Enlace Judío México / Rab. Jonathan Sacks – Esta semana se desarrolló una historia bastante conmovedora en los juegos Invictus. Un antiguo especialista minero de la Marina Real se encontraba jugando tenis en las competencias dobles de sillas de ruedas. El competidor sufre de estrés postraumático; cuando escuchó el sonido de un helicóptero quedó petrificado. Inmediatamente después su compañero se dirigió hacia él, lo sostuvo, habló con él y le ayudó a cantar la canción “Déjalo ir” de la película Frozen. Lentamente se recuperó y juntos jugaron para ganar la partida.
Fue un recordatorio claro de una verdad fundamental: a veces, a la par de un tratamiento médico, necesitamos el contacto de otra persona para curar nuestro dolor.
Últimamente he estado pensando en cómo nuestra era será vista más adelante. Cada época venera algo distinto. Usualmente es una religión, pero en un pasado no tan lejano también ha sido la nación, la raza, o la ideología política. Entre más pienso en ello, más he concluido que lo que adoramos hoy es el yo. Buscamos autoestima, autoexpresión, autoayuda y amor propio. Y es sumamente liberador, sin embargo cada forma de adoración tiene sus desventajas: en este caso genera ansiedad, soledad y depresión. Y no disminuye teniendo numerosos amigos en celulares y redes sociales; necesitamos vernos cara a cara.
El Talmud nos cuenta la historia de un rabino que era un “curador de fe.” Todo lo que hacía era poner sus manos sobre alguien y la persona era curada. Sin embargo, enfermó y le pidió a un amigo que lo ayudará a curar. ¿Por qué no podía curarse a sí mismo? pregunta el Talmud, y responde: porque un prisionero no puede liberarse a sí mismo de la prisión. A veces, la autoayuda no es suficiente. Necesitamos el tacto o la palabra de alguien más.
Esa es la razón por la que una comunidad es tan importante; es donde nos vemos cara a cara y nos brindamos apoyo y fuerza mutua. Es donde la gente sabe quién somos y nos extraña cuando no estamos. La comunidad es la sociedad con una cara humana. Es la redención de nuestra soledad.
Es otra razón por la cual celebrar los Juegos Invictus y al príncipe Harry que los creó. Como nos dice el jugador de tenis: los juegos me regresaron mi orgullo y un propósito. “Me siento parte de un equipo nuevamente” nos dice “como si perteneciera.”
D-os nos dice en la Biblia “no es bueno estar solo.” Una buena sociedad es una comunidad de comunidades, no simplemente un conjunto de individualidades.
Fuente: Rab. Jonathan Sacks Online
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