Enlace Judío México.- La guerra que ha devastado a Siria durante la última media década está llegando a su final. El califato declarado por Abu Bakr al-Baghdadi de la organización “Estado Islámico” el 29 de junio del 2014, en la mezquita al-Nuri en Mosul ahora consiste de algunos metros cuadrados devastados en Baguz, en el Valle Bajo del Río Éufrates de Siria, que están a punto de caer ante las fuerzas kurdas. La rebelión principalmente árabe suní contra el régimen de Bashar al-Asad, mientras tanto, ya terminó. Lo que queda de ella es ahora el componente militar de un proyecto turco de convertir un rincón del noroeste de Siria en una entidad cliente de Turquía.
JONATHAN SPYER
En lugar de la antigua guerra, sin embargo, han comenzado tres nuevas. Están teniendo lugar en las tres áreas independientes de facto cuyos límites se están volviendo evidentes a medida que se aclara el humo de la batalla previa: el área controlada por el régimen, garantizada por Rusia; el área al este del Río Éufrates controlada por las Fuerzas Democráticas Sirias, que están compuestas primariamente de combatientes kurdos protegidos por Estados Unidos y la fuerza aérea occidental; y finalmente el área controlada por los turcos y sus aliados suníes en la provincia Idlib. El área del régimen consiste de un 60% del territorio del país, las FDS tienen alrededor del 30%, y el área turca-islámica suní tiene alrededor del 10%. Cada una de estas áreas esta albergando ahora una guerra civil propia, apoyada por enclaves vecinos.
a más frágil de las tres entidades, tanto en términos de acuerdos internos y relaciones con potencias externas, es el área turca-islámica suní. La parte sureña de esta área es gobernada hoy en su totalidad por Hayat Tahrir al-Sham, una extensión de la franquicia siria de al Qaeda. La zona está protegida de una incursión terrestre por parte del régimen de Assad por el acuerdo precario Sochi, alcanzado entre los presidentes Vladimir Putin de Rusia y Recep Tayyip Erdogan de Turquía en septiembre del 2018. Pero aunque no parece inminente una incursión terrestre, las provincias Idlib y Hama son sometidas a diario a bombardeo de artillería del régimen.
Más al norte, en el ex cantón kurdo de Afrín, los turcos y sus aliados están enfrentando una insurgencia emergente, aunque poco informada, apoyada por las Unidades de Protección Popular Kurda, conocidas como YPG. Un informe reciente de Bellingcat, citado en un artículo de Amberin Zaman en al-Monitor, destacó 220 ataques llevados a cabo en la zona de Afrin contra fuerzas turcas y aliadas entre fines de marzo del 2018 y fines de enero, en la forma de emboscadas a los costados del camino, artefactos explosivos improvisados, y ejecuciones de llamados colaboradores. Alrededor de 100 personas han sido asesinadas durante el mes pasado, según el informe de Bellingcat.
Los ataques comenzaron en enero del 2018, inmediatamente después de la llegada de Turquía en la región como parte de Operación Rama de Olivo, la cual destruyó el cantón occidental más autónomo de los kurdos sirios. Siguió una campaña de expulsión de los kurdos. El YPG kurdo no asume la responsabilidad por los ataques actuales. El movimiento hermano del YPG en Turquía, el Partido Obrero de Kurdistán o PKK, tiene una práctica sin embargo, de usar los nombres de grupos fachada cuando participa en algunas de sus actividades amistosas con las fotos; es probable que el YPG esté haciendo lo mismo.
El área controlada por EEUU y las FDS al este del Éufrates está presenciando también las revueltas de la insurgencia interna dirigida desde afuera. Según el Observatorio Sirio para Derechos Humanos, han sido asesinados “236 combatientes [de las FDS), civiles, trabajadores petroleros, y funcionarios” desde agosto del 2018 en incidentes no relacionados con el conflicto de primera línea contra el Estado Islámico. Los asesinatos han tenido lugar a lo largo de cuatro provincias de Raca, Aleppo, Hasacá, y Darazur, las que son controladas en su totalidad o en parte por los kurdos aliados de EEUU. Las acciones más recientes, de acuerdo con el observatorio, fueron el asesinato a principios de este mes de un combatiente de las FDS en el área de Swidan Jazira en el campo oriental de Darazuer, y la explosión de un artefacto explosivo improvisado en el área Jammah de la misma provincia.
Las FDS culpan a Turquía por estas acciones, y por asesinatos anteriores tales como el del
prominente funcionario kurdo local, Omar Alloush, en marzo del 2018, y del Jeque Bashir Faisal al-Huwaidi, un líder de la tribu Shammar alineada con las FDS, en Raqqa en noviembre del 2018. Hay otros posibles sospechosos dentro de Siria, sin embargo, incluidos el regimen de Assad (o sus aliados iraníes) o el Estado Islámico, todos los cuales son enemigos de los kurdos apoyados por Estados Unidos.
El área controlada por el régimen es por lejos la más segura de las tres regiones separadas de Siria. El Presidente Bashar al-Assad se ha embarcado en un camino lento a recuperar legitimidad ante los ojos de la mayoría de los sirios y no enfrenta ninguna gran amenaza para su control continuado sobre la mayoría de la tierra de Siria. Pero en áreas controladas por el régimen, también, hay rumores de descontento. Una formación caótica de fuerzas detenta poder e influencia en esta zona. Estas incluyen a milicias locales y extranjeras alineadas con Irán, la policía militar rusa, el Hizbalá libanés, y, por supuesto, distintas estructuras de seguridad rivales del estado sirio. Estas fuerzas han cooperado en favor de mantener en el poder a Asad, pero sus intereses no están de otra manera alineados completamente.
Esto ha llevado predeciblemente a tensiones por su poder relativo, y a reacciones violentas. En la intranquila provincia Daraa en el sudoeste, esto ha resultado en una insurgencia renovada a pequeña escala contra el régimen de Asad. Desde noviembre del 2018, un grupo que se llama a sí mismo Resistencia Popular—el cual parece consistir de ex combatientes rebeldes no yihadistas—ha llevado a cabo una serie de bombardeos de instalaciones del régimen y ataques contra puestos de control. El último de estos fue el bombardeo de un puesto de control militar el 6 de febrero, un video del cual fue publicado online.
A medida que el califato del Estado Islámico desaparece del mapa de Siria, el país se está asentando en una realidad crepuscular de la división de facto, en la cual una variedad de insurgencias reducidas continúan cobrándose vidaslaim lives. La guerra abierta en Siria terminó en gran medida. La paz, sin embargo, seguirá siendo una esperanza distante.
Jonathan Spyer es un miembro investigador en el Jerusalem Institute for Strategic Studies.
Fuente: Foreign Policy
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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