Enlace Judío México e Israel.- El presidente de Turquía ha ejercido un populismo con fuerte carácter islámico, mucho antes de que la oleada populista que presenciamos inundara al mundo. Sin embargo, parece ser que llegó el momento en que empieza a sufrir reveses importantes.
ESTHER SHABOT
Diecisiete años ha durado la trayectoria política exitosa del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, años en los que poco a poco fue acumulando más y más poder, no sólo gracias a las habilidosas maniobras mediante las cuales logró enmendar la constitución para seguir ocupando el más alto puesto de mando, sino también por efecto de la brutal represión de la disidencia y las purgas que emprendió tras el intento fallido de golpe de Estado en su contra en el verano de 2016.
Puede afirmarse que Erdogan ha ejercido un populismo con fuerte carácter islámico desde hace años, mucho antes de que la oleada populista que actualmente presenciamos inundara al mundo. Sin embargo, parece ser que llegó el momento en que empieza a sufrir reveses importantes que, de algún modo, anuncian un declive innegable del poder omnímodo con el que él y su partido, el AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo), han dirigido la vida nacional turca. En las elecciones municipales del domingo pasado, dos de las más importantes ciudades, Ankara y Estambul, fueron ganadas por la oposición, aun cuando en esta última la diferencia entre los contendientes fue tan pequeña que todavía se están realizando recuentos para corroborar los resultados.
En el caso de la ciudad capital, Ankara, el triunfador por un margen de cuatro puntos porcentuales fue el candidato del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Mansur Yavas, una derrota especialmente dolorosa para el Presidente, ya que en el último cuarto de siglo esa urbe ha estado en manos del movimiento conservador religioso que él representa. Otras tres ciudades, Adana, Antalya y Mersin, que se encuentran entre las diez más grandes del país, también le fueron arrebatadas al AKP, con lo que el saldo final ha sido especialmente amargo para Erdogan.
Los partidos de oposición en el país ciertamente han recibido una inyección de fuerza y optimismo al haber tenido estos logros no obstante el piso tan disparejo en el cual compitieron.
Porque, a lo largo de los tiempos de campaña, fue evidente la enorme ventaja del AKP al tener un control casi monopólico de los medios de comunicación nacionales, y al haber recurrido a una retórica en la que se acusaba a las fuerzas de oposición de estar plagadas de traidores a la patria e incluso de terroristas que conspiran contra los intereses reales del pueblo.
¿Qué fue lo que consiguió alterar este dominio tan absoluto de Erdogan? Muy probablemente un hartazgo respecto a los abusos del régimen en muchos sentidos, pero también la innegable recesión económica que aqueja al país después de varios años en que las cosas marcharon bien en ese aspecto.
Y es que Erdogan ya no se puede seguir jactando de ser el artífice de la prosperidad y el crecimiento cuando la inflación llega hoy al 20% y los precios de los comestibles se han elevado hasta en un 30%.
La reacción de Erdogan ante estos descalabros electorales ha sido la de menospreciar a sus rivales señalando que, con todo y las ganancias obtenidas por ellos, siguen siendo débiles en la medida en que el AKP junto con sus aliados ultranacionalistas siguen constituyendo la mayoría en el parlamento. Presumió, además, que de la totalidad de la votación nacional en los comicios, su partido y sus aliados recibieron el 52% de los votos, y dejó entrever que emprendería medidas regulatorias para limitar la autoridad fiscal de las municipalidades. O sea, que desde su presidencia y con apoyo de su mayoría parlamentaria está dispuesto a dificultarles la vida a las nuevas figuras que tomen las riendas de las entidades que ahora quedaron en manos de la oposición.
Como a menudo sucede tras una derrota electoral, en el seno del AKP, apareció de inmediato el divisionismo interno y la búsqueda de culpables del fracaso. Un legislador de esa bancada se refirió a la existencia de “traidores” dentro del partido, “…quienes actuaron como si estuvieran con nosotros, mientras que nos estaban apuñalando por la espalda”. El caso turco, con este último episodio en su larga saga populista, constituye una muy buena lección de cómo se dan las cosas dentro de este tipo de regímenes actualmente tan de moda.
Fuente:excelsior.com.mx
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