Enlace Judío México e Israel.- La administración Trump ha condenado repetidamente a Irán por su represión interna, pero puede hacer mucho más. Para hacer responsable a la República Islámica y expresar solidaridad con los iraníes que buscan la reforma, Washington debe seguir sancionando a los más espantosos violadores de derechos humanos del régimen.
TZVI KAHN
Nombrando y avergonzando a los principales funcionarios de Irán por su mala conducta pasada y presente, Estados Unidos puede estimular la moral de los manifestantes, retar la ideología radical de la República Islámica, y enviar un mensaje a los aliados de Estados Unidos de que el pueblo iraní merece su apoyo firme y concertado.
En un nuevo informe publicado el lunes por la Fundación para la Defensa de las Democracias, yo ofrezco un mapa de ruta para tal política, identificando a 12 altos líderes iraníes que han desempeñado un rol crucial en sostener la arquitectura de represión de Irán. Estos 12 abusadores representan muchas de las instituciones clave que Teherán ha desarrollado para ejecutar su ideología revolucionaria. De igual manera, sus biografías reflejan la continuidad de la política iraní desde 1979: La mayoría de los 12 perpetraron abusos serios de derechos humanos mucho antes de asumir sus posiciones actuales. Ellos ascendieron dentro de la burocracia iraní debido a sus abusos, no a pesar de ellos.
Por ejemplo, el Ministro de Justicia Seyyed Alireza Avaei y el Juez Mohammad Moghiseh desempeñaron roles cruciales en implementar la masacre de 1988 de miles de disidentes políticos. Moghiseh y otro juez, Abolghassem Salavati, son ampliamente conocidos en Irán como “jueces colgadores” por ejecutar a decenas de prisioneros políticos después de juicios breves, faltos de debido proceso.
Mohammad Javad Azari Jahromi, ministro de información y tecnología en comunicaciones, se desempeñó previamente en el abusivo Ministerio de Inteligencia de Irán, y ahora aplica esa experiencia para monitorear y bloquear a los usuarios de internet en Irán.
Similarmente, funcionarios clave lideran organizaciones que han intentado dominar la última ronda de manifestaciones nacionales a través de la fuerza. Hossein Ashtari, el jefe de la policía estatal de Irán, conocida como la Fuerza de Ejecución de la Ley (FEL) de la República Islámica de Irán, ha presidido el asesinato de docenas de manifestantes y el arresto de miles más. La FEL opera bajo la jurisdicción del Ministerio del Interior, dirigido por Abdolreza Rahmani Fazli, el cual también niega habitualmente permisos para protestas y se rehúsa a autorizar organizaciones no gubernamentales críticas del régimen.
Gholamhossein Gheibparvar, el comandante de la Basij, o policía religiosa, ha atacado a mujeres que rechazan llevar en público el hiyab, o pañuelo para la cabeza.
Otros ministros han trabajado para reprimir la expresión de puntos de vista que contradicen el credo radical islámico del régimen. Mansour Gholami, el ministro de ciencia, investigación, y tecnología, dirige el sistema de educación superior de Irán, el que silencia a estudiantes y profesores que discrepan con la visión mundial de Teherán. Abbas Salehi dirige el Ministerio de Cultura y Guía Islámica, el cual censura libros, diarios, películas, museos, música, y otros referentes culturales.
Irán es sensible a la crítica internacional de su historial de derechos humanos. En la visión de Teherán, el Occidente busca no sólo derrotar al ejército de la República Islámica sino también infiltrar el país con valores foráneos que subvierten la cultura y fe de la Revolución Islámica. Dicho en forma diferente, los mulás ven su conflicto con el Occidente como una lucha por los corazones y mentes del mundo musulmán. Documentando la violencia y represión que inflige Teherán para sofocar el disenso, Estados Unidos puede debilitar la propaganda del régimen que describe al país como una sociedad saludable orgullosa de su credo chií militante.
Al mismo tiempo, la designación de los delincuentes de Teherán señalaría al pueblo iraní que Estados Unidos comparte sus objetivos e intereses. El apoyo exterior puede desempeñar un rol importante en fortalecer la resolución de los manifestantes. En el 2009, la respuesta tibia de Washington a la represión brutal de las protestas por parte del régimen provocó que muchos iraníes critiquen al Presidente Barack Obama en las calles de Irán. Las consignas comunes incluyeron, “¡Obama, Obama – o con nosotros, o con ellos!” La inacción estadounidense puede haber persuadido a muchos iraníes que era improbable que el levantamiento tuviera éxito.
La imposición de sanciones adicionales de derechos humanos reflejaría una tradición bipartidista de larga data. La acción del Congreso en nombre de los derechos humanos en Irán se aceleró después de la represión violenta del Movimiento Verde en el año 2009. Por márgenes casi unánimes, el Congreso por consiguiente aprobó múltiples proyectos de ley ordenando sanciones contra Irán por su represión interna. De conformidad con estos y otros estatutos, la administración Obama procedió a designar a 38 actores en Irán por sus abusos, incluidas algunas de las figuras e instituciones más brutales en el régimen. A la fecha, la administración Trump ha sancionado a otras 17.
A pesar de otros desacuerdos por la política estadounidense hacia Irán, tanto republicanos como demócratas han expresado apoyo uniforme a las manifestaciones nacionales en el país que comenzaron a fines del 2017. Este consenso ofrece una oportunidad para que la administración Trump y el Congreso trabajen en tándem para eliminar la represión de Teherán.
Además de sancionar a los principales líderes de Irán, los líderes estadounidenses deben conducir una campaña que identifique a los principales violadores de derechos humanos del régimen y describa sus crímenes. Al hacerlo, Washington puede dejar en claro que la mala conducta continuada de Irán llevará un precio.
*Tzvi Kahn es el principal sobre Irán en la Fundación para la Defensa de las Democracias.
Fuente: The Hill
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
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