Juntos venceremos
domingo 17 de noviembre de 2024

Los 3 milagros que Israel me regaló

May Samra para Enlace Judío México e Israel- Israel es tierra de prodigios. Basta con llegar y respirar su aire, sentarse en algún rincón de Jerusalén o Tzfat y dejar que las cosas sucedan…

En mi reciente viaje al Estado judío, en el cual tuve la oportunidad de participar en el Jewish Media Summit, un encuentro de periodistas y blogueros judíos del mundo entero, tres “milagros” sucedieron, los cuales quiero compartir con ustedes.

El Shabat- Mitzvá

Siempre he querido conocer Tzfat, una ciudad mística, azul  y hermosa. El 29 de noviembre, termina la conferencia de Medios Judíos. Como no tengo plan alterno, decido pasar Shabat en la ciudad cabalística. Sin pensarlo demasiado, tecleo un sitio de hoteles y encuentro una estancia muy bien amueblada, la cual alquilo por dos noches, las del viernes y sábado. El viernes 30, me dirijo a la estación de camiones de Jerusalén y , después de dar algunas vueltas, alguien me indica que la parada para ir a Tzfat está afuera de la estación.

Al salir, una mujer me propone unas pequeñas velas de Shabat. Primero digo que no, porque estoy jalando dos maletas, pero vuelvo, las tomo y pregunto por el precio. No tienen costo alguno.

Tomo el Nateev Express y llego alrededor de las 2:30 de la tarde a la calle Jerusalén, donde se encuentra mi hogar temporario.

No hay ningún hotel a la vista, así que llamo al número de teléfono indicado en la reservación -y una persona me informa que vienen a mi encuentro. Toman mis maletas y emprendemos la subida. Al final de tres largas escaleras, agarrada del pasamanos oxidado, se encuentra el cuarto, muy bien amueblado y con una vista espectacular sobre el monte Hermón.

Al terminar de mostrarme el recinto, mi anfitriona me pregunta si cuento con comida. Sorprendida, le respondo que creí que esto era un hotel con las instalaciones correspondientes. No es así, dice la mujer, corra hacia abajo y a la derecha, puede ser que el banquetero siga trabajando. Bajo las tres escaleras y me lanzo a galope a la calle, dándome cuenta que está desierta y todos los establecimientos cerrados. Llego a la tienda en cuestión y están terminando de cargar un camión..” lo sentimos, ya no hay venta”, me dicen unos jóvenes ortodoxos.

Al ver mi cara de consternación, uno de ellos me llama, “sígueme, hay algo para ti”.  Me entrega un recipiente desechable cerrado. “Son unos schnitzels (milanesas de pollo empanizadas), explica. Apunto a una ensalada de berengenas que veo en una mesa y me llena otro recipiente. “¿Cuánto es?” pregunto. “No es nada” responde el hombre, “buen provecho y Shabat Shalom”. “De ninguna manera”, digo, “quiero pagar”. “La caja ya está cerrada”, es la respuesta. Insisto, pero simplemente me dicen Shabat Shalom con alegría y una gran sonrisa. En el restaurante de junto, intento comprar pan pero me lo entregan sin costo, y me incluyen un vaso con leche de soya para mi café (soy intolerante a la lactosa).

Así que subo las escaleras con la primera comida completamente gratuita de mi vida. Al poco tiempo, un coche con altavoz atraviesa la ciudad cantando “Shalom Aleijem, Malajé Hashalom” y el aire se llena del sonido de una flauta que una niña toca desde un tejado cercano. El espectáculo bíblico es interrumpido por una tenue sirena que marca la hora del encendido de velas- y recuerdo lo que una mujer anónima me entregó. Enciendo mis luminarias frente al monte Hermón, mi balcón está en una especie de nube.

Otra sirena marca Shabat. El mundo se detiene.

A la hora de la cena, extraigo de la maleta la pequeña botella de vino que me obsequiaron como  regalo de bienvenida en la Conferencia… y puedo decir Kidush y Hamotzí (bendición del vino y del pan). Pero aquí no terminan las sorpresas: tocan la puerta y es otra de las anfitrionas que llena la mesa con verduras, pescado y más pan.

Además me agradece por permitirle realizar la mitzvá de “hajnasat orjim” (recibir huéspedes).

El resto es historia… y quedó registrado en vivo en la página de Facebook de Enlace Judío.

…La magia de Tzfat…

Una plegaria a Rabi Meír para encontrar cosas perdidas

Uno de los momentos más agradables del viaje fue encontrarme con Esti Peled (corresponsal en Israel) y Silvia Schnessel (corresponsal en España, quien estaba de visita en Israel). Silvia y yo nos encontramos en el mercado de Sarona, donde comimos ensalada de papaya verde con zanahoria, arándano y nuez.  Silvia iba con su inseparable tablet, y pudimos grabar en vivo el encendido de la segunda vela de Janucá en este sofisticado mercado de Tel Aviv.  Antes de despedirnos, fuimos al tocador y luego nos dirigimos a la salida. De pronto, Silvia se dio cuenta que dejó su tablet en el tocador.

Corremos como locas y entramos a buscarla pero… ha desaparecido. Una mujer que ve nuestro desconcierto decide ayudarnos y nos lleva hacia las oficinas, pero están cerradas, y a interrogar a los empleados de limpieza… pero sólo hablan ruso.

Silvia está desconsolada y Adina (la buena samaritana) me pregunta si quiero pronunciar una plegaria a Rabi Meír que ayuda a encontrar cosas perdidas. Para quienes no lo conocen, Rabí Meír es un gran cabalista del judaísmo, y su tumba en Tiberias un lugar de peregrinación. Leo tres veces la plegaria, la cual debe venir acompañada de Tzedaká (caridad).

Al día siguiente, por la tarde, Silvia me informa por whatsapp que una persona encontró su tablet; buscó su nombre y como no sabía cómo contactarla,  le pidió amistad por Facebook y le envió un mensaje preguntándole cómo devolverle el aparato electrónico.

Para cualquier cosa, les dejo la plegaria, que hay que recitar tres veces en voz alta:

¡Me encanta este país y su gente! concluye Silvia.

Sólo en Israel, señores.

Mi milagro de Janucá: el fuego que no quemó, la luz que fue benigna conmigo

Mi casa lejos de casa en Tel Aviv es otro cuarto que alquilé a través de Airbnb (antes de que sacaran de su lista a los asentamientos judíos en Judea y Samaria). Es muy agradable e impecable, pero es un sótano, así que el ruido de los coches es ensordecedor. Esta noche, antes de dormir, cierro todas la ventanas y conecto mi laptop, mi Iphone y una batería portátil para estar lista y equipada al otro día. Decido tomar un ansiolítico (por el jetlag) y me hundo en un profundo sueño.

Al día siguiente, al despertar, encuentro en el suelo pequeños pedazos de aluminio y una pila de cenizas, que no estaban allí la noche anterior. Compruebo que lo encontrado no entró por las ventanas, pues todas están cerradas. Al revisar las sillas del comedor donde cargué las pilas, encuentro pedazos de metal encajados en la tapicería. Me doy cuenta que la pila portátil explotó, probablemente por la diferencia de voltaje entre México e Israel, que ha sido propulsada hasta el otro lado del cuarto y descansa en un sillón. Probablemente de allí provienen los pedazos de aluminio pero ¿las cenizas? ¿De qué son? ¿Qué objeto se quemó?

Fragmentos de metal en llamas volaron por el cuarto y se insertaron en la tapicería de las sillas. ¿ Cómo es que las sillas no se encendieron? ¿O el sillón donde aterrizó la pila? ¿ Cómo es que no se quemó el cuarto- y tampoco yo, dormida bajo la influencia de los ansiolíticos?

¿Qué presencia benigna impidió el incendio? ¿ Qué o quién me protegió?

Termino este artículo agradeciendo a D-os por estar viva, a pesar de mi peligroso descuido, en el marco de mi propio y personal milagro de Janucá. La luz ha sido benigna conmigo y no se transformó en fuego abrasador.

Israel, tierra de milagros.

 

 

 

 

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