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jueves 21 de noviembre de 2024

Un proyecto para transformar Francia

Enlace Judío México e Israel.- Después de dieciséis sábados de manifestaciones de los “chalecos amarillos”, que empezaron en noviembre al protestar contra el aumento de los precios del combustible impuesto por el presidente francés, Emmanuel Macron, la polémica parece haber tomado un oscuro giro.

GUY MILLIÈRE

Esto salió a la luz el 13 de febrero, cuando un pequeño grupo de manifestantes empezaron a lanzar insultos a un filósofo francés judío, Alan Finkielkraut —que nació y vive en París—, cuando lo vieron en una acera. Un hombre le gritó: “Cállate, sucia mierda sionista”, “Vete a tu casa a Tel Aviv”, “Francia es nuestra”, “Dios te va a castigar”. Un camarógrafo filmó el incidente, y después compartió el video en las redes sociales. Después se desató el escándalo. El movimiento de los “chalecos amarillos” en conjunto fue inmediatamente acusado por el Gobierno francés de antisemitismo y “fascismo”.

Finkielkraut afirmó que no había sido atacado por judío, sino por ser  defensor del Estado de Israel. Después añadió que el hombre que le insultó no hablaba como “chaleco amarillo”, y que las palabras “Dios te va a castigar” son una expresión de retórica islamista. La policía que vio el video identificó al hombre como un musulmán radicalizado, y al día siguiente lo arrestó.

En los días previos al incidente, habían tenido lugar varios actos antisemitas en París y los alrededores. Apareció pintada la palabra alemana “juden” [“judíos”] en la fachada de una panadería; se dibujaron esvásticas con rotulador negro sobre los retratos de la exministra judía Simone Veil; se destruyeron unos árboles que se habían plantado en memoria de Ilán Halimi, un joven judío que fue secuestrado, torturado y asesinado en 2006. Se han puesto en marcha investigaciones, pero hasta ahora nada ha demostrado ninguna relación entre el movimiento de los “chalecos amarillos” y estos actos antisemitas. El Gobierno francés sigue, no obstante, acusando a los “chalecos amarillos” de ser al menos parcialmente culpables.

Cuando el Gobierno francés, por ejemplo, publicó las estadísticas sobre los actos antisemitas perpetrados en 2018, y señaló un aumento del 74% respecto al año anterior, el portavoz del Gobierno vinculó este incremento a los “desórdenes” que habían tenido lugar en Francia, refiriéndose implícitamente a los “chalecos amarillos”.

Mientras, en una manifestación contra el antisemitismo organizada el 19 de febrero por el Partido Socialista y la República en Marcha (el partido creado por Macron), catorce partidos aceptaron participar. La Agrupación Nacional de Marine Le Pen, sin embargo, fue excluida. Los organizadores dijeron que la Agrupación nacional pertenece a la “extrema derecha”, y que no puede participar en una protesta contra el “peligro fascista”. Algunos de los lemas fueron: “Ya basta”, “No al odio” y “El antisemitismo no es Francia”. Participaron los expresidentes Nicolas Sarkozy y François Hollande. El primer ministro, Edouard Philippe, habló de una “Francia unida”. Un cantante musulmán, Abd al Malik, fue invitado a cantar el himno nacional.

El presidente Macron, durante el acto, fue al memorial del Holocausto en París. Al día siguiente, asistió a la cena anual del Consejo Representante de las Instituciones Judías, y pronunció un discurso contra el “odio racista”. Para asegurarse de que su público entendía que estaba hablando de los “chalecos amarillos”, utilizó una expresión que ya había usado el 31 de diciembre: “las masas del odio”.

El movimiento de los “chalecos amarillos” sigue siendo tachado por los miembros del Gobierno de antisemita y “fascista” a pesar del pequeño detalle de que nada prueba ninguna culpabilidad por su parte en los recientes actos antisemitas. El movimiento de los “chalecos amarillos” no empezó hasta noviembre, y por lo tanto no se le puede responsabilizar del aumento de los actos antisemitas en todo 2018. Los pequeños grupos de antisemitas que lograron infiltrarse en las manifestaciones de los “chalecos amarillos” fueron rápidamente expulsados. El movimiento de los “chalecos amarillos” va fundamentalmente contra los impuestos que muchos franceses consideran arbitrarios; no tiene nada que ver ni con el antisemitismo ni con el “fascismo”.

El antisemitismo en Francia ha ido cobrando fuerza. En los últimos quince años, once judíos de Francia murieron a manos de asesinos antisemitas, a menudo de formas terribles. En un creciente número de barrios, la vida cotidiana se ha vuelto invivible para muchos franceses judíos. Muchos que cuentan con los medios se han marchado de Francia. Muchos de los que no se han ido se han mudado a zonas más seguras del país. En las últimas dos décadas, el 20% de los franceses judíos (100.000 personas) han emigrado, y decenas de miles que han abandonado los lugares no seguros, como Seine-Saint-Denis, se han ido a otras zonas de Francia.

Algunos periodistas observaron que una decisión de movilizar a la gente contra el “peligro fascista” —y unir a casi todos los partidos políticos excluyendo a la Agrupación Nacional— parece una treta política, injusta y sesgada. Han hecho hincapié en que la mayoría de los ataques antisemitas, y todos los asesinatos de judíos en Francia no los cometieron miembros de la Agrupación Nacional, sino musulmanes extremistas.

También el 19 de febrero, decenas de miles personas de toda Francia se manifestaron contra el antisemitismo. Esas protestas parecen sin duda encomiables, si no tuviesen una agenda oculta. Muchos comentaristas, sin embargo, parecen pensar que eso es lo que estaba pasando.

Algunos líderes de las comunidades insistieron en que la manifestación contra el antisemitismo era una operación política destinada a demonizar a los “chalecos amarillos” y generar temores de un peligro inexistente para ayudar al partido de Macron, La República en Marcha, a ganar las elecciones europeas en mayo.

Otras personas señalaron que celebrar una manifestación que excluía a la Agrupación Nacional era una jugada para desviar la atención del verdadero peligro antisemita. También dijeron que los partidos políticos que apoyan los asesinatos de judíos eran precisamente los que niegan que el islam radical sea un peligro.

Los tertulianos televisivos señalaron que el Gobierno ha ignorado ampliamente la dimensión “antisionista” de los insultos dirigidos a Finkielkraut. También comentaron que la presencia en las manifestaciones de formaciones como el Partido Comunista Francés, y Ecología Europa —que apoyan a los terroristas que asesinan a judíos— fue una conmoción.

Gilles William Goldnadel, presidente honorario de la Asociación Francia-Israel, publicó un artículo en Le Figaro, donde decía:

Hacer que los chalecos amarillos asuman la culpa es un acto de cobardía [para evitar mencionar] el islamismo […]. Pedirle a la gente que marche contra el antisemitismo, y al mismo tiempo rechazar cínicamente a partidos políticos en nombre de un antifascismo fantasioso, pero aceptar estar al lado de partidos que apoyan a los asesinos [de judíos] es indignante. […] Es el islamismo el que mata a los judíos en Francia. No debemos olvidarlo. Desde 1945, cada gota de sangre judía que ha caído en Francia fue derramada por el islamismo.

El diputado Meyer Habib dijo que “la hipocresía alcanza nuevas cotas cuando los partidos que alaban a los asesinos terroristas afirman luchar contra el antisemitismo”. Citó en el Parlamento la lista de judíos asesinados en Francia y el nombre de sus asesinos, para demostrar que todos eran musulmanes radicalizados. Añadió que la movilización debería ser contra el “islam radical”, no contra los “fascistas”.

En una entrevista en televisión, el escritor Éric Zemmour definió la conducta de Macron y del Gobierno como una “farsa de bomberos pirómanos”.

Afirman que luchan contra el antisemitismo atacando a fascistas imaginarios, y lo hacen en alianza con izquierdistas que apoyan a los asesinos antisemitas, pero no hacen nada contra la islamización de Francia, que es la principal fuente hoy de antisemitismo en Francia. […]

Macron y el Gobierno están acelerando el auge del islamismo cada año al acoger en Francia a cientos de miles de inmigrantes musulmanes que vienen de países donde el antisemitismo es omnipresente, y siguen repitiendo ciegamente que el islam es una religión de paz. Contribuyen activamente al auge del antisemitismo cuando apenas denuncian el antisemitismo musulmán.

Zemmour añadió:

Macron odia a los chalecos amarillos y quiere que desaparezcan. Quiere ganar las elecciones europeas y necesita el voto musulmán. Sabe perfectamente quiénes son hoy los antisemitas, pero no los va a atacar. Los necesita. Ataca [sólo] a los que son peligrosos para él.

Concluyó diciendo que piensa que “Macron y el Gobierno podrían lograr sus objetivos en el futuro inmediato”, refiriéndose a la derrota de los chalecos amarillos y la victoria electoral, pero que el futuro de Francia parece sombrío:

Macron cree que la situación está bajo control. Se equivoca. Mientras que invoca el fascismo para aplastar a los chalecos amarillos y ganar las elecciones, está adoptando forma una alianza entre la extrema izquierda —que intenta reclutar a jóvenes musulmanes de los suburbios para luchar contra el capitalismo— y los islamistas, que quieren aliados para islamizar Francia. Macron cree que está usando a los musulmanes; son los artesanos de la islamización los que lo están usando a él.

Zemmour también se refirió al hombre que había insultado a Finkielkraut y que había gritado “Francia es nuestra”:

Los islamistas tienen planes. Ni siquiera lo disimulan al decirlo, pero nadie presta atención cuando lo dicen. Está en marcha un proyecto de conquista islámica en Francia. Eso es lo que debería preocupar a los judíos.

El periodista Ivan Rioufol, que también utilizó la palabra “farsa”, habló de una lucha encabezada por el Gobierno contra “los casi inexistentes fascistas” y “el uso de la lucha contra el antisemitismo” para aplastar a un “antisemitismo casi inexistente” soslayando el “antisemitismo que ataca y mata”.

En una entrevista reciente, Finkielkraut dijo: “Si alguien dice: ‘Francia nos pertenece’, significa [para él] que Francia está destinada a ser terreno islámico”.

En un texto publicado el 23 de noviembre de 2018, en una de las principales webs musulmanas francesas, islametinfo.fr, el predicador francés islamista Elias d’Imzalene escribió:

Nos corresponde a nosotros darle un significado político a esta revuelta. El objetivo no es simplemente desafiar una subida de los impuestos, sino al sistema político que lo induce. […] ¿Quién está más legitimado que el musulmán político —que asume su función de despertar a las masas y rechazar la opresión— para ser la vanguardia de la revuelta?

Un documental, Under a False Identity (Bajo una identidad falsa), del periodista Zvi Yehezkeli, muestra en detalle cómo algunas organizaciones islamistas se están preparando para ser la “vanguardia de la revuelta”, utilizando todas las oportunidades disponibles para hacerse con el control de Francia. Una de las personas que entrevistó, líder de los Hermanos Musulmanes en Francia, dijo que los Hermanos Musulmanes están ganando terreno, y que pueden contar con la ayuda del Gobierno francés, que subvenciona sus actividades. El hombre muestra documentos a la cámara que prueban lo que dice. El texto es visible. El documental nunca se ha emitido en Francia.

Volviendo al discurso de Macron en la cena del Consejo Representante de las Instituciones Judías: habló brevemente de un “antisemitismo basado en el islamismo radical”, pero inmediata —e incorrectamente, como dijo el presidente turco Recep Tayyip Erdogan: “El islam es el islam”— definió el “islamismo radical” como una “religión deformada” y no como un islam verdadero. Dijo igual de brevemente que el “antisionismo es una forma de antisemitismo”, pero que no pediría votar una ley para condenar el antisionismo.

Añadió inmediatamente que su intención es luchar contra “otros odios: el odio contra los musulmanes, el racismo en todas sus formas y el racismo anti LGBT”. Dijo que prohibirá las asociaciones que “alimenten el odio”. Después nombró a tres asociaciones que tiene intención de prohibir lo antes posible: una organización neofascista muy pequeña, Social Bastion, y dos minúsculos grupos nazis, Hexágono de Sangre y Honor y Combate 18. No nombró a ninguna organización izquierdista, antifascista o islámica, a pesar de que son evidentemente responsables de mucha más violencia perpetrada al final de las manifestaciones de los “chalecos amarillos” y son fácilmente identificables: muchas páginas webs o direcciones postales.

Macron afirmó que “la política exterior de Francia es conocida”, pero no lo desarrolló. No podía recordarle a un público judío que Francia es uno de los principales defensores de la Autoridad Palestina, o que “lamentó” la decisión de Israel de congelar los fondos utilizados por el líder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, para recompensar a los asesinos de judíos y a sus familias, o que había trabajado durante meses con Alemania y Reino Unido para crear un mecanismo comercial destinado a ayudar a los mulás de Irán, que repiten a menudo su intención de borrar a Israel del mapa.

El 20 de febrero, tuvo lugar la decimoquinta manifestación de los “chalecos amarillos” en París sin mayores incidentes. La policía utilizó algunas granadas explosivas, pero nadie resultó herido. No hubo ataques antisemitas. A una mujer con el velo integral, que llevaba un chaleco amarillo con lemas antijudías, se le pidió que se marchara. Iba acompañada por algunos hombres con barba que también llevaban chalecos amarillos. Todos se fueron discretamente.

Al día siguiente, en el centro de París, se celebró otra manifestación. Los defensores de los palestinos se congregaron para exigir la puesta en libertad de “los presos políticos palestinos”. Ondearon imágenes de personas condenadas por asesinar judíos que ahora están en cárceles israelíes, y carteles que decían: “Israel asesina a niños palestinos”, “Destruyamos el apartheid israelí” y “Muerte a Israel”. Macron y el Gobierno francés no parecen considerar problemáticos a los organizadores de esa manifestación.

 

 

Fuente: es.gatestoneinstitute.org

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