana y un hermano, una ceremonia de compromiso y acción. Al mismo tiempo, en Pittsburgh, un bebé judío recibía su nombre, una ceremonia de dedicación y fe. Ambas son tradiciones que han conectado al pueblo judío a través de las generaciones. Ambas ceremonias ocurrieron el día en que los judíos leyeron la porción de la Torá que describe cómo Abraham y Sara, nuestro patriarca y matriarca, recibieron a otros en su hogar.
Pero durante la ceremonia en Pittsburgh ocurrió una tragedia sin sentido, incomprensible. Once personas fueron asesinadas simplemente por ser judíos. Un acto despreciable inspirado por palabras de odio y animosidad, que representan lo opuesto al espíritu acogedor y generoso de Sara y Abraham. El asesinato de estos once judíos fue cometido con el espíritu de odiar al extranjero, de temer al otro. Sabemos esto porque podemos leer las palabras del asesino. Palabras formadas por aquellos que trafican con miedos, intimidación y fanatismo. Palabras pronunciadas en voz baja desde los rincones oscuros de Internet, y los gritos desde las tarimas de las manifestaciones públicas con la presencia de los líderes políticos más importantes de nuestra nación. Palabras que incluso en la misma semana, incitaron a asesinatos por motivos raciales en Kentucky y generaron el envío de artefactos explosivos en correos que aterrorizaron a individuos de todo el país.
Las consecuencias de estas palabras de odio no son sorprendentes. Sabemos por la historia qué pueden hacer. El lenguaje de la deshumanización y el nativismo, del racismo y el antisemitismo, son las palabras que han creado esclavitud sistémica, genocidios y reclusiones. Las palabras de sexismo, homofobia y transfobia se han utilizado para deslegitimar y denigrar a más de la mitad de la sociedad. Hemos visto la devastación de la codicia racista y el mal del comercio transatlántico de esclavos. Hemos visto a 6 millones de judíos y miembros de otras naciones asesinados por el antisemitismo sistémico y el fascismo.
Sabemos que las palabras de ira y odio pueden traducirse en actos de rabia y violencia, y aún así, muchos de nosotros continuamos ignorándolas bajo nuestro propio riesgo. Al hacerlo, nos cegamos ante la forma en que las palabras de odio dirigidas a otros pueden desviarse rápidamente hacia nosotros. Pero el discurso del odio no respeta límites, sangra en las acciones de violencia que derraman sangre real. Cuando olvidamos que las palabras se convierten en acciones, olvidamos lo que la historia nos ha contado una y otra vez.
Demasiados hemos olvidado las consecuencias de las palabras.
Pero no es demasiado tarde. De hecho, ahora es exactamente el momento no sólo para pensar más profundamente, actuar con más audacia y enfrentarnos al odio entre nosotros, sino para expresar más amor y escuchar más inclusivamente. Cuando enfrentamos actos de odio, nuestro instinto natural es crear más confrontación en lugar de fomentar más compasión. Pronunciar palabras de rechazo en lugar de palabras de resiliencia. Combinar palabras de resentimiento con palabras de resistencia. Al hacerlo, olvidamos las consecuencias de nuestras palabras, y profundizamos el ciclo de recriminación verbal que desgarra a la sociedad.
Los asesinatos antisemitas en Pittsburgh, los asesinatos por crímenes de odio en Kentucky y el envío de artefactos explosivos en correos nos recuerdan que las semillas verbales de odio pueden convertirse en algo más letal. Pero también debe ser un momento en el que reconocemos que las semillas verbales de amor también pueden convertirse en algo más poderoso. Esa era la idea que se expresaba en las ceremonias durante esa sangrienta mañana en Pittsburgh: un pequeño ingresaba al pacto de fe y a una comunidad de amor. Sus padres asumían ese compromiso con la esperanza de que ese bebé, la semilla que plantaron en este mundo, crezca y ayude a reparar nuestro mundo.
Todos debemos comprometernos, no sólo con palabras sino también con hechos, a hacer todo lo posible para combatir el lenguaje de odio que fomenta las acciones del mal. Debemos tomar consciencia de nuestro propio lenguaje y observar si las formas de nuestras conversaciones reflejan la forma de nuestros corazones. Cuanto más entendemos las consecuencias de las palabras, más podemos cambiar cómo se escuchan y cómo se utilizan para crear un cambio y para impulsar, no inflamar, a la comunidad.
A veces no hay palabras para expresar lo que sentimos. Sin embargo, debemos buscarlas y expresarlas con amor, esperanza y optimismo. Especialmente en nuestros días más oscuros.
Que el recuerdo de las once víctimas en Pittsburgh sea para bendiciones que sus vidas no fueron en vano, sino bendiciones que expresamos a través de nuestras acciones.
Y a través de nuestras palabras.
Seth Cohen es director de la Fundación de la Familia Charles y Lynn Schusterman, una organización mundial comprometida a encender la pasión y fomentar el liderazgo en los jóvenes para crear cambios positivos en sus comunidades.
Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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