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jueves 21 de noviembre de 2024

La lucha contra el extremismo precede a la lucha contra el terrorismo

Enlace Judío México.- Las declaraciones de victoria están en boca de todos los involucrados en la guerra contra el terrorismo en Siria. Sin embargo, esta es una victoria temporal. A mi juicio, es sólo una cuestión de tiempo hasta que emerja otra organización similar al Daesh o Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).

GEORGE CHAYA

La última versión del Daesh o el llamado Estado Islámico, cuya derrota fue anunciada en Siria semanas atrás, nació en 2011 después de la declaración del fin de la organización terrorista Al-Qaeda. En su momento, se anunció que Al-Qaeda había sido completamente destruida tras su derrota en Bagdad y en el oeste de Irak. Lo cierto es que eso no fue así.

Actualmente, el número de lo que se dice que son miembros de Daesh que han sido arrestados en Siria ha llegado a unos 30.000 combatientes. No obstante, el número de personas que se unieron al grupo terrorista durante la guerra siria se estima en más de 60.000 según una estimación basada en el número de detenidos que dejaron diferentes partes de Siria después del lanzamiento de los ataques de la coalición internacional contra ellos el verano pasado. Informes de las agencias de seguridad regionales indican que los combatientes terroristas de Daesh abatidos no excede el número de 10.000, en consecuencia, y más allá del medio millón de muertos en la guerra civil siria que registra la ONU, los números no cierran en materia de terroristas detenidos y abatidos en relación a la tropa del Daesh que combatió en Siria.

El punto que parece no comprender Occidente es que, al igual que Al-Qaeda, Daesh es una idea, y las ideas no mueren fácilmente en el entorno caótico y vacío del mundo árabe Islámico.

Al-Qaeda apareció por primera vez en Afganistán después de que los talibanes tomaron el poder y luego de la retirada de las tropas estadounidenses a principios de los años noventa. A partir de ahí, la idea del extremismo armado transfronterizo se extendió a los países de la región a través de los medios de comunicación, las mezquitas y otras incubadoras del germen terrorista.

Al-Qaeda entró en escena en Irak después del colapso del régimen de Saddam Hussein y el establecimiento de un gobierno temporal débil en Bagdad fue un escenario propicio para su crecimiento. Aunque, finalmente, la organización fue derrotada en Irak después de que miles de personas murieran en la provincia de Anbar, resurgió bajo un nuevo nombre y bandera.

En 2011, comenzó en Siria la revuelta civil y pacífica. Abu Bakr Al-Baghdadi, que había establecido un “califato” y lo llamó Estado Islámico de Irak, aprovechó la oportunidad para expandir su llamado estado a través de la frontera hacia Siria.

Al-Baghdadi comenzó por establecer la presencia de Daesh en Siria y eligió a Abu Mohammad Al-Julani para la tarea. Pero Julani pronto estuvo en desacuerdo con su líder y en su lugar fundó el Frente Al-Nusra vinculado a Al-Qaeda.

Posteriormente, Al-Julani decidió en 2016 cambiar el nombre de su organización a Jabhat Fateh Al-Sham (JFS). Dijo que el objetivo era “repeler los pretextos de la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos y Rusia, que estaban bombardeando y desplazando a los musulmanes en Siria bajo el pretexto de atacar al Frente Al-Nusra”. La verdad era más sencilla y quedó demostrado que todo era parte de un juego islamista para formar alianzas con Turquía y una serie de otras facciones dentro de Siria.

También surgieron otros movimientos terroristas, incluyendo el Movimiento Nour Al-Din Al-Zenki, Liwa Al-Haqq, Shaysh Al-Sunna y el Frente Ansar Al-Din. Incluso JFS cambió su nombre de nuevo a Hayat Tahrir Al-Sham.

Siria no fue el único territorio invadido por Al-Qaeda, ya que los grupos ideológicos satelitales de la organización están presentes en muchas áreas. Al-Qaeda tiene presencia en la Península Arábiga, el subcontinente indio y el Magreb Islámico, además de la organización Al-Shabab y sus células durmientes en Irak y en otros lugares de la región.

En otras palabras, declarar la victoria y la destrucción del califato terrorista de Daesh es un evento confinado a su lugar y tiempo. El terrorismo seguirá siendo una idea producida por el extremismo religioso. Esto significa que luchar contra el extremismo es tan importante como luchar contra el terrorismo, que se limita al contexto de utilizar armas y explosivos para asesinar el mayor número posible de civiles inocentes en cada una de sus operaciones.

Las organizaciones como la Hermandad Musulmana, por ejemplo, siguen siendo una gran escuela para producir ideas peligrosas, aunque es cierto que también que entre sus seguidores y ramas hay grupos menos peligrosos que Al-Qaeda.

El extremismo es una interpretación desviada de la religión que se vale de ella y deriva en violencia que alimenta la ideología yihadista y conduce inexorablemente al terrorismo.

Concluyendo, hemos visto lo suficiente de esto durante los últimos 30 años como para que la comunidad internacional y occidente continúen sin comprender que el extremismo es un credo que se nutre a sí mismo y se manifiesta de manera inequívoca a través de la violencia terrorista.

Fuente: Infobae

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