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domingo 22 de diciembre de 2024

Antiojus Epifanes y el segundo milagro de Janucá

Enlace Judío México e Israel.- Explicamos anteriormente que luego de la muerte de Alejandro Magno en 323 aec, el imperio griego se propuso, y logró, imponer su cultura helénica de forma pacífica, e hizo colapsar a todas las religiones de la antigüedad. Esto también afectó a los judíos. Aquellos que vivían fuera de Israel, en Alejandría por ejemplo, fueron los que más rápido se asimilaron. Al punto que algunos historiadores hablan del “judaísmo helénico”, practicado por los judíos de la diáspora.

RABBI YOSEF BITTON

La llegada al poder de un nuevo emperador, Antiojus Epifanes, en el 215 aec, empeoró la situación de los judíos que vivían en Israel, ya que Antiojus fue mucho más agresivo que sus antecesores en su campaña proselitista. Ante esta presión, algunos judíos se asimilaron completamente y abandonaron la religión de sus padres. Otros, especialmente los que vivían en las ciudades, comenzaron a practicar un judaísmo reformado, acomodado a los valores de la sociedad griega. Como ocurrió muchas veces, el sueño de estos judíos era ser aceptados por los gentiles —a quienes miraban con admiración. El Kashrut, por ejemplo, resultaba ser una gran barrera para su integración con los ciudadanos griegos, ya que si no se podía compartir la mesa con los vecinos gentiles, no se podía esperar que los griegos los aceptaran como sus pares, o que estuvieran dispuestos a casarse con ellos. La práctica del Kashrut debía ser eliminada, porque en el “nuevo mundo helénico” las separaciones entre los pueblos no eran bien vistas. Los judíos helenistas justificaban su abandono del judaísmo diciendo que, “para sobrevivir, el judaísmo tenía que modernizarse”. El Shabat y la circuncisión también debían ser eliminados, por considerarse ritos anticuados y separatistas, que no corrían a la par de los vientos universalistas.

Mientras todo esto ocurría en las ciudades, los judíos más pobres, aquellos campesinos que vivían en las pequeñas aldeas, seguían siendo fieles a la Torá, de forma discreta o secreta.

Pero Antiojus Epifanes estaba decidido a helenizar a todos los judíos. Ya que aunque eran pocos y reservados, esos judíos que todavía observaban la Torá, eran prácticamente “los únicos ciudadanos del imperio que rechazaban al helenismo”. Antiojus buscó más aliados. Y designó como Gran Sacerdote del Templo de Yerushalayim a un sacerdote corrupto, Jasón (175 aec), y luego a otro peor, Menelao (171 aec). Estos sacerdotes lideraron la reforma del judaísmo desde adentro. Jasón, por ejemplo, encabezó una delegación de judíos asimilados que en lugar de asistir al servicio del Bet Hamikdash en Shabat se dirigían hacia el estadio olímpico para participar de los juegos.

También las creencias judías fueron sujetas a reformas. El monoteísmo judío, por ejemplo, debía ser sacrificado. Los judíos no tenían que creer o servir a otros dioses, pero debían reconocer a los dioses griegos, y tolerar que los griegos ofrecieran sacrificios a sus dioses en el Bet Hamikdash. De otra forma, “el fanatismo monoteísta” de los judíos resultaría ofensivo hacia la sensibilidad de los griegos. Los judíos también debían ser “más tolerantes” y ofrecer sacrificios griegos a su Dios. Así fue como en el año 170 aec Menelao ofreció un cerdo como sacrifico en el Bet Hamikdash.

No obstante, y aunque cada vez más judíos seguían el camino de los griegos, muchos Yehudim aún permanecían leales a su fe.

Pero en el año 169 aec ocurrió un hecho que cambiaría el curso de la historia. Antiojus Epifanes perdió su paciencia. Y decidió que ya era hora de dejar de ser bueno y persuasivos con los obstinados judíos que aún permanecían fieles a su religión. Antiojus trajo entonces a sus ejércitos a Yerushalayim para imponer los valores griegos por la fuerza, y prohibir a los judíos practicar su religión.

Milagrosamente, la impaciencia de Antiojus despertó a los judíos de su letargo. Y provocó lo que luego terminó en la rebelión armada de los Jashmonayim, que lucharon no solo contra los griegos sino también contra los judíos que lideraban el movimiento asimilacionista.

Dice el Rab Melamed que si Antiojus no hubiera perdido su paciencia, la asimilación de los judíos hubiera continuado sin resistencia; la rebelión contra el imperio griego nunca hubiera ocurrido, y el pueblo judío ח”ו podría haber desaparecido para siempre, mezclándose entre los demás pueblos del imperio, como ocurrió con las demás civilizaciones de la antigüedad.

Coincido plenamente con el rab Melamed. “La impaciencia de Antiojus” debe ser considerada como el segundo milagro de Janucá, que resultó, no solo en la re-dedicación (Janucá) del Bet Hamikdash, sino también, a largo plazo, en el establecimiento de un estado judío independiente desde el año 160 hasta el año 37 aec, liderado por los Jashmonayim y sus descendientes.

 

 

Fuente:halajá.org

#janucá

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