Enlace Judío México e Israel – Moisés Harari tiene 20 años y es soldado del las FDI. Está cursando el tercer año de su servicio militar en un país donde hombres y mujeres tienen la obligación de hacerlo. Pero Moisés no nació en Israel sino en México. Dice que no recuerda tanto sobre cómo llegó a Israel pero piensa que la idea de sus padres de hacer aliyá le pareció bien, no recuerda que lo hayan obligado a viajar al otro lado del mundo.
Tampoco el servicio militar lo siente como una obligación. Dice que lo hace con gusto y, cuando lo dice, en sus ojos se nota la misma convicción y la misma seguridad que cuando su madre, corresponsal de Enlace Judío en Israel, le pregunta, en esta entrevista exclusiva, si a veces siente miedo.
Su respuesta es un categórico “no. Desde que me metí al ejército siempre esperé este momento, que cuido con mi cuerpo los asentamientos judíos.” Con la misma convicción asegura que le gustaría que sus hijos e hijas fueran soldados como él, pero también dice que en ocho meses, cuando finalice su servicio obligatorio, dejará el ejército para buscar un trabajo y “hacer algo de mi vida”.
En estos dos años, Moisés ha hecho grandes amigos. “Como con ellos, me baño con ellos, duermo con ellos, hago todo con ellos”, asegura. Dice que si bien es cierto que de los 18 a los 21 años son “los más bonitos de la vida”, la experiencia del ejército es eso, una experiencia, y que no se ha perdido de nada.
El joven sargento dice que tan pronto como dejó la casa de sus padres para vivir en un cuartel militar, donde enfrentó un durísimo entrenamiento de ocho meses, sintió que su adolescencia terminaba y se convertía en un adulto. La gran responsabilidad que implica llevar la seguridad de su país sobre los hombros no lo inquieta pues, dice, parte de su entrenamiento consistió justamente en eso, en “agarrar esa responsabilidad y saber qué hacer con ella.”
También lo entrenaron para dormir poco y comer mal. Las FDI gozan de un prestigio internacional como uno de los ejércitos mejor entrenados del mundo y, a juzgar por el semblante sereno, la mirada noble y profunda de este joven israelí nacido en México, que este día se ha sentado a la mesa familiar para contarle su historia a su propia madre, se trata de una fama bien ganada.
Después de la entrevista, Harari volverá a cuidar con su cuerpo y con su vida los asentamientos judíos de Cisjordania. Pasarán dos largas semanas hasta que pueda volver a casa aunque, dice con la misma seguridad de siempre, también a esa larga ausencia se ha acostumbrado.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico
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