Juntos venceremos
lunes 23 de diciembre de 2024

“Y Yaakob era un hombre íntegro…”

Enlace Judío México e Israel.- A la casa del Gaón Rabí Yaakob Kamenetzky ZT Z”L, de los grandes de la generación pasada en los Estados Unidos de América, llegó un yehudí.

RAB. DAVID ZAED

– ¿No se acuerda de mí, Rabí? – le dijo el hombre, que se veía muy anciano.

– Perdón, pero no estoy seguro de haberlo conocido… – respondió el Rab.

– Mi nombre es Zalman Kohn, y hace muchos años viví en el pueblo de Tzitbian, en Lituania, cuando usted cumplió allí la función de Rab.

– ¡Oh! ¡Rab Zalman! ¡Claro que lo recuerdo! – exclamó el Rab mientras estrechaba nuevamente su mano con él – ¿Cómo olvidarlo? ¡Tanto tiempo!

¿Cómo está usted? ¿Cómo está su familia?

La conversación se extendió varios minutos. Rememoraron viejas épocas. Y Rabí Yaakob le preguntó sobre su vida después de que dejaron de verse en Europa.

– No fueron buenos aquellos días – le respondió el señor Zalman bajando la cabeza -. La mayoría de la gente del pueblo fue asesinada por los nazis durante la guerra – El señor Zalman le contó que había perdido a casi todos sus familiares, y que al terminar la guerra se trasladó a los Estados Unidos.

– ¿Y cómo fue que usted se salvó?

– ¡Oh! Eso fue, por supuesto, gracias a Hashem. Pero también gracias a un no judío llamado Maxim, que nos escondió en su casa todo el tiempo hasta que llegaron los rusos a Lituania y nos liberaron.

– Maxim, el administrador de correos… – Rabí Yaakob repitió por lo bajo aquel nombre y esbozó una sonrisa. En ese instante, recordó lo que había pasado hacía muchos años, cuando él aún vivía allá.

Corrían los “años veinte”, cuando los yehudim todavía tenían una vida aceptablemente tranquila en Europa. Había antisemitismo, pero aún no empezaban las persecuciones y los intentos de exterminio.

– Rabí, tengo una pregunta: – le dijo Reb Kovalnik, quien había ido a consultar al Rab en su casa.

– Estuve en la oficina de correos y pagué por estampillas con un billete de diez lites (moneda lituana de aquella época), y el administrador me dio cambio como si le hubiese dado un billete de cien lites; esto lo supe recién cuando llegué a mi casa. Si regreso a la oficina de correos a devolver el dinero, el hombre creerá que estoy loco, porque, ¿quién va a desdeñar tanto dinero que le llegó por equivocación? Pero por el otro lado, esto puede ser considerado un robo, pues el hombre no me dio el dinero en calidad de regalo. ¿Qué es lo que tengo que hacer?

– Por supuesto que debes devolver ese dinero – respondió el Rab sin dudarlo -.  Dile que pagaste con un billete de diez lites y que recibiste por error lo que le estás llevando. Y también explícale que así estás actuando porque la Ley Judía establece que ninguna persona se puede quedar con un dinero que no es suyo.

El yehudí se retiró de la casa, y el Rab volvió a su estudio.

Pasaron unos días, y el mismo Rabí Yaakob Kaminetzky tuvo necesidad de ir a la oficina de correos.

– Necesito cinco estampillas, por favor – le dijo al administrador que estaba al otro lado del mostrador.

– Aquí tiene – dijo el funcionario mientras le entregaba al Rab una cantidad de estampillas.

El Rab contó los timbres, y luego dijo:

– Disculpe, pero aquí hay ocho estampillas, y yo le pedí cinco. Tome estas tres, por favor.

Una extraña sonrisa se dibujó en la cara del administrador, y al observar esto el Rab, se dio cuenta de lo que había pasado: El hombre quería probar al Rab a ver si devolvía las estampillas que le dio de más, o si se quedaba con ellas.

– ¿Usted fue quien le dijo al señor Kovalnik que viniera a devolverme el dinero que le di de más?

– No. No fui yo – respondió el Rab -. Fue nuestra Torá, que nos prohíbe aprovecharnos de los errores de los demás y de apropiarnos de bienes que no nos corresponden.

– ¡Pues bendita sea esa “Torá de los judíos”! – exclamó el administrador – Porque si hubiese pasado esto con algunos de los míos, no hubiese visto el dinero nunca más, aún cuando me hubiera dado cuenta de mi equivocación en el mismo momento…

Pasaron muchos años.

El Gaón Rabí Yaakob Kaminetzky, frente a Zalman Kohn, le dijo emocionado a éste:

– Ahora entiendo por qué el administrador de correos hizo lo que hizo durante la guerra: Aquella actitud de Kidush Hashem lo dejó tan impresionado que puso su vida en peligro, con tal de salvar a los que practicaban lo que él llamó: “la Torá de los judíos”.

 

 

Fuente: Revista Jodesh Tob Elul

 

 

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