Enlace Judío México – A diferencia de muchas ideologías, ramas del conocimiento o algunas religiones, el judaísmo basa su filosofía en la acción práctica. No hay un solo concepto o idea judía que no dirija necesariamente a quien lo piensa hacia alguna acción, ya sea interna o externa. Por eso, la halajá, la ley judía, es una de las bases más importantes para el judaísmo. Porque según nuestra percepción, la Torá no fue dada para ser estudiada o leída, sino para ser puesta en práctica. Una persona que no actúa en congruencia con los principios o leyes toraicas que estudia, no puede ser considerada como una érudito en la materia. Porque a diferencia de otras disciplinas donde la persona puede separarse de lo que estudia, la Torá exige que la persona crezca a la par de lo que estudia a través de la acción diaria. La base de esa acción es la halajá.
Sin embargo, ¿qué es la halajá? La pregunta tiene numerosas respuestas que dada su extensión y profundidad no pueden ser abarcadas en este artículo. Sin embargo, podemos referirnos a las definiciones más elementales. La halajá es la ley que se desprende de la Torá. Cuando uno lee los cinco Libros de la Ley puede ver que D-os les da una serie larga de órdenes a Moisés y a los judíos. Por ejemplo, les prohíbe comer ciertos alimentos, les obliga a amar a D-os y santificar la luna, entre muchos otros deberes. Dichos mandatos en conjunto forman una ley, a la cual llamamos halajá. Ésta es el sistema que explica, categoriza, ordena y obliga a la ejecución los mandatos divinos. Fue dada a los judíos del desierto por medio de Moisés a través de dos formas, de forma oral y de forma escrita.
Esa ley tiene un carácter eterno ningún grupo político, ni social, ni ninguna otra amenaza pueden cancelarla. No fue dada a los judíos del desierto para gobernarse únicamente por el tiempo breve de su existencia, sino que les fue dada para ser trasmitida. Para que se la enseñaran a sus hijos y ellos a sus descendientes por el resto de las generaciones. Porque precisamente son esos mandatos lo que constituye la relación entre el pueblo de Israel y D-os por todos los tiempos y en todas las épocas, y ha existido desde tiempos de Moisés hasta nuestros días.
Es a través de ellos que nos configuramos como nación y gracias a ellos es que podemos hablar de un “pueblo judío” como tal. La halajá, la ley que ordena esos mandatos, es la materialización de la relación entre D-os y el hombre. Es la forma en que podemos acercarnos a D-os y construir una relación diaria y propia con Él. También es la única herramienta que tenemos para darle un sentido espiritual al mundo material y dirigir el entorno que nos rodea hacia Él.
Si no hubiera una ley a la cual adherirse no tendríamos una moral sólida y fundamentada en base a la cual actuar, ni un reto espiritual que nos impulse a ser mejores, ni una relación constante y trabajada con D-os. Porque sin la ley no habría un orden externo a nosotros al cual adherirnos, no tendríamos razones para limitar los caprichos individuales y quedaríamos a expensas de los cambios volátiles y momentáneos.
Por eso hasta estos días seguimos gobernando nuestras vidas en base a esa ley, y hasta la fecha, la halajá nos sigue dando solidez como individuos y como pueblo; en gran medida es lo que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de siglos. Sin embargo, a diferencia que lo parecería no es una ley totalmente divina. Precisamente al ser la materialización de la relación entre D-os y el hombre tiene un aspecto humano. D-os nos dio los bloques con los cuales construir la halajá, sin embargo, somos nosotros quienes la construimos y la practicamos. ¿Cómo funciona? ¿Cómo se desarrolla la halajá?
Halajá en la Torá oral
Como habíamos mencionado antes, cuando Moisés recibe la Torá, la recibe en dos formas oral y escrita. La Torá escrita son los cinco Libros de la Ley, los cuales fueron preservados a través de rollos dentro de las sinagogas. Aparte existe la Torá oral, la cual es la explicación a los pasajes bíblicos y toda la tradición que no fue escrita. En ella se encuentra la halajá, es decir, la explicación de cómo deben ser llevados a cabo cada uno de los mandatos escritos y sus razones. Es la unión de la Torá oral y la Torá escrita.
Por ejemplo, la Torá escrita nos dice que debemos “guardar” el Shabat, pero no nos dice cómo; gracias a la Torá oral sabemos que se “guarda” no haciendo ninguno de los 39 trabajos usados para el Tabernáculo; la Torá escrita nos pide que usemos “tefilim” al rezar y sin la Torá oral no sabríamos qué son los tefilim. La halajá es el conjunto de ambas en materia jurídica. Nos explica las leyes a las que estamos sujetos, la forma de ejecutarlas y las consecuencias de romperlas. Siguiendo el ejemplo es la halajá quien nos dice que debemos hacer Shabat de determinada forma y es la halajá quien nos dice que debemos usar tefilim con determinadas características. Cuando había un estado judío era la halajá la que determinaba el castigo que recibían aquellos que trasgredían las normas.
La parte oral es la parte humana tanto de la Torá como de la halajá, la parte que está sujeta al espacio tiempo y al cambio. Precisamente durante muchos años existió una prohibición de escribirla, para no trasgredir ese carácter abierto de ambas, para que pudieran seguirse adaptando a los cambios culturales e históricos del pueblo judío.
Hoy en día, si bien la halajá surgió desde tiempos de Moisés, ha tenido numerosas etapas a lo largo de la historia y no sólo nos conducimos conforme a los dictámenes del Sinaí; además respetamos los decretos que rabinos y líderes judíos han hecho a lo largo del tiempo. Lo que se ha mantenido desde tiempos inmemorables es la forma correcta de interpretación halajica, es decir la forma de hacer dictámenes legales. La cual quedo registrada primordialmente en la Mishná y la Guemará.
En el siguiente capítulo de este artículo hablaremos de cómo se trasmitieron dichos principios halajicos y dichas formas hasta nuestros días y cuáles son los parámetros que se deben tomar hoy en día para realizar una decisión halajica.
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