Enlace Judío México e Israel.- Repaso a temas de actualidad: Las relaciones políticas, económicas y culturales entre España-Israel. El “conflicto” en los medios españoles. La amenaza terrorista. El veneno del populismo político. La herencia y recuperación del legado cultural de Sefarad.
JUAN DE LA TORRE
El populista es una persona que se dedica a la política porque probablemente sería un fracasado en cualquier otro tipo de actividad profesional. Los populistas no suelen destacar por su afición al trabajo, un buen ejemplo lo tenemos en los ayuntamientos donde gobiernan, en los que no son capaces de dar salida a todos los proyectos que previamente se habían fijado en los presupuestos municipales, “es mucho trabajo”.
El populista se cree moralmente superior a cualquier otra persona y suelen repartir carnets de demócratas o de fascistas según les viene en gana. En principio todo aquel que plantea cualquier duda sobre la ideología que ellos pretenden imponer de manera fanática, es un enemigo del pueblo y por supuesto un “facha”.
Los populistas no creen en la democracia representativa o mejor dicho, sencillamente no creen en la democracia y punto. Suelen inventarse “palabros” para denominar esa nueva democracia que quieren imponernos donde sólo pueden votar ellos a sus propios candidatos, algo similar a lo que vemos en Venezuela con su “Asamblea Constituyente”.
Los populistas nos cuentan que son los auténticos representantes de “la gente”, pero tienen un profundo sentido clasista, donde están primero ellos y luego “el lumpen” compuesto por esa gente de clase inferior, desprovista de ideología y que solo piensa en el dinero y en progresar dentro del mundo capitalista. También a los populistas les gustan los barrios caros y los “casoplones” con grandes jardines, piscina y casa de invitados y por supuesto las vacaciones en destinos remotos y exóticos o en zonas turísticas donde la plebe tenga el acceso restringido.
Los populistas hablan de “Gobiernos Feministas”, pero miran hacia otro lado cuando las mujeres sufren represión y maltrato en sociedades teocráticas que niegan la igualdad de hombres y mujeres. En estas situaciones ellos hablan de respetar las “especiales peculiaridades culturales” de algunas naciones e incluso afirman sin rubor que son situaciones que las mujeres aceptan voluntariamente.
Los populistas hablan del multiculturalismo, mientras esas otras culturas provengan de naciones pobres o gobernadas por líderes populistas como ellos. Si esas personas provienen de sociedades occidentales desarrolladas y por supuesto capitalistas, entonces dejan de ser personas para convertirse en siervos del capital y ya si hablamos de ciudadanos de Israel, entonces ya dejan de ser personas e incluso seres humanos y se convierten en “represores” que merecen cualquier cosa que les ocurra.
El multiculturalismo populista se acaba en el momento que un cantante, un científico o un deportista judío aparecen en escena. Entonces tienen uno de esos “palabros” que inventan y usan para pervertir la realidad, en este caso inventaron el “antisionismo” que es la versión populista del antisemitismo de toda la vida. Muchas veces cuando se ven descubiertos y sus actos apestan a racismo, entonces suelen sacar la frase de: “yo tengo un amigo judío”.
Es evidente que el populismo es radicalmente antisemita, lo cual no es una sorpresa ya que a lo largo de la historia, los regímenes marxistas han estado estrechamente unidos a la represión de las minorías judías. Nada nuevo bajo el sol.
El populista busca las excusas para ocultar su antisemitismo y dice que no quiere atacar a los judíos pero sí al “Estado Sionista de Israel”. Es como si nosotros para mostrar rechazo hacia el Gobierno Chino boicoteáramos todas las tiendas regentadas por chinos en nuestros barrios y luego dijéramos: no quiero atacar a los chinos solo al Estado Comunista Chino. Las dos situaciones apestarían a racismo y los populistas lo saben, pero ellos con su superioridad moral, no pueden permitir que la gente les vea tal y como son: unos fanáticos racistas y antisemitas.
El populismo y el populista son un síntoma de una enfermedad en nuestras sociedades occidentales, tal vez la mejor cura sería reencontrarnos con esos valores sencillos y humanos que hemos dejado atrás, esos valores que acabarían con la hipocresía populista del: “tú haz lo que yo te digo que yo haré lo que me de la gana”.
Fuente:larazon.es
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