Enlace Judío México e Israel – La historia de la familia Ramón es la historia del pueblo de Israel. De las personas que nunca se rinden, que alcanzan las estrellas.
MIRIAM PERETZ
La Rona que conocí, conocía bien el cielo. Al principio a través de Ilán, y luego mediante Assaf. Hay momentos, como hoy, que miro al cielo y no entiendo. No hay palabras ni explicación de por qué Rona también se ha ido.
Sentí lo mismo cuando mi hijo Uriel cayó en la batalla, cuando mi esposo Eliezer falleció, cuando mi segundo hijo Eliraz también cayó en la batalla, y cuando Germán Rozhkov, un hijo único que adopté, también cayó en la batalla. Sentí lo mismo cuando me enteré del hijo de Rona, Assaf, y hoy volví a sentirlo cuando escuchamos que Rona se ha ido. Me enfrento a este cielo que Rona conocía bien, y no tengo palabras.
Me reuní con ella muchas veces, pero tres encuentros fueron los más destacados.
Rona y yo nos conocimos por el destino: la conexión con la Tierra de Israel, las FDI y la educación. Pero antes que nada, éramos esposas y madres. Y qué madre era Rona. Uno de nuestros encuentros conmovedores fue durante un viaje a Odessa. Fuimos juntas, un grupo de mujeres, para acompañar a niños huérfanos en su primer día de clases.
Entramos en la habitación y los niños, como imanes, se sintieron atraídos por Rona. Se acercaron a ella y la abrazaron. Le pregunté: “Rona, ¿por qué todos corren hacia ti de esta manera?” Y ella dijo: “Los niños sienten el amor, e inmediatamente se conectan con ese amor”. Esa era Rona, ella sabía cómo entregarse a todos.
Estaba leyendo algunos escritos de Ilán, que Rona publicó en 2013, de los días en que preparaba para su misión espacial de 2003. Él le escribió: “Rona’leh, creo que tienes un alma buena, cuidas tan bien de todos, excepto de ti misma. Quiero que todos tengamos lo mejor. Tú eres mi corazón y mi alma. Quiero cuidarlos de ustedes también, darles un poco de lo que nos das todo el tiempo”.
Rona también dio su gran amor a los hijos de Israel, en proyectos que ella inició en memoria de Ilan y Assaf.
Nuestro segundo encuentro, que nunca olvidaré, fue en una reunión previo a la ceremonia del 68 aniversario de la Independencia de Israel en 2016, cuando Rona llegó a encender una antorcha. Ya que tuve el honor de encender una antorcha dos años antes, se volvió hacia mí y me preguntó: “¿Cómo, en esta inmensa ocasión, podremos hacer la transición del Día de los Caídos al Día de la Independencia?”
Nos abrazamos. Lloramos porque nuestros seres queridos no estaban aquí con nosotros en este gran momento. Pero luego ella comenzó a reír y dijo: “Tengo la ventaja: las tuyas eran tropas terrestres. Las mías siempre miraban desde el cielo”. Entonces lloramos y reírnos de nuestro destino.
Nuestro tercer encuentro fue cuando me invitó a una de sus conferencias. Luego se acercó a mí y me preguntó: “¿Cuánto tiempo podemos seguir hablando de ellos?” Nos detuvimos, nos miramos y sabíamos que sería hasta nuestros últimos días. Rona llevó el legado de Ilan y Assaf con ella hasta el último momento. Cuando publicó los diarios de Ilan y Assaf, me escribió con una dedicatoria: “Que sigamos creando e influyendo”. A pesar de todo lo que pasó, lo que más le importaba a Rona era seguir creando y haciendo la diferencia.
La historia de la familia Ramón es la historia del pueblo de Israel. De las personas que se elevan, que no se dan por vencidas y que continúan, las personas que alcanzan las estrellas.
Tengo una imagen en mi mente que debe estar en la mente de muchas familias en duelo: el día en que todos nos unamos una vez más con nuestros seres queridos. Me imagino a Rona, que se está reuniendo con sus seres queridos en este preciso momento, vuelve a ver a Ilan y Assaf y les pregunta: “¿Me escucharon? ¿Me escucharon tratando de asegurar que su voz sea escuchada? Lo intenté.
Fuente: Ynet / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
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