Enlace Judío: -Las primeras vistas de Jerusalén tomadas por medio artificial se deben a un artista francés que no se las enseñó nunca a nadie.
Una de las singularidades de la colección es que dichos daguerrotipos eran prácticamente desconocidos hasta entonces, pues el autor -una personalidad singular- nunca había querido mostrarlos. De hecho los realizó para usarlos como bocetos , no como obras de arte en sí mismas.
Quien encontró el tesoro fotográfico fue el conde Charles de Simony, pariente lejano de Joseph-Philibert Girault de Prangey, cuando compró la mansión del artista a sus herederos, incapaces de pagar sus impuestos. La colección de daguerrotipos estaba guardada en unas cajas en la casa en el bucólico lugar de Courcelles-Val-d’Esnoms , una mansión con pretensiones de villa en el Cuerno de Oro -según descripciones literarias de 1910- donde muros y ventanas estaban cuajados de plantas exóticas entre enredaderas y heliotropos.
Su propietario, entonces ya fallecido, y cuyos ancestros habían sido propietarios de le château de Prangey, había nacido cerca de allí, el 21 de octubre de 1804. Tras estudiar bellas artes en París -y muy interesado en la arquitectura de estilo oriental- insuflado de la estética romanticismo el orientalismo viaja a España con intención de conocer de cerca la Alhambra de Granada, Córdoba, Sevilla, etc.; después, hacia Oriente Medio, emulando los viajes -le grand tour , que se llamaba en la época- de Chateaubriend. Un viaje de dos años que le llevó por Sicilia, Roma, Grecia, Alejandría, el Cairo, Constantinopla, Jerusalén, Baalbek, Alepo , todas localidades que fueron visitadas por él y por su cámara oscura y en la mayoría de los casos, por primera vez atrapadas mediante los avances de la tecnología incipiente de la fotografía: el daguerrotipo y sus láminas de plata.
Regresó a Francia con más de mil daguerrotipos, todos ellos destinados a servir como bocetos de los cuadros que pensaba pintar.
Murió a los 88 años de edad, una tarde de nieve del diciembre de 1892. Años más tarde, sus herederos -arruinados tras la Primera Guerra Mundial- tuvieron que vender todo el patrimonio y fue el Conde Charles de Simony quien lo compró y quien descubrió las magníficas muestras de aquella Jerusalén que sólo conocíamos por descripciones de los libros.
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