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jueves 21 de noviembre de 2024

Los judíos del Imperio Otomano

Enlace Judío México e Israel.- Se llamaba Constantinopla, pero el 29 de Mayo de 1453 los turcos la conquistaron y la nombraron Estambul. Con esta nueva adquisición, el Imperio bizantino dio sus últimos respiros. Comenzaba el tiempo de un nuevo Imperio, cada vez más poderoso y cada vez más respetado: el Imperio Otomano. Sin duda, eran tiempos históricos y violentos, y los judíos, fueron testigos de ello.

Con la toma de la capital bizantina, la suntuosa iglesia de Santa Sofía fue convertida en mezquita. La toma de Constantinopla fue una importante adquisición, sin embargo, el Imperio Otomano todavía no había experimentado el clímax de su poderío y de su expansión.

En los siglos XVI y XVII, el Imperio Otomano experimentó su máximo esplendor, su poderío tocaba 3 continentes. Pero no era grande sólo en tamaño, pues también contaba con un ejército numeroso y fuerte, un sistema bancario, un servicio postal, igualdad legal y credenciales de identidad.

También había un parlamento, un himno, una bandera y hasta un censo. Es gracias a este censo que se sabe que en tiempos del Sultán Suleimán el Imperio llegó a tener una población de 11,700,000 personas; y para ellas, había un sistema político funcional y una economía generosa.

En el año 1517, el Sultán Selim I, logró anexar al Imperio la región de Siria, Egipto y Palestina. El avance militar del Imperio Otomano era imparable, y en cada porción de tierra adquirida los otomanos se encontraban con antiguas comunidades judías; se trataba de familias que llevaban una vida sencilla, y que ya estaban bastante acostumbrados a ser siempre la minoría. La ciudad de Safed, en la región de Palestina, era la más mística de las comunidades judías. Sus habitantes, (orgullosos de habitar en el mismo lugar donde se había compilado el Shuljan Aruj), se entregaban a una vida dedicada a la religión, tal como la pequeña comunidad de Jerusalén, o como los arraigados judíos de Hebrón.

Pero los otomanos también se toparon con comunidades judías que vivían bajo el poder de reyes cristianos; y cuando ellos llegaron los judíos se sintieron liberados, pues bajo el yugo de reyes cristianos, sólo habían experimentado expulsiones, masacres y un continuo rechazo.

Por su parte, los otomanos aceptaron a las minorías cristianas y judías, como Dhimmis, que en árabe significa pacto, y con esto quedaron comprometidos a respetarlos; pues si bien no reconocían a Mahoma como profeta, aceptaban que existía un único Dios, y esa, era la más sagrada creencia.

Los judíos y los sultanes otomanos, construyeron un intercambio de beneficios; mientras que los judíos encontraban en el techo otomano un refugio seguro, los sultanes sacaron provecho de los judíos para darle al Imperio un auténtico impulso. Ejemplo de ello fue el caso de la toma de Constantinopla, pues cuando la ciudad bizantina fue conquistada, los sultanes necesitaban que la ciudad fuera poblada; es por esto que se ordenó el traslado de judíos a Estambul, la mezcla fue bien lograda, surgió una vibrante comunidad judía, desarrollada en una vibrante ciudad musulmana.

En 1492, cuando los judíos de España fueron expulsados, el Sultán Bayazid II invitó a los judíos sefaradíes a establecerse en el Imperio Otomano; de este modo, se incrementó la población judía del Imperio Otomano, y se disfrutó de una tolerancia que no se encontraba en los países cristianos. Tal fue el caso de los judíos de Salónica, que durante el siglo XVI poseía una población en la que la mayoría era judía, familias que mantuvieron su amada lengua, el ladino, mientras que se les permitía cumplir con las leyes de su judaísmo; atesorando en esta pequeña ciudad Puerto una religión milenaria y sus ancestrales preceptos.

De manera casi inmediata, los judíos sefaradíes se integraron contribuyendo al desarrollo del Imperio Otomano. Llegaron a ocupar importantes cargos, como ministros y distinguidos funcionarios. Su contribución a la política, a la economía y a las ciencias está documentada, hoy sabemos que Hakim Yakoup o Joseph y Moshe Hamon fueron grandes médicos, o que José Nazi fue vital para las exitosas relaciones exteriores del Imperio.

Existe la leyenda de que el Sultán Bayazid II, dijo en una ocasión que el Rey Fernando de Aragón no era un rey pensante, pues expulsó a los judíos empobreciendo su reino, y ahora era su Imperio Otomano el que se veía beneficiado.

 

 

 

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