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martes 19 de noviembre de 2024

Estado Islámico: El califato mundial que nunca fue

Enlace Judío México e Israel.- En septiembre de 1934, en una importante concentración partidaria nazi en Núremberg, Adolf Hitler declaró que la revolución nazi estaba completa, el poder supremo era suyo, y “en los próximos mil años no habrá otra revolución en Alemania”. Así comenzó el muy promocionado Reich de Mil Años. En su cénit, Alemania había conquistado y ocupado hasta el 40% de Europa. Para mayo de 1945 el régimen nazi había sido derrotado integralmente. Había durado once años.

NEVILLE TELLER

En junio del 2014 Abu Bakr-al-Baghdadi proclamó el establecimiento de un califato mundial, y a sí mismo como califa del Islam entero. La organización que él dirigía, el ISIL (el Estado Islámico de Irak y el Levante), fue renombrado Estado Islámico (EI). Él anunció que tenía intención de expandir su califato a través del Medio Oriente y Europa, conquistar tanto a Roma como a España. Y de hecho, por un año o algo así, sus conquistas territoriales fueron considerables. Para febrero del 2019 todo había sido perdido. Su califato mundial había durado menos de cinco años.

En su punto óptimo, el EI retuvo grandes porciones de territorio en Siria e Irak. Las áreas que controlaba presionaban duro contra la frontera sureña de Turquía, y se extendían hacia adentro apenas algunos kilómetros de las fronteras de Irán y Jordania. En su apogeo el EI estuvo gobernando efectivamente un estado de más de 34,000 millas cuadradas y controlando a millones de personas. Su ingreso venía del petróleo producido en las áreas que había invadido, comprado a precios de ganga por distribuidores en Turquía y otros lados. Su ingreso fue aumentado por el contrabando, impuestos, rescates de secuestros, vender artefactos robados, extorsión y controlando cultivos.

Los expertos islámicos explican que en la visión del mundo extremista, la Ummah (o ‘comunidad de fieles’) es un estado de guerra total con tres enemigos designados: el Occidente, los judíos y los regímenes musulmanes chiíes junto con sus habitantes. Esta guerra no sólo justifica actos de violencia extrema contra los que han conspirado para ‘reprimir a la fe verdadera’ – decapitaciones, crucifixiones, ejecuciones en masa y violación – pero involucra el rechazo de todas formas de ley hecha por el hombre y de la democracia.

El tratamiento del EI a la gente que había conquistado fue bárbaro en extremo. Cientos de hombres yazidíes fueron masacrados en una serie de festivales de asesinato, sedientos de sangre, y en un momento se creyó que el EI estaba reteniendo a unas 3,500 mujeres y niños de la comunidad yazidí como esclavos.

El EI y sus seguidores también se divirtieron claramente al llevar la guerra dentro del corazón del enemigo, instigando actos de terror indiscriminado en ciudades occidentales y contra turistas occidentales en todo el mundo. Adhiriendo a una filosofía religiosa que glorifica la muerte, sus adherentes todavía acuden en masa para cometer suicidio en actos ideados para destruir tantas vidas inocentes como sea posible.

La sucesión de atrocidades terroristas cometidas dentro de países occidentales tienen algún tipo de sentido sólo si están basadas en la presunción que las sociedades democráticas son básicamente inestables, y que bajo presión suficiente harán implosión – una presunción repleta de ilusión, y a la par de la creencia de Hitler en 1940 que un bombardeo sostenido sobre Londres resultaría en un colapso de la moral.

Los individuos inducidos a emprender ataques terroristas suicidas pueden vanagloriarse en su propio “martirio” y obtener satisfacción de causar muerte, miseria y violencia, pero hacen poco por promover el establecimiento de un califato mundial. Aunque tales ataques pueden generar temor en las poblaciones occidentales, es más probable que endurezcan la determinación de sus gobiernos de impulsar sus operaciones contraterroristas y presionar fuertemente a los que planean y perpetran el terror.

En un momento parecía que quitar al EI de sus posiciones bien arraigadas en lugares como Mosul y Raqqa sería poco menos que imposible. En su apogeo, el califato del EI ocupaba un área más grande que Jordania o Austria, y gobernó a cerca de 10 millones de personas. Hoy, gracias a los esfuerzos sostenidos de la coalición liderada por EE.UU, con una mención especial de las victorias en el campo de batalla por parte de la fuerza combatiente peshmerga kurda, el califato del EI en el terreno ha desaparecido. Su reino bárbaro está terminado definitivamente.

Lo que sigue son muchos beneficios positivos. El EI ya no puede aterrorizar más a los que viven bajo su control. Su poder para influenciar a jóvenes musulmanes impresionables de todo el mundo para que se unan a sus filas está seriamente comprometido. En cuanto a los cientos de combatientes voluntarios languideciendo ahora en campamentos, por no hablar de las mujeres jóvenes que acudieron en masa para unírseles como novias yihadistas, puede haberse caído las vendas de los ojos de al menos algunos. Pero la filosofía musulmana extremista retiene un fuerte atractivo para las mentes jóvenes impresionables, y sería un error que las democracias occidentales bajen la guardia simplemente porque el control del EI sobre el territorio que controló una vez le ha sido arrebatado.

¿Qué le ha sucedido a al-Baghdadi? Algunos medios de comunicación lo han reportado muerto. En contraste, el 19 de febrero del 2019 el servicio en idioma árabe de televisión Russia Today (RT) citó a una fuente de inteligencia iraquí diciendo: “Abu Bakr al-Baghdadi está aún vivo y está en Siria,” un informe confirmado por los medios locales, los cuales han informado también que al-Baghdadi, vestido en ropas civiles, está prófugo en Siria, cambiando continuamente de lugar.

Ese tipo de suerte fue evitado por Adolf Hitler allá por 1945. El 30 de abril, cuando quedó en claro más allá de cualquier duda que su Reich de Mil Años estaba muerto, él tomó una pistola y se disparó. Tenía 56 años.

 

 

 

Fuente: Eurasia Review
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México

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