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lunes 25 de noviembre de 2024

Mel Brooks, el cómico judío para el que el humor no tiene límites

Enlace Judío México e Israel.- Desde niño Mel Brooks entendió que la comedia iba a ser una tabla de salvación. Nació en el barrio de Brooklyn en 1926. Sus padres, Max y Kate Kaminsky, provenían de familias de emigrantes europeos (polaco-alemanes y ucranianos) que habían sobrevivido al rechazo, el hambre, la miseria y los pogromos zaristas (matanzas indiscriminadas de judíos del régimen monárquico ruso, perfeccionadas luego por el temido servicio secreto, la Ojranka).

Cuando solo tenía dos años su padre murió de cáncer y sus tres hermanos y su madre comenzaron un recorrido impreciso de hogar en hogar de diversos familiares que les llevaron a residir en diversas zonas de Nueva York como Connie Island o el Bronk hasta establecerse definitivamente en Williamsburg, otro barrio de Brooklyn. Un barrio de Tenements, de bloques de pisos baratos.

Un chiste ahorra un puñetazo en la cara

Mel era bajito, un poco feo y débil. Dice que siempre estaba enfadado porque había decidido darle la espalda a dios después de que éste se hubiera llevado a su padre. Algo de esa amargura sería compartida luego por otro artista judío, el dibujante Will Eisner, en su ‘Contrato con Dios‘; para hacerse una idea de cómo fue el escenario de la infancia de estos dos genios podéis echarle un vistazo.

Ni qué decir tiene que sufrió acoso escolar y callejero, que recibió insultos y palizas hasta que descubrió que ser gracioso le hacía ganar puntos frente a los matones que lo adoptaron como una mascota. Si se preguntan sobre por qué Mel Brooks admiraba tanto a Richard Pryor (coguionista de “Sillas de montar calientes” y primera elección como protagonista de la película si no fuera porque Pryor, en aquella época, le daba demasiado a todo) encontrarán en ese acoso que sufrieron de niños el punto de encuentro entre ambos: el cómico afroamericano sobrevivió a su infancia porque, como Mel, le resultaba muy divertido a los matones que, de otro modo, les habrían matado a palos. Fue su tío Joe el que le descubrió el secreto de la comedia: lo llevaba a ver obras a Broadway:

Gran parte de mi comedia proviene de la ira y la discordia. En Williamsburg aprendí a hacerme el cómico para ahorrarme problemas, como un puñetazo en la cara

Un ingeniero de combate lleno de humor negro

Decidido a dedicarse al espectáculo Mel comienza a recibir clases como baterista de Buddy Rich, considerado uno de los mejores del mundo del jazz, y hace sus primeros pinitos y gana sus primeros sueldos cuando solo tiene 14 años. Pero la música no da dinero y, mientras tanto, va sacándose sus estudios y culmina los mismos con una licenciatura de psicología. Corre el año 1943 y el mundo se desangra en la II Guerra Mundial. Como muchos otros jóvenes Brooks (todavía apellidado Kaminsky) es llamado a filas.

En el examen previo descubren que es demasiado inteligente para ser un recluta más y recibe formación militar en el Programa de Entrenamiento Especializado cuyo objetivo es formar técnicos y futuros oficiales. El programa es cancelado solo doce semanas después de que él sea alistado en el mismo porque el ejército necesita de todos los hombres disponibles para acabar con Hitler. Es así como Mel termina su entrenamiento en el Campo de Entrenamiento de Virginia donde recibe preparación básica y nociones de ingeniería militar para acabar siendo destinado a Alemania junto a 104 Cuerpo de Ingenieros. “Me alistaron como ingeniero de combate, ¿no es ridículo? No hay dos cosas que odie más que la ingeniería y pelearme”, dijo.

La carrera militar de Brooks, sin embargo, regala un peso extra de ironía a sus palabras porque se convierte en una pieza más que valiosa para su propio batallón. Su hijo, Max Brooks, cuenta que las anécdotas familiares están repletas de narraciones de su padre sobre la guerra. Todas llenas de humor negro como las que giraban alrededor de las minas antipersonas que los soldados nazis iban escondiendo en sitios tan insospechados como armas abandonadas en el camino, sillas o retretes. “Mi padre nos contaba que llegó a una granja y que alguien usó el baño, saltó por los aires porque habían dejado una mina atada a la cadena del wáter”.

La única solución posible en la peor batalla del mundo era la risa

El trabajo de Brooks consiste en calcular, sobre el terreno, las trayectorias de la artillería aliada y la de ir por delante del grueso de la tropa desactivando minas. Un trabajo peligroso. Mucho más cuando ese trabajo se desarrolla en la llamada Batalla de las Ardenas, una de las campañas más sangrientas y desalentadoras de la II Guerra Mundial. “Muchos hombres cumplieron con su deber y perdieron la vida allí” contaba Mel. Frente a ellos el grueso de la artillería alemana y 250.000 hombres desesperados que intentan contener el avance de las tropas aliadas entre la nieve y el frío. Se cumple el peor presagio: el ejército nazi estabiliza el frente y, como en la I Guerra Mundial, hay que jugar la baza de las escaramuzas.

Representacion de ‘Los productores’, una satira sobre Broadway que ridiculiza a Hitler.

Mel trabaja con los francotiradores, en medio de las trincheras excavadas deprisa y corriendo en el suelo helado. Comienza la otra guerra, la guerra de desgaste, la de la propaganda. Los aliados comienzan a “bombardear” el frente alemán y a la población civil con pasquines donde se les informa de que han perdido la guerra, de que no apoyen a su ejército, de que la resistencia solo retrasará levemente la victoria aliada y que la rendición ahorrará bajas y sufrimiento.

Los alemanes, por su parte, llenan las trincheras de altavoces que escupen propaganda nazi e invitan a los soldados americanos e ingleses a retirarse o a unirse a ellos. La guerra de nervios es evidente y la ansiedad se ceba con el bando aliado que se encuentra en ese cuello de botella de Las Ardenas después de la desastrosa Operación Market Garden dirigida por el General Montgomery y que ha resultado una sangría innecesaria. La victoria no llega, la gente comienza a enfermar debido al frío y a la escasez de víveres y medicamentos que llegan con cuentagotas.

Entonces, Mel Brooks cree encontrar la solución. Comienza a contrarrestar la propaganda nazi con imitaciones propias del cantante judío Al Jolson –protagonista de ‘El cantor de Jazz‘, primera película sonora de la historia-. La cosa tiene éxito y amplía su repertorio con todas las voces posibles, chistes y otras imitaciones de personajes famosos de la época. El talento del cómico en ciernes se hace famoso y todos los días entrega un poco de su talento para que no decaiga el ánimo de sus compañeros. Su imitación más apreciada: Adolf Hitler.

Cuando a tu familia le resultan raras tantas bromas sobre Hitler

Brooks no es el primero en reírse del dictador alemán. Ha visto a Lubitsch hacerlo en su película ‘Ser o no ser‘ (dirigiría años más tarde una versión propia del clásico titulada en España como ‘Soy o no soy’), los cortos de los cómicos ‘The three stooges‘ y las piezas animadas de Bugs Bunny donde se parodiaba o se satirizaba con el personaje. El mérito de Mel Brooks es que lo hace en el mismo frente de batalla.

Hitler se convierte en una obsesión para el cómico norteamericano cuando se descubren los campos de concentración. Pese a lo que se piensa, Brooks no tuvo contacto directo con operaciones de liberación de los campos pero sí ve a algunos de los prisioneros liberados en su camino hacia Berlín donde pasaría ocho meses más después de la finalización de la guerra. La imagen de las filas de prisioneros famélicos y perdidos por las carreteras de la Alemania liberada producen en él un profundo efecto.

Solo hay una manera de estar en paz y es ridiculizarlo” dijo. “Este ha sido el objetivo principal de mi trabajo, conseguir que todo el mundo se ría de Adolf Hitler”.

Su hijo, Max, dice que, incluso, las bromas de su padre con respecto a Hitler han llegado a ser objeto de controversia dentro de la propia familia: “Hacía imitaciones de Hitler delante de sus nietos. Yo le decía que quizás eran demasiado jóvenes. Es imposible ver el Canal Historia en casa y que, cuando sale Hitler, uno de sus nietos no diga: “Mira papá, el abuelo está en la tele”.

El objetivo de Mel Brooks se ve cumplido con creces cuando uno hecha un vistazo a su legado, a su gran trabajo dentro de la parodia y la sátira y la forma en la que ha abierto camino para que comprendamos la capacidad que tiene la comedia para curarnos, incluso para entender la historia. “Todas mis películas son muy serias porque representan las reacciones humanas en un momento preciso de la historia”.

La comedia como venganza y medio de desmitificar el Mal

Max Brooks Max, hijo de Mel Brooks y Anne Bancroft, es un escritor de exito, autor de ‘Guerra Mundial Z’.

Mel Brooks regresa a los Estados Unidos, abandona el nombre de Mel Kaminsky por el nombre con el que sería conocido por todo el mundo y comienza a actuar en la zona de los Catskills, el lugar de peregrinaje de la comunidad judía de la costa Este de los Estados Unidos, en el norte del estado de NY. El lugar recibe popularmente el nombre de “Los Alpes judíos” o “El cinturón del Borscht” (en referencia a la sopa más famosa del este de Europa que es donde proviene la inmigración judía). No abandona a su personaje parodiable preferido, Adolf. “Es una venganza” dice “aunque soy consciente de que nadie puede tomarse la venganza por seis millones de asesinatos. Pero la comedia es un medio para quitarle a Hitler de forma póstuma su poder y desmitificarlo”.

Mel pone a Hitler en su lugar y nos enseña que el camino de la risa es un camino que cura, que hace comprender el horror y que sirve para bajarle los humos a los malvados. No sin polémica. En 1967, cuando estrena ‘Los productores‘, muchos judíos le hacen llegar al artista su desagrado por la película en la que Gene Wilder y Zero Mostel interpretan a dos timadores que quieren ganar dinero produciendo ‘Primavera para Hitler‘, un musical que ensalza al personaje. “Me dijeron que cómo podía hacer bromas con Hitler teniendo en cuenta el Holocausto pero ‘Los Productores’ no tiene ni una broma sobre el Holocausto o sobre los campos de concentración”.

¿Y los límites del humor?

Polémicas fueron también sus declaraciones en contra de “La vida es bella”, la película de Roberto Benigni. A Mel no le gustó:

No entiendo por qué a Roberto se le ha ocurrido hacer una comedia dentro de un campo de concentración, una película que viene a decir que el ser humano puede resistirlo todo y no, no es así, el ser humano no puede resistir un campo de concentración”.

Incluso llegó a hablar de límites personales sobre lo que a él, sin espíritu censor, le parecía lícito o de buen gusto. “Cuando hice ‘Sillas de montar calientes‘ usé la palabra “nigger” muchísimo pero nunca se me ocurrió plantear bromas sobre linchar a un negro. La comedia brotaba cuando veías al personaje afroamericano escaparse de la posibilidad de un linchamiento”.

A día de hoy se considera a ‘Sillas de montar calientes‘ como una de las mejores sátiras rodadas sobre los problemas raciales en los Estados Unidos y, claro está, una de las inspiraciones de “Déjame salir”, la aclamada película de Jordan Peele que ha batido récords de taquilla tratando el mismo tema. Otros cómicos judíos, como Sarah Silverman, no han tenido empacho en seguir la senda de Brooks e incorporar chistes sobre Hitler en sus monólogos.

El rap de Hitler, que algún talento tendría

Mel Brooks ha rodado números musicales gloriosos con toda la estrafalaria y tétrica imaginería nazi como el número musical central de ‘Los productores‘ (‘Springtime for Hitler’) o, incluso, compuso el ‘Hitler´s Rap‘. Una canción para un videoclip de promoción de su versión de ‘Ser o no ser‘ estrenada en 1983 y que estuvo nominada en los Brit Awards. Sus imitaciones del personaje han sido míticas y se han multiplicado durante toda su carrera con el único objetivo de ridiculizar a uno de los mayores genocidas de la historia contemporánea. La risa es algo que no te pueden quitar, es un arma poderosa, que hace que seamos incapaces de no acordarnos de Mel o de Charles Chaplin cada vez que vemos una imagen de Adolf.

Mel, incluso, opina que Hitler tendría algún talento cuando consiguió arrastrar hacia su bando a millones de personas. La risa, a veces, es nuestra única defensa contra la maldad, nos añade el punto crítico necesario para detectar el engaño antes de que éste sea más fuerte que nosotros.

Podemos pensar que es un hecho contradictorio que algo que produce placer (y la risa está en el Top 3 de las cosas que producen más placer) sirva como arma pero, piénsenlo bien, nada resulta más contradictorio que el hecho de que el Rey indiscutible de la sátira fuera un héroe de guerra y, por si fuera poco, en los 80 produjera ‘El hombre elefante‘ y se empeñara en contratar a David Lynch para hacerla oliéndose que era el tipo idóneo para el cargo pese a que, en un primer momento, desconfiara de él porque se parecía a Charles Lindberg y le parecía que hablaba y se vestía como un chalado del medio oeste.

Fuente: Magnet / Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico

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