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domingo 22 de diciembre de 2024

Todos los países que profesan ser democracias que acatan la ley deben condenar vehementemente la acción de Hezbolá

Enlace Judío México e Israel.- No hay diferencia entre las alas militar y política de Hezbolá. Ellas son una entidad – la cual debe ser proscripta.

ANDREW FREEDMAN

El Brexit domina comprensiblemente los titulares y corazones, pero hay otros temas más allá de nuestras costas que deben causar gran preocupación a los elaboradores de políticas y parlamentarios británicos.

Que la belleza natural y antigüedad de Líbano hayan sido mancilladas por una doctrina de odio es una tragedia que cabalga sobre culturas, religiones y países, y debe ser condenada rotundamente por todos. Este odio es pernicioso y penetra corazones y hogares con ideología y armas.

¿Su nombre? Hezbolá.

Los principios centrales de Hezbolá incluyen establecer una teocracia islámica en Líbano y librar la guerra contra Israel. No sólo escaramuzas, secuestros, bombardeos y misiles: la razón de ser de Hezbolá es asegurar que el estado judío sea “eliminado.” ¿Pero dónde está la queja universal?

Para un país que obtuvo la independencia democrática moderna en 1943 y cuyo pacto nacional no escrito insistió en tener un presidente cristiano maronita, un presidente del parlamento musulmán chií y un primer ministro ortodoxo griego, el ascenso de Hezbolá y estrangulamiento de Líbano es lamentable.

Hezbolá explota en forma insensible y cruel a la población civil libanesa local para que actúen como escudos humanos. Se estima que de cada tres casas en el sur de Líbano, una es de activos militares de Hezbolá. ¿Pero qué sucede cuando Israel decide tomar represalias contra misiles disparados por Hezbolá? ¿Qué sucede cuando Hezbolá decide violar la soberanía israelí excavando túneles (muchos de los cuales se originan en casas civiles) con una visión de matar y secuestrar israelíes? Israel está atrapado en un vínculo ignominioso.

Hezbolá no es una religión. No es una familia. Ningún niño merece nacer en una casa que es mera garantía en virtud de la geografía. Debe ser obvio que todos los países que profesan ser democracias que acatan la ley deben condenar en forma vehemente las acciones de Hezbolá y tomar medidas activas dentro del Consejo de Seguridad de la ONU para quitar a Hezbolá de áreas civiles y fortalecer a las Fuerzas Armadas Libanesas y a la UNIFIL.

La cruda barbarie de Hezbolá es enmascarada por el discurso reductivo y una estructura dual: un ala militar y un ala política. Esta dualidad parece confundir a ciertos jefes de estado y gobiernos. De hecho, algunos países argumentan que de hecho hay una gran diferencia entre Hezbolá el partido político y su ala militar. Pero esto es reminiscente de Jeremy Corbyn notando que él estuvo presente en el depósito de corona fúnebre para el grupo Septiembre Negro pero no participó. No hay distinción. Ninguna diferencia.

De hecho, Hezbolá mismo nunca ha buscado una distinción entre sus dos brazos. Es desconcertante que gobiernos que no han reconocido a Hezbolá en su totalidad como una organización terrorista. De hecho, sólo tiene una bandera que ha sido puesta a ondear, indescriptiblemente, en las calles de Londres.

Pero es más que eso. Hezbolá es un culto que intimida, asesina y chantajea a los ciudadanos libaneses. El ex presidente estadounidense Barack Obama escribió en julio del 2014 que las transferencias continuas de armas a Hezbolá sirvieron, “para socavar la soberanía libanesa, y contribuir a la inestabilidad política y económica en Líbano.” Cuanto más así más de cuatro años más tarde.

¿Y qué están haciendo de hecho los gobiernos? Nuestro propio gobierno está tan bloqueado por el Brexit que parece incapaz de tomar una decisión en relación a cualquier otra cosa – pero ¿dónde están los otros gobiernos? ¿Por qué, por ejemplo, ni un solo país en América Latina clasificó a Hezbolá como una organización terrorista? ¿Y por qué el Consejo de Seguridad de la ONU no estima necesario proscribir a Hezbolá? Seguramente debe unirse a las filas de Estados Unidos, Canadá, Francia e incluso la Liga Árabe en este sentido.

Pero Hezbolá no llegó solamente en 1982 como un hecho salvador inesperado para difundir el evangelio del terrorismo islámico. Es una marioneta para Irán. A cambio de adherir lealmente a los dictados del Ayatola Khomeni, a Hezbolá se le suministran armas de Irán; y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán supervisa la estrategia y entrenamiento de Hezbolá.

En el año 2016, el Comandante Adjunto del CGRI dijo: “Solamente en Líbano, más de 100,000 misiles están listos para ser lanzados… sólo están esperando la orden para que cuando sea apretado el gatillo, el punto negro maldito [Israel] sea borrado del mapa”.

¿Y ahora qué?

Es tiempo de que todos los gobiernos se reúnan para reconocer, condenar y tomar acción. Es hora que los gobiernos desafíen a esta banda de matones, de asesinos, de racistas, de intolerantes, de xenófobos.

Tener un nombre, una bandera, un estatus, concede a Hezbolá un carisma vacío que imploran todos los terroristas. Pero su intención y sus capacidades de mutilar, aterrorizar, matar y destruir siguen no disminuidas. Y a eso es a lo que tienen que oponerse todos los países que valoran los regalos de la vida y la libertad.

Llamándose a sí mismos el “Partido de Dios” ellos han manchado a todos los hombres de fe y de ninguna.

Porque Hezbolá no es un Partido de Dios. Es un partido que le ha dado la espalda a Él. Y la comunidad internacional debe hacer todo lo que pueda para cortar sus actividades atroces.

 

El autor es miembro del programa emblemático de diplomacia del Congreso Judío Mundial (WJC), el Cuerpo Diplomático Judío del WJC, una red a nivel mundial de 300 profesionales judíos de 50 países que actúan en los campos de la diplomacia y política pública en nombre de la judería mundial.

 

Fuente: The Jewish Chronicle
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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