Enlace Judío México e Israel.- En muchas partes del mundo musulmán, la lucha por la igualdad de género se encuentra aún en sus etapas más primarias, debido a que una de sus mayores urgencias tiene que ver con salvar la vida de mujeres amenazadas por sus propios parientes a causa de haber manchado, presuntamente, el honor familiar mediante conductas o actos impropios.
ESTHER SHABOT
Cometer adulterio, tener relaciones sexuales fuera del matrimonio o ser víctima de incesto o violación detona entre los miembros varones de ciertas familias la decisión de asesinar a las “culpables” de esos hechos. Tales reacciones derivan de una larga tradición patriarcal autoritaria, para la cual, en presunto cumplimiento de estrictas reglamentaciones religiosas, es necesario recuperar el honor familiar a través de la eliminación física de las infractoras.
De hecho, en el léxico común de esas sociedades, hay dos formas de denominar el concepto del honor, uno de los más apreciados en esa cultura. Se le llama sharaf al honor en general, el cual puede perderse por haber cometido un delito común –agresión, robo o fraude, por ejemplo– transgresión que puede revertirse mediante la compensación establecida para resarcir el daño. Con otra connotación, en cambio, se maneja el término ird, utilizado para referirse al honor derivado de la conducta de las mujeres. En este último caso, cuando se atenta contra él, oficialmente no existe otra manera de limpiarlo más que con la desaparición física de quien ha incurrido en falta, según lo establece el estricto y misógino código regulador de las conductas femeninas.
Esas prácticas cuentan, por supuesto, cada vez con más reprobación a medida que se universaliza el concepto de respeto a los derechos humanos. En algunos países musulmanes –no en todos, por desgracia– se han realizado esfuerzos por eliminarlas, por lo que nuevas legislaciones las han criminalizado. Sin embargo, ello no ha impedido que se sigan presentando en diversos estratos de la población. En el caso de Jordania, una forma de supuesta protección a quienes lograban escapar de sus victimarios fue la de recluirlas en una prisión denominada Centro correccional y de rehabilitación Juwaida, donde convivían con las presas comunes por tiempo indefinido. Bajo el pretexto de protegerlas, se les privaba de su libertad, separándolas, además, de sus hijos, en caso de tenerlos.
Cientos de mujeres han pasado por esa trágica experiencia, que en algunos casos se llegó a prolongar hasta por más de diez años, ya que no podían abandonar el recinto carcelario sin la autorización de un varón de la familia, al cual se le exigía firmar un compromiso de que no se atentaría contra quien quedaba ya en libertad. Por supuesto, ese compromiso a menudo no era cumplido.
Ante ese panorama tan inhumano y desolador, el gobierno jordano decidió por fin hacer algo al respecto y hace medio año, gracias al activismo de la exministra de desarrollo social Hala Lattouf, se inauguró un albergue bautizado como Amneh House (Casa segura). Se trata de un lugar al que voluntariamente pueden acudir las mujeres amenazadas, y donde pueden permanecer con sus hijos pequeños el tiempo necesario para encontrar otras alternativas de vida. Un lugar que les brinda diversas opciones de capacitación laboral, actividades de esparcimiento, atención sicológica y de salud en general, y un ambiente cálido que intenta coadyuvar a la superación de los traumas sufridos. Es interesante que a este albergue se le ha asignado vigilancia policíaca en razón de la posibilidad muy real de que familiares de las asiladas persistan en sus intentos de dañarlas.
Proyectos como el descrito son, por supuesto, encomiables y muy necesarios. Pero si no van acompañados de decisiones dirigidas a actuar sobre la raíz de esa violencia feminicida, que encuentra su legitimidad en ideologías religiosas usadas a modo para ejercer el machismo institucionalizado, las cosas cambiarán muy poco. En todo caso, sería necesario que, desde el gobierno, las familias, la educación escolar y las prédicas y recomendaciones de las autoridades religiosas más respetadas, se modifique radicalmente el enfoque al respecto a fin de eliminar esas patologías sociales fundadas en el desprecio, el abuso y la minusvaloración de las mujeres.
Fuente:excelsior.com.mx
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