Enlace Judío México e Israel.- La guerra de Malvinas es una caja de Pandora de la que no dejan de aparecer historias que sorprenden hasta a los mayores conocedores de la materia. Uno de estos casos es el que ocurrió con los cinco rabinos argentinos que fueron enviados a prestarles asistencia espiritual a los soldados judíos que estaban destinados en las islas y en las costas patagónicas. Allí, defendían el continente de una posible incursión británica para atacar las bases desde donde despegaban los aviones que abastecían el archipiélago y los que atacaban a la flota inglesa.
HERNÁN DOBRY
Todo esto sale a la luz por primera vez en el libro “Los rabinos de Malvinas: La comunidad judía argentina, la guerra del Atlántico Sur y el antisemitismo”, del periodista Hernán Dobry.
Más allá de las funciones que cumplieron, su trascendencia se basa en que fue la primera y única vez en la historia argentina que hubo capellanes de otra religión que no fuera la católica acompañando a las Fuerzas Armadas.
Lo que resulta más increíble es que la designación de los rabinos se dio durante la última dictadura militar, acusada internacionalmente no sólo por las violaciones a los derechos humanos, sino particularmente por el antisemitismo que existía tanto entre sus filas como en los centros clandestinos de detención.
Pero la guerra todo lo pudo y los cinco religiosos lograron viajar y prestarles asistencia a los soldados judíos desplegados en la Patagonia. Sin embargo, no los dejaron llegar a las Malvinas por diferentes razones que van desde lo estratégico hasta el antisemitismo.
El general de división Osvaldo García, que era el comandante del Teatro de Operaciones Sur, se oponía a que arribaran los rabinos a Comodoro Rivadavia, escala previa para ir a las islas, a pesar de que había recibido la orden del Estado Mayor Conjunto de encargarse de ellos. Eso le provocó un enfrentamiento con un subalterno, el coronel Esteban Solís.
“Me dijo: ‘No vamos a aceptar a ningún rabino que venga para acá, porque no tenemos tiempo para recibirlos ni ocuparnos de eso. De manera que si el Estado Mayor insiste veremos qué es lo que ocurre’”, recuerda el coronel. Finalmente, el general recapacitó y permitió que pudieran cumplir con sus funciones.
Así, el rabino Baruj Plavnick viajó a Comodoro Rivadavia el 12 de mayo, en camino hacia Puerto Argentino, seguido por sus colegas Efraín Dines, quien debía quedarse en esa ciudad (luego fue transferido a Trelew) y Tzví Grunblatt, quien fue destinado a Río Gallegos, que lo hicieron el 16.
Luego, Plavnick fue reemplazado (dos semanas después) por Felipe Yafe, el líder espiritual del Centro Unión Israelita de Córdoba en esos años. Grunblatt, en cambio, fue relevado por su hermano, Natán, con quien trabajaba en Jabad Lubavitch de Buenos Aires.
El origen.
La idea de enviar religiosos a asistir a los soldados judíos tuvo dos orígenes paralelos que terminaron convergiendo en una sola gestión. La primera surgió del Movimiento Conservador y de su máximo exponente y fundador en el país, el rabino Marshall Meyer, en una de las reuniones que solía realizar los sábados luego del servicio de Shabat (conocidas como kidushito) en su departamento en Zapiola 1646 5º piso, en el barrio porteño de Belgrano.
Allí debatió con Plavnick, por entonces su asistente, y otro grupo de personas sobre la postura a tomar respecto de la decisión del gobierno de recuperar las Malvinas. Ante el apoyo de su colega a la medida de la Junta, Meyer lo instó a que viajara a prestarles apoyo a los conscriptos judíos que habían sido movilizados.
Para lograr eso, Meyer levantó el teléfono y se comunicó con el secretario general de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (Daia), Edgardo Gorenberg, para pedirle que buscara la forma para que un religioso pudiera embarcarse junto a las tropas argentinas que estaban cruzando a las Malvinas, algo que sorprendió al dirigente.
Al mismo tiempo, el Seminario Rabínico Latinoamericano comenzó a mover sus contactos en la Dirección General de Cultos del Ministerio de Relaciones Exteriores, y logró que los conectara con el Estado Mayor Conjunto (EMC).
Esta inquietud sirvió para que los dirigentes comunitarios se movilizaran, al punto de que plantearon abiertamente el tema en la sesión plenaria de la Daia realizada el 26 de abril. Para entonces, el operador político de la institución, Bernardo Fain, ya se había reunido con el jefe del EMC, el vicealmirante Leopoldo Suárez del Cerro, y le había solicitado la posibilidad de llevar apoyo espiritual a los cerca de 200 soldados judíos que estaban movilizados en el sur y las Malvinas.
Finalmente, luego de varias idas y vueltas, el marino le informó que las Fuerzas Armadas habían decidido aceptar la petición y que los rabinos partirían inmediatamente hacia el sur y las Malvinas.
La misión.
Tanto la comunidad judía como el Ejército desconocían cómo manejar este tema, ya que era algo inédito para ambos. Por un lado, los militares habían estipulado que los enviados debían “vestir como capellán”, pero los propios religiosos no se ponían de acuerdo sobre qué harían con este tema cuando llegaran a sus respectivos destinos en la Patagonia y tuvieran que presentarse ante los militares.
Plavnick no quería usar uniforme por el significado que tenía para él, ya que solía visitar las cárceles junto con Meyer para prestarles asistencia espiritual a los presos políticos que estaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. En cambio, Grunblatt y Dines no tenían problema.
Finalmente, decidieron no vestir uniforme. Más allá de este detalle, nunca fueron considerados literalmente como capellanes por las Fuerzas Armadas, a pesar de que los llamaban así en todos los documentos oficiales. Esto hubiera implicado otorgarles un sueldo, un grado militar equivalente al que recibían los curas y, luego, una pensión de por vida como retirados, algo que no ocurrió.
Esto no impidió que todos ellos pudieran cumplir su misión de prestar asistencia espiritual a los soldados judíos que estaban desplegados en la Patagonia, salvo Plavnick, que nunca pudo llegar a las Malvinas.
El cruce fallido.
Baruj Plavnick llegó el 12 mayo a Comodoro Rivadavia donde debía embarcarse rumbo a Puerto Argentino. Sin embargo, antes de partir el vicealmirante Suárez del Cerro notificó a Fain de que en lugar de hacer el cruce en un avión de la Fuerza Aérea lo realizaría en uno de la Cruz Roja que debía llegar al sur en esos días.
El cambio se debió a que el rabino era un civil y las aeronaves militares sólo se utilizaban para trasladar a militares y equipamiento. Esto demuestra que nunca fue considerado un capellán, como sus pares católicos y como lo expresaban los papeles.
Esto hizo que el viaje se fuera postergando en el tiempo ya que los miembros de la Cruz Roja, que estaban aguardando en Comodoro Rivadavia, tampoco podían llegar a las Malvinas ya que la Fuerza Aérea no autorizaba que el vuelo. Las razones que aducían eran estratégicas. Por un lado, la pista de Puerto Argentino había sido bombardeada al comienzo de la guerra y los argentinos simulaban que permanecía inutilizada, por lo que si ese avión aterrizaba les estarían dando una señal a los ingleses de que realmente se encontraba operativa y podrían volver a atacarla.
Sin embargo, los miembros de la Cruz Roja y el representante de la Cancillería que los acompañaba, el embajador Federico Mirrré, creen que la verdadera razón por la que no querían que cruzara alguien que no fuera militar era que pudiera contar lo que se estaba viviendo en las Malvinas: el hambre, el maltrato y la falta de equipamiento y ropa adecuada, entre otros.
“El general García era uno de los que hubiera favorecido el traslado, no así el brigadier Crespo. Puede ser que haya sido una excusa política para evitar la presencia de la gente de la Cruz Roja. No lo descarto”, afirma el diplomático.
Esto también lo advertía Plavnick. “Siempre tuve más que sospechas de que a los militares no les interesaba que fuéramos”, explica y Yafe concuerda: “Uno de los motivos por los que no querían que fuera, era que no deseaban que alguien ajeno a la comunidad militar, sin pactos preexistentes, viera lo que estaba pasando”, destaca.
Por eso, el rabino que debía cruzar a Malvinas tuvo que asentarse en Comodoro Rivadavia y su colega Efrain Dines, quien debía quedarse en la ciudad chubutense, fue trasladado a la zona de Trelew-Rawson para asistir a las tropas acantonadas allí.
Más allá de esto, los cinco religiosos pudieron cumplir libremente con su tarea junto a los soldados judíos en la Patagonia, una tarea que, sin saberlo, se convertiría en un hecho inédito que nunca más se repetiría en la historia del país.
Fuente: lavoz.com.ar
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