La lucha contra la violencia de género es una prioridad del judaísmo

Enlace Judío México e Israel.-Conforme a las normas de la Torá el ejercicio de la fuerza de un hombre contra otro es considerado una transgresión: “Si hay pleito entre dos hombres y van a la corte, y los jueces deciden el caso, y absuelven al justo y condenan al culpable, sucederá que si el culpable merece ser azotado, entonces el juez le hará tenderse, y será azotado en su presencia con el número de azotes de acuerdo con su culpa. Puede darle cuarenta azotes, pero no más, no sea que le dé muchos más azotes que éstos, y tu hermano quede degradado ante tus ojos” (Deut. 25:1-3).

ETHEL BARYLKA

Nuestros sabios aprendieron de esta restricción dada a los jueces un principio de índole universal y así es mencionado en la jurisprudencia por el Shulján Aruj:

“Tiene el hombre prohibido golpear a su prójimo y si lo hace trasgrede una prohibición ya que está escrito “pero no más” (Deut.25:3), y si la Torá nos previene de golpear al malvado, más aún lo hará tratándose de un justo. Y quién levanta la mano para golpear a su prójimo, aún si no le ha pegado, es llamado malvado”. Shulján Aruj, Joshen Mishpat 420/1.

Nuestro sabios se refirieron no sólo al golpe físico concreto sino también a la amenaza del golpe, figura que se vuelve más relevante cuando hablamos de la violencia contra la mujer. “Y quién levanta la mano para golpear a su prójimo, aún si no le ha pegado, es llamado malvado”. La violencia no se encuentra únicamente en el golpe mismo, sino también en la intención del golpe. La mujer que sufre de violencia, sufre no sólo el golpe sino de una amenaza constante de violencia, que se traduce en una permanente tortura psicológica y afectiva. El malvado en términos legales se refiere a aquel que realiza una transgresión que no sólo es moralmente inadecuada sino que es penalizada legalmente. Levantar la mano, aún sin asestar el golpe es violar una ley.

La prohibición de golpear a la mujer se inscribe en el contexto general de la prohibición de la violencia. Así en las normas relacionadas al divorcio encontramos referencia directa al tema de la violencia contra la mujer:

“El hombre que golpea a su mujer, está transgrediendo la prohibición de golpear al prójimo, y si acostumbra hacerlo, el tribunal debe castigarlo y excomulgarlo y azotarlo con toda clase de imposiciones y hacerle jurar que no lo hará nuevamente y si no obedece al tribunal, hay quienes dicen que se lo obliga a entregar el divorcio, siempre y cuando se le ha llamado al orden una o dos veces, ya que no es el camino de los hijos de Israel golpear a sus mujeres” (Shulján Aruj, Even Haezer, 154).

O conforme al comentarista talmúdico Rabbi Iaakov David Wilovsky, Ridbaz,

“El hombre que golpea a su mujer, está transgrediendo la prohibición de golpear al prójimo… y no está autorizado a golpear a su mujer en relación a las cosas que tienen que ver con él, ya que ella no es su sierva… y más aún si acostumbra golpearla se lo castiga, y hay quien dice que se le obliga a divorciarla”.

La violencia contra la mujer es un problema que no se puede callar y sobre el cual tenemos el deber y la responsabilidad de hacer todo lo posible para abordar.

Recientes fallos rabínicos ponen el énfasis en la necesidad del aislamiento social del atacante agresor. La sociedad en su totalidad acude a la solución del aislamiento de la víctima, para defenderla, recluyéndola en refugios para mujeres, mientras que el agresor continua circulando libremente, trabajando, ocupando cargos públicos, continuando como miembro de la congregación y es tenido en cuenta para el quorum del rezo o de la lectura de la Torá.

Más allá de la necesidad de contar con una línea de ayuda telefónica, ofrecer asesoramiento terapéutico y llevar a cabo programas en las escuelas, educar a los adolescentes sobre las relaciones sanas y los peligros que se corren cuando se descomponen, es hora de comprender que la violencia más radical contra la mujer acontece en lo que debería de ser el espacio más protegido y sagrado, el espacio del hogar.

La belleza de lo íntimo y privado, el lugar de la plenitud, la seguridad, encierra en él el potencial más oscuro. Trae consigo el peligro de que el comportamiento que no sería tolerado en ningún otro lugar pueda suceder allí precisamente por la privacidad e intimidad que goza. El insulto, la intimidación, el uso de la fuerza, el chantaje emocional y la violencia física suelen ocurrir a puertas cerradas sin que nadie más lo sepa. En lo que respecta al abuso, la casa ofrece la mayor cantidad de tentación con el máximo de oportunidades para cometerlo.

El judaísmo pone énfasis especial en el concepto de Shalom Bait, paz en el hogar. Es aquí donde se pone a prueba. Es aquí donde comprendemos que el amor es más que la pasión física. El amor es el respeto, la consideración, la dulzura, la capacidad de escuchar y hablar, la sensibilidad, la gracia y la voluntad de sacrificarse por los demás, como lo hace Jacob por Raquel en el capítulo de Génesis leído esta semana.

Es deber de los líderes religiosos revitalizar y enfatizar el discurso acerca de esta prohibición. Condenar abiertamente los actos de violencia contra la mujer y ofrecer su apoyo a las víctimas sin reparo alguno. Juntos, como comunidad, no debemos cerrar los ojos o poner los oídos sordos al problema de la violencia doméstica. Debemos oponernos a los que lo practican y condenarlos de la manera más clara y eficaz posible y ofrecer el apoyo práctico a las personas que la padecen, para evitarles mayores daños.

Las víctimas no deben callar, alguien debe hacer oír su voz y es obligación de todo quien cree que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza Divina.

El Rabino Mark Dratch, fundador de JSafe (The Jewish Institute Supporting an Abuse-Free Environment), el Instituto Judío de apoyo a un Entorno sin Abusos, compuso esta plegaria:

“Quiera Dios que bendijo a nuestros patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, Moisés, Aarón, David y Salomón, y nuestras matriarcas Sara, Rebeca, Raquel y Lea, que escucha nuestros gritos provocados por (el maltrato de) nuestros opresores y quien conoce nuestros pesares, bendecir, proteger, fortalecer y sanar a nuestros hermanos y hermanas, hermanos judíos, hombres y mujeres, niños y niñas, almas santas y puras, que sufren de abusos, que son maltratados y violados en cuerpo y alma por los padres o profesores, esposos o esposas, vecinos, amigos o extraños. Que Dios los proteja de los actos traicioneros y actos violentos de sus abusadores, y de la perversidad de sus lenguas.

Que el Santo proteja a aquellos que claman y les salve de su angustia y su infortunio, de todos los problemas y enfermedades.

Nos unimos como comunidad para reconocer y proclamar que un acto vil se ha hecho en Israel, que no debe hacerse.

Que nuestro Dios, que está cerca de los quebrantados de corazón y salva a quienes sus espíritus son aplastados, los salve y redima de sus perseguidores. Que Dios haga darles a conocer los caminos de la paz y les conduzca por sendas de justicia. Que haya paz en sus hogares y tranquilidad en sus familias. Que puedan vivir en seguridad, y sin miedo. Y que se cumpla el verso de Job 11:16-18: “Porque tú… tú olvidarás la desgracia misma; como aguas que han pasado [la] recordarás. Y más brillante que el mediodía surgirá la duración de [tu] vida; la oscuridad llegará a ser como la mañana misma. Y de seguro confiarás porque existe esperanza; y ciertamente mirarás en derredor cuidadosamente… en seguridad te acostarás. Y realmente te tenderás, sin que haya quien [te] haga temblar. Y muchas personas te pondrán de humor amable; y los ojos mismos de los inicuos fallarán; y un lugar adonde huir ciertamente perecerá de ellos, y su esperanza será un expirar del alma”.

Que el Misericordioso que responde a los quebrantados de corazón, les conteste. Que el Misericordioso que responde a los humildes de espíritu, les responda. Ahora, con rapidez y pronto, y digamos Amén”.

Quiera Dios que hombres y mujeres incorporen en sus rezos el pedido por las víctimas.

 

 

Fuente:mujeryjudaismo.com

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