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jueves 21 de noviembre de 2024

Por qué 2019 puede ser el año más difícil en la historia de la Unión Europea

Enlace Judío México e Israel.- El bloque regional se enfrenta en los próximos meses a un combo que puede resultar demoledor: la consumación del Brexit en marzo, las elecciones de mayo —en las que se espera un avance récord de la derecha populista— y la presidencia rotativa de Rumania, un país gobernado por euroescépticos.

DARÍO MIZRAHI

La Unión Europea (UE) cumplió el año pasado una década de traspiés y retrocesos. La crisis económica de 2008 rompió con un largo ciclo de integración creciente en el continente, que tuvo como hitos la firma del Tratado de Maastricht en 1993 y la adopción del euro como moneda común en 1999.

Los efectos de la debacle financiera fueron tan duros que, por primera vez en más de medio siglo, muchos empezaron a cuestionar el gran proyecto europeo. El colapso griego, que incluyó la amenaza latente de abandonar el euro, y las severas medidas de ajuste exigidas desde Bruselas para evitar la caída del sistema financiero, dejaron heridas que siguen abiertas.

Como nunca antes, crecieron las disputas. Entre los países ricos de Occidente y los pobres del Este —que fueron los últimos en incorporarse—, entre los “austeros” del norte y los “dispendiosos” del sur, y entre los exportadores de valor agregado —favorecidos por las uniones aduanera y monetaria— y los importadores.

La crisis migratoria de 2014 y 2015 fue otro golpe difícil de asimilar. El ingreso de millones de refugiados, que comenzaron a entrar de forma clandestina a través del Mediterráneo, huyendo de las guerras en Medio Oriente y en el norte de África, terminó de desestabilizar al bloque. Los países nunca pudieron ponerse de acuerdo en los criterios de acogida de los solicitantes de asilo, y empezó a resquebrajarse el sistema de reglas comunitario.

Además, el aumento de la población extranjera en un contexto económico recesivo incentivó el discurso nacionalista y euroescéptico. El triunfo del Brexit en el referéndum británico de 2016, impensable unos años antes, marcó un precedente alarmante.

En el último bienio se consolidaron en todos los países de la región movimientos de ultraderecha, que son abiertamente xenófobos, y que proponen la salida de la UE o su debilitamiento. A Hungría con Viktor Orban, y a Polonia con los gobiernos del PiS, se sumó Italia en 2018, con la alianza entre la Liga de Matteo Salvini y el M5S de Luigi di Maio.

Los desafíos de Salvini a la UE tensaron aún más la cuerda. Primero, con el rechazo al desembarco en Italia del Aquarius, un buque humanitario que transportaba a 629 inmigrantes que habían naufragado en el Mediterráneo. Después, con un proyecto de presupuesto que fue rechazado por Bruselas por incluir una meta de déficit fiscal muy superior a la acordada previamente.

No hay dudas de que 2018 fue uno de los años más difíciles en la historia de la UE. Todo indica que este 2019 puede ser aún peor.

Un año lleno de retos

Apenas 24 horas tuvieron que transcurrir de 2019 para que la controversia se instale en el seno de la Unión Europea. Rumania, cuyo gobierno está en una deriva populista y es cada vez más crítico con Bruselas, asumió este martes la presidencia rotativa del bloque. La conservará hasta mitad de año.

“Trabajaremos para mantener la unidad, la cohesión y la solidaridad”, dijo la primera ministra Viorica Dancila, muy cuestionada por una escandalosa reforma judicial que parece hecha para garantizar la impunidad de dirigentes oficialistas investigados en diferentes causas.

Con su habitual crudeza, Jean-Claude Juncker, titular de la Comisión Europea —órgano ejecutivo de la unión—, expresó sus reparos. “El gobierno de Bucarest aún no ha entendido completamente lo que significa presidir los países de la UE”, sostuvo en una entrevista con el diario alemán Die Welt.

El primer reto que enfrentará la UE bajo la supervisión rumana será uno de los más difíciles: la consumación del Brexit. El Reino Unido tiene hasta el 29 de marzo para decidir si aprueba el pacto alcanzado el año pasado entre Theresa May y Bruselas, que contempla un período de transición de dos años, o rompe con la UE de hecho y sin plan.

La primera ministra debió suspender en diciembre la votación que se iba a hacer en el Parlamento porque sabía que el acuerdo sería rechazado. Nada cambió desde entonces, así que todo indica que tampoco será aprobado en las próximas semanas. A menos que los otros 27 miembros de la UE le otorguen una prórroga, el país quedará automáticamente fuera de la unión.

Una salida en esas condiciones, sin ningún plan de contingencia, sería traumática para el Reino Unido y para el resto. De un día para el otro se transformarían abruptamente las relaciones comerciales y migratorias, lo cual va generar problemas económicos, políticos y jurídicos. Esto, sin mencionar la amenaza que implica el restablecimiento de una frontera dura entre la República de Irlanda, que seguirá dentro de la UE, e Irlanda del Norte, que se iría junto con Londres.

El Brexit será uno de los temas que atravesarán la campaña de las elecciones parlamentarias europeas, que se realizarán entre el 23 y el 26 de mayo en todos los países. Se renueva la totalidad de las bancas del cuerpo con sede en Estrasburgo, Francia. Actualmente son 750, pero pasarán a ser 705 tras la retirada británica. Despiertan muchas inquietudes porque se espera que la derecha populista, que considera a Bruselas la causa de todos los males europeos, haga la mejor elección de su historia.

“Los partidos nacionalistas de derecha están en alza en muchas partes de Europa, y partidos con una agenda xenófoba, antiinmigración y antieuropea ya están en el poder en Italia, Hungría y Polonia. Las evidencias sugieren que, al menos en parte, votar por partidos como la Agrupación Nacional (Francia), Vox (España), Jobbik (Hungría), Amanecer Dorado (Grecia) y los Demócratas de Suecia, encierra un elemento de protesta. Ese tipo de sufragio suele ser más prevalente en los comicios parlamentarios europeos, que no afectan directamente la política local. Por eso, creo que el porcentaje de votos para partidos nacionalistas y anti establishment va a ser considerable”, explicó Elias Papaioannou, profesor de economía política de la Escuela de Negocios de Londres, consultado por Infobae.

Salvini y Marine Le Pen, líder de la Agrupación Nacional francesa, trabajan desde hace tiempo en la formación de una gran coalición populista de escala continental, que propondría candidatos comunes a los principales cargos. Hasta ahora, los bloques dominantes en la Eurocámara son el Partido Popular Europeo (PPE), unión de las principales fuerzas democristianas y de centroderecha, y el Partido de los Socialistas Europeos, alianza de las agrupaciones socialdemócratas y de centroizquierda.

Nadie espera que el “Frente de la libertad” de Salvini y Le Pen obtenga la mayoría, ni siquiera que se ubique en segundo lugar. Pero sí podría sumar bancas suficientes como para dificultar los consensos y afectar la gobernabilidad.

“Los nacionalistas y los populistas, que hasta acá no se habían coordinado, unirán fuerzas y buscarán puestos importantes en el Parlamento, como vicepresidencias y la titularidad de algunas comisiones vitales —continuó Papaioannou—. Si superan el 20% de los escaños, o incluso el 25%, demandarán representación en la Comisión. Así como partidos de derecha se incorporaron al gobierno en muchos países, algunos de los nuevos comisionados de la UE vendrán de esas fuerzas políticas, que desprecian el diálogo y la construcción de consensos en los que se sustenta la unión. Podrían incluso poner en peligro a otras instituciones europeas, como el Banco Central y la Corte de Justicia”.

Además de elegir al nuevo presidente de la Comisión Europea, que será designado en noviembre para un período de cinco años, el Parlamento tendrá que nombrar al sucesor de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo. El mandato es de ocho años y la responsabilidad es igual de grande, o incluso mayor, ya que está a cargo de diseñar la política monetaria de toda la eurozona.

El otro cargo relevante que se renueva este año es la titularidad del Consejo Europeo, que reúne a los jefes de Estado de los países miembros. El rol, que desde 2014 desempeña Donald Tusk, tiene menor poder real, ya que se limita a coordinar las reuniones en busca de acuerdos.

“Es probable que el próximo presidente de la Comisión sea Manfred Weber (eurodiputado alemán del PPE), que ha sido muy suave para lidiar con el creciente autoritarismo en Hungría. A nivel colectivo, esto puede significar que los gobernantes autoritarios vayan a gozar de mayor protección de las instituciones que están a cargo de defender los valores de la UE. La escala de esta amenaza no debería ser subestimada”, dijo a Infobae Michael Toomey, profesor de política y relaciones internacionales en la Universidad de Reading.

De todos modos, para tener éxito y afectar de manera decisiva el funcionamiento de la UE, las diferentes fuerzas antieruopeas tendrían que poder actuar de manera conjunta. Si bien están dando señales en esa dirección, la historia reciente muestra que tienen diferencias profundas, así que no sería extraño que terminen chocando entre ellas.

“Se espera que crezcan los partidos extremistas en las próximas elecciones, pero quizás menos de lo que se puede temer. Por otro lado, ¿podrán mantenerse unidos? No es tan seguro, al menos por una razón fundamental: populismo refiere de una manera confusa a la extrema derecha, a la izquierda radical, a soberanistas conservadores y nacionalistas, a euroescépticos y a eurófobos. Forman parte de cinco grupos políticos diferentes en la Eurocámara, que probablemente no tengan mayores chances de unirse que en 2014″, sostuvo Thierry Chopin, profesor de la Escuela Europea de Ciencias Políticas y Sociales, y de la Universidad Católica de Lille, en diálogo con Infobae.

Temores y esperanzas por el futuro de la UE

“El mayor peligro para la Unión Europea es la pérdida de la cohesión alrededowAVeFr de sus valores fundamentales: el entendimiento mutuo, el diálogo, la construcción de consensos, la apertura, el liberalismo y el respeto por las minorías”, afirmó Papaioannou. “No obstante, soy optimista. Aunque va a haber quiebres, la arquitectura europea probará que es robusta. Y a medida que los votantes vean las fallas del populismo en otros países, su atractivo se va a desvanecer”.

Si bien el ascenso de los partidos anti sistema y de extrema derecha en algunos países generó un efecto contagio, que alentó a agrupaciones afines en otros, no sucedió lo mismo con el Brexit. De hecho, parece haber ocurrido lo contrario en estos últimos años.

“Todas las encuestas realizadas después del referéndum británico muestran que la opinión pública se volvió más favorable hacia la UE —dijo Chopin—. Por otro lado, hay que hacer una distinción entre la eurofobia, que es el deseo de dejar el bloque, y el euroescepticismo, que son las críticas a la UE por uno u otro aspecto, pero no necesariamente llevan a dejar la unión”.

Según Eurobarómetro, en los últimos años creció el apoyo a la UE en la región. En 2011, sólo un 47% de los europeos creía que la pertenencia de su país era algo bueno. En 2016 subió a 53%, y en los últimos dos años trepó hasta 62%, el máximo en una década.

“Sin importar cómo se resuelva el drama del Brexit, porque todas las posibilidades están abiertas, la UE se anotó una victoria decisiva —dijo Papaioannou—. Si el Reino Unido resolviera permanecer tras otro referéndum, la unión demostraría a sus miembros, a sus vecinos y a sus socios, que mantenerse firme en sus principios básicos paga. Eso desalentaría a otros integrantes de insistir con agendas nacionalistas. Pero, si Londres se va bajo los términos del acuerdo alcanzado, Bruselas habrá demostrado que defiende a todos sus miembros y la cohesión aumentará”.

Cuando se les pregunta a las personas cómo votarían en caso de que se realice un referéndum para decidir la permanencia de sus países en la UE, en promedio, el 66% dice que votaría a favor de quedarse, contra un 17% que optaría por salir. Hasta en el Reino Unido gana la decisión de permanecer, por 53 a 35 por ciento. Sólo en Italia y en República Checa menos de la mitad votaría quedarse: 44% en uno y 47% en otro, aunque en ambos países el exit es apoyado por sólo el 24 por ciento.

“Salvo un cambio radical en el escenario político, es extremadamente improbable que cualquier otro estado miembro de la UE procure iniciar el proceso de salida en 2019. Habiendo visto las dificultades y la inestabilidad que ha enfrentado un país poderoso y rico como el Reino Unido, es difícil que otro quiera recrear esa experiencia”, dijo Toomey.

Sin embargo, que no esté en peligro la continuidad ni la integridad de la Unión Europea no significa que no pueda seguir debilitándose. Sobre todo, si el populismo sigue avanzando en los distintos países del continente.

“Orban viene haciendo un trabajo duro en los últimos años para horadar la naturaleza supranacional de la UE y devolverle mayor soberanía a los estados miembros. No es fácil pronosticar qué va a pasar, pero es factible que el éxito continuado de populistas de derecha con ideas similares pueda facilitar su cruzada para debilitar los lazos que han mantenido unida a la UE durante los últimos 60 años”, concluyó.

 

 

Fuente:infobae.com

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