Enlace Judío México e Israel.- Diseñado por el empresario francés Ferdinand de Lesseps, fue inaugurado en 1869 el majestuoso canal de Suez. Dicho paso marítimo demostraba que la modernidad había llegado, pues permitía a grandes embarcaciones cruzar del mar Rojo al mar Mediterráneo sin tener la necesidad de rodear el extenso continente africano.
La iniciativa de construir el canal surgió de Ferdinand de Lesseps, quien aprovechando su estrecha amistad con el príncipe Muhammed Said convenció a la familia real egipcia de trabajar para esta iniciativa. Lesseps pedía a Egipto proporcionar todo lo necesario en cuestión territorial para construir el canal, además del 50% del capital necesario, por su parte, él se encargaría de la construcción de aquél magno proyecto, además de conseguir el capital monetario del otro 50%, este trato tendría una vigencia de 99 años, y cuando el plazo acordado llegara a su fin, el canal quedaría en manos egipcias en su absoluta totalidad.
Egipto aceptó el trato y los trabajos de construcción iniciaron. 60,000 campesinos egipcios se vieron obligados a realizar el arduo y mal pagado trabajo que implicó dicha construcción. Cuatro de cada cinco trabajadores eran egipcios y fueron arrancados de sus hogares por varios años para cumplir en el desierto jornadas de 18 horas de trabajo diario.
Dicho trabajo consistía en realizar, de manera constante y continua, la misma tarea: cavar toneladas y toneladas de arena. En la primera faceta de construcción y a falta de la maquinaria necesaria, los trabajadores tenían que cavar con sus propias manos, sin duda, era un trabajo poco humano, y las condiciones laborales eran tan inferiores que se estima que perdieron la vida cerca de 20,000 trabajadores.
De cualquier modo, la cifra de trabajadores fallecidos poco importó el día de la inauguración del Canal, pues ante una obra tan imponente, los respectivos inversionistas sólo pensaban en las enormes ganancias que este paso marítimo les iba a proporcionar.
Francia y Egipto compartirían las ganancias del canal hasta el año de 1968, o por lo menos, ese era el plan inicial. Pero seis años después de la inauguración, Egipto vendió su parte debido a deudas externas que asfixiaban su economía de manera irreparable. Era lamentable, el país que había invertido la mitad del capital y una enorme mano de obra para la construcción del canal, ahora se veía obligado a renunciar. La noticia no tardó en llegar a Gran Bretaña, la principal potencia colonialista, pues sin duda, el canal de Suez era una mina de oro y convenía convertirse en accionista, así que el país europeo ofreció 20 millones de dólares por las acciones egipcias, un buen negocio de Gran Bretaña, pues apenas una década después de su inversión, las acciones compradas ya tenían un valor 7 veces superior.
Lo que continuó después, fueron años de barcos cruzando por territorio egipcio, barcos que pagaban grandes cantidades de dinero al país más grande del Reino Unido y todo esto, sucedía a diario frente a los hijos y nietos de los constructores de aquel canal, frente a una población que a pesar de haber vendido sus acciones del paso marítimo, todavía se encontraba en una pobreza total. Nada que hacer, Egipto era una colonia británica y así se debía de aceptar y entender.
Hasta que en 1919, aprovechando todos los cambios que habían sucedido tras la Primera Guerra Mundial, la población nacional egipcia se manifestó en contra del colonialismo británico a través de una gran revolución, tres años después, Egipto logró su independencia y hasta elaboró una nueva constitución. Sin embargo, esta independencia era una completa falacia, pues los reyes de Egipto, no eran más que títeres cuyas cuerdas eran manipuladas por Gran Bretaña. Para decepción de muchos, el colonialismo británico sobre Egipto simplemente continuaba.
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