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jueves 21 de noviembre de 2024

La increíble escuela “experimental” de Auschwitz

Enlace Judío México e Israel.- El entrañable espacio de risas y juegos en medio del exterminio.

HÉCTOR OSORIOLUGO

¿Por qué leer sobre Auschwitz? ¿Hay algo nuevo o menos conocido?

Sí: que hubo momentos y zonas de felicidad en ese infierno. La razón la veremos hacia el final de esta nota. Sería un contrasentido que hubiera existido gente contenta en el campo de concentración nazi, Paraíso en Auschwitz nos muestra que la hubo. Es el documental mexicano de Aarón Cohen sobre unos entonces niños que narran hoy su experiencia. Uno de ellos es Bedrich Steiner, difusor infatigable de que sí hubo -contra quienes lo ponen en tela de juicio- un holocausto.

El documental se concentra en Freddy Hirsch que dirigió una escuela en aquel campo.

Veamos a este y a otros personajes que, al haber actuado de la forma como lo hicieron en aquel solar atroz, nos devuelven súbitamente la fe en la humanidad. Lo haremos en dos entregas: aquí la primera.

Unos trazos, antes, de Auschwitz

A primera vista y por las fotos oficiales, Auschwitz pasaba por una gran fábrica, con gerentes y oficinistas y obreros, una enorme instalación que contaba con todo: espacios para el trabajo y para la diversión de los trabajadores, cantinas, clubes para deporte, bailes y funciones teatrales y otras cosas. Mirando con detenimiento se podía percibir que en las escalas más bajas de la administración había presos en quienes se delegó cierta autoridad. Estos y otros más, aun judíos, se llegaron a ver en la necesidad de colaborar en los pormenores de las tareas de muerte con tal de obtener algo de pan.

Otras formas de exterminio

Solemos pensar que a quien entrara ahí le aguardaba ya sea la explotación de la mano de obra o el exterminio directo. O primero una y luego el otro. No. Había otras formas de muerte. Una era el Bloque 11, lugar de tortura. El que era llevado ahí no salía vivo. Entrar implicaba ser sometido a la más inhumana invención de formas para hacer sufrir. Otra era la muerte por el frío mismo: por sí solo era un instrumento mortal en manos de los nazis, al dejar sin abrigo, con su sola camisa a rayas, a los reclusos. Y había un grupo de personas a las que se orillaba a la muerte de la forma más lenta, a través de una creciente desnutrición.

El Ángel de la Muerte

La camarilla que lo acompañaba -además que de suyo despertaba miedo- vociferaba, daba órdenes terminantes, trataba a los prisioneros como a animales solo que con palabras («¡Te callas, o te meto una bala en la cabeza!»), arremetía de pronto contra las literas y lo que había a su paso como buscando algo y se frenaba de golpe ante los cautivos como si verdaderamente los respetara; creaba, vamos, todo un clima como marco a la aparición… del doctor.

El imponente médico era conocido como El Ángel de la Muerte.

Era el doctor Josef Mengele, aquel genetista que se dedicó a hacer toda clase de experimentos en personas vivas presas en Auschwitz.

Una vez seleccionados los ejemplares, él se retiraba.

Algo sobre la sexualidad de carcelarios y de encarcelados

Otros seleccionadores, por diferente motivo, eran ciertos militares: escogían de entre las prisioneras a quienes les gustaran para relacionarse sexualmente. La sobrevivencia de ellas — bajo la amenaza de acabar muertas a bastonazos — dependía de lo complacidos que hubieran quedado los oficiales…

Un aspecto más del ejercicio de la sexualidad era el prostíbulo… ¡para los reos! El pase a ese lugar era ganado con la docilidad. Los que habían osado rebelarse perdían el derecho.

Sí, hubo rebeliones: una mujer –por cierto que exbailarina- se jugó el todo por el todo separándose de su grupo ante la cámara de gas, se atrevió a desarmar a un oficial y lo mató con la misma arma. Luego hirió a otro. Los demás uniformados al darse cuenta barrieron a tiros con la prisionera y todas sus acompañantes.

La reforma educativa de Fredy Hirsch

Así es como resulta increíble que en aquel infierno helado hubiera –durante unos buenos meses- risas de niños.

Las hubo.

Kínder internacional ambulante

Inicialmente, en el gueto de Terezín, Checoslovaquia, Fredy Hirsch se hizo cargo de enseñar a los niños parte de lo que hoy conocemos como educación física: a acampar, a practicar deportes y a través de eso formar en sí mismos una disciplina como marco de los valores. Con el arribo de un nuevo grupo infantil se prohibió a los residentes como Fredy comunicarse con los recién llegados, mas nuestro personaje –que era un hombre incontrolablemente libre- se saltó la restricción, por lo que fue remitido en castigo a Auschwitz con un grupo de 5.000 prisioneros.

En vez de darse a la pena por el agravamiento del castigo, es en la prisión polaca donde su entusiasmo y afán de servicio fueron mayores.

 

 

 

Fuente:wsimag.com

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