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martes 03 de diciembre de 2024

¿Un próximo califato?

Enlace Judío México e Israel.-  ¿Dónde creará ISIS su próximo califato?

GUSTAVO SIERRA

Hace apenas unos días, el ISIS perdió su último bastión del califato que había creado en Siria. Durante el último año, muchos se apresuraron a decretar su extinción, sin mayores fundamentos. El presidente Trump, emulando a George Bush cuando anunció la victoria en Irak, dijo varias veces que ya los habían eliminado. Pero eso recién se concretó a fines de marzo, después de meses de combates y cifras muy elevadas de pérdidas de vidas.

Los milicianos yihadistas son hoy los guerreros más resistentes. Tienen un poder de resiliencia extraordinario. También, obviamente, un fanatismo a ultranza y una gran locura. Los comandantes kurdos y turcos que los combatieron y encerraron allí a orillas del Éufrates, aseguran que se trata de “una fuerza compuesta por ‘zombies’ que aparentemente mueren, pero unos minutos más tarde aparecen vivos por detrás de uno”. Se mueven por pasadizos que excavan por debajo de la ciudad y se reagrupan en apenas minutos. Combaten hasta las últimas consecuencias. Están convencidos de que siempre los espera una vida mejor en el más allá. También cuentan con una reserva de combatientes que mantienen a resguardo y envían a algún territorio seguro para nuevas batallas. Están desequilibrados, aunque son lo suficientemente cuerdos como para mantener una clara visión estratégica, diabólica y expansionista. El ISIS perdió su Califato sirio-iraquí del tamaño de Gran Bretaña, pero muchos de sus milicianos lograron escapar y se expanden en estos días por el mundo.

El Estado Islámico, ISIS o Daesh en su denominación en árabe, es hoy en cierto modo, más peligroso que antes: libre de responsabilidades gubernamentales, puede centrarse en la insurgencia más tradicional y el terrorismo. El grupo tiene los medios, la experiencia y los comandos para estas tareas. Afirman en sus comunicados que en 2018 realizaron un promedio de 11 ataques por día en todo el mundo. En Irak y Afganistán, por ejemplo, sus kamikazes se hacen explotar casi cotidianamente. Y los milicianos que quedaron desconectados, llevan el yihadismo muy profundo. Esperarán el momento para reagruparse o se unirán a otros grupos terroristas. Miles dejaron Siria y ya están en Libia, Mali, Yemen, Irak, Filipinas y Afganistán. Es cuestión de tiempo hasta que intenten crear un nuevo califato, aunque sea más virtual y no tenga la envergadura ni el poder de controlar ciudades como Mosul.

Además, mientras sus combatientes huyen de los territorios liberados, llevarán su marca de la yihad, la guerra santa islámica, a otros campos de batalla. Muchos se unirán a grupos terroristas en tierras sin ley como Libia, Mali y Yemen. Quienes permanezcan en Siria es posible que se unan a los antiguos afiliados de Al Qaeda que controlan la provincia de Idlib. Otros, seguramente, se centrarán en exportar el terrorismo a Europa y Asia. Serán más escurridizos. Se moverán todo el tiempo. No estarán concentrados en un solo territorio como lo hacían hasta ahora.

ISIS ya no es un “estado” de ningún tipo, ahora es simplemente una de las muchas organizaciones terroristas que operan desde escondites secretos y en constante cambio. Esto, también limitará la capacidad del grupo para reclutar combatientes y recaudar fondos. Ahora tendrá que competir con otras organizaciones yihadistas, sin el apoyo especial que disfrutó mientras vendía la construcción de un paraíso en ese territorio conquistado entre Siria e Irak. Mientras sostuvo el califato recaudaba cientos de millones de dólares al mes con la venta de petróleo y el cobro de impuestos a los diez millones de personas que vivían en su territorio.

La ventaja que tiene el Estado Islámico es que acumuló un prestigio político –entre los yihadistas, la mayoría de los musulmanes lo rechaza absolutamente- que le permite imponer una cierta autoridad ante el resto de las organizaciones terroristas islámicas. De la misma manera que sucedió antes con Al Qaeda, muchos grupos pequeños, en todo el mundo, se arrogaron el hecho de ser parte de la organización como si fueran “franchising” de una cadena de comidas rápidas. El líder, Abu Bakr al-Baghdadi, se declaró comandante de todos los yihadistas. Su capacidad para tomar y mantener el territorio, incluidas las grandes ciudades como Mosul, hizo que su reclamo de lealtad fuera convincente. Y si bien otros grupos terroristas no reconocen a Al Baghdadi como su jefe, y los teóricos yihadistas lo ven como una peligrosa arrogancia de su parte, pocos cuestionan su éxito. Otros grupos intentaron controlar algún territorio, pero sólo resistieron apenas unos días y nunca pudieron imponer totalmente su mano de hierro sobre una población tan grande como la que gobernó el ISIS.

“Más de uno intentará emularlos, aunque será bastante difícil que lo logren porque ya no cuentan con el factor sorpresa como tuvo el Estado Islámico que apareció de la nada, barrió fronteras y gobernó durante tres años sobre millones de personas. De ahí es que Al Baghdadi siga teniendo ese halo de líder que va a aprovechar para expandirse a otros países”, explicó a la revista Foreign Affairs, Fawaz Gerges, profesor de la London School of Economics y autor de “ISIS: A History”.

“Si esto es así y el próximo estado terrorista puede recrear las condiciones impuestas por al-Baghdadi en el apogeo de su poder, disfrutará de las ventajas que tuvo el ISIS y representará el mismo peligro, tanto en su vecindario inmediato como en el resto del mundo”, comenta la prestigiosa revista. En ese caso sólo cabe una pregunta ¿Dónde podría emerger el próximo califato?

Ya hubo muchos intentos de crear Emiratos, desde el norte de Nigeria hasta el sur de Filipinas. Lo que permitió al Estado Islámico crecer más allá fue un conjunto de condiciones especiales. Al-Baghdadi fue capaz de reclamar grandes franjas de territorio porque las fuerzas locales no estaban dispuestas a luchar, como en el norte de Irak, o estaban ocupadas con otros problemas acuciantes, como la guerra civil en Siria. En ambos países, pudo capitalizar las enemistades étnicas y sectarias, ya sea entre shiítas y sunitas o entre árabes y kurdos. Su ubicación también fue privilegiada. Los yihadistas de todo el mundo que acudieron al llamado de Al Baghdadi pudieron llegar camuflados entre turistas, y con agentes de aduana mirando para el otro lado, a través de Turquía, El Líbano y Jordania.

El ISIS logró expandirse en Siria, sobre todo, ante la negligencia de Estados Unidos y otras potencias occidentales. El Estado Islámico se expandió cuando el gobierno de Barack Obama estaba ocupado con el retiro de tropas de Irak y se negaba a involucrarse en la guerra civil siria. “Los grupos terroristas con ambiciones territoriales tienden a retirarse rápidamente cuando Estados Unidos aparece y los golpea con fuerza”, explica Daniel Byman, del Centro para la Política de Medio Oriente del Brookings Institution. “En Siria, las tropas estadounidenses estuvieron ausentes los primeros tres años de guerra”. Esta combinación de circunstancias (el colapso del orden, la existencia de hostilidades internas, la adyacencia a las principales redes de transporte y la falta de atención de los gobiernos occidentales) puede no ser exactamente reproducible en cualquier país o territorio. Pero algunos lugares reúnen varias de estas características.

En principio, está el mismo país donde los milicianos de Al-Baghdadi acaban de perder su califato. Siria sigue siendo muy volátil y aún permanecen allí camuflados muchos yihadistas. Se cree que al menos varios pelotones de combatientes del ISIS permanecen en la provincia nororiental de Idlib, dominada por una facción escindida de al-Qaeda. La denominada Hayat Tahrir al-Sham (HTS) se convirtió en la fuerza dominante entre los grupos rebeldes que se oponen al régimen de Bashar al-Assad. Turquía apoya a algunos de estos grupos y negoció con ellos un alto el fuego en esa zona fronteriza. Como consecuencia de esta tregua, Hayat Tahir al Sham asumió de hecho la administración de la provincia, impuso una dura interpretación de la ley islámica -no muy diferente a la del ISIS- y cobra “impuestos” a los camiones que transportan ayuda humanitaria en la zona. A diferencia del Estado islámico, no reclamó la condición de Estado y, hasta ahora, respetó el acuerdo de alto el fuego. HTS tiene más de 10.000 combatientes muy bien entrenados, muchos veteranos de las guerras en Afganistán e Irak.

El otro país donde ya el ISIS ocupó un territorio y continúa viviendo una situación caótica, es Libia. En 2016, las fuerzas libias lograron retomar la zona invadida, pero nunca pudo erradicar por completo a los yihadistas. Las fuerzas libias están ahora divididas entre aquellos leales al gobierno y los que obedecen las órdenes del “señor de la guerra” Khalifa Haftar. Según los informes de las agencias de inteligencia occidentales, en los últimos días se detectó un desplazamiento de cientos de combatientes del Estado islámico hacia la costa libia. El ministro del Interior libio advirtió que esta invasión será difícil de detener. Las fronteras del país con Egipto y Túnez son demasiado porosas.

La guerra interminable de Yemen también ofrece una buena oportunidad para estos terroristas. Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP) conquistó y gobernó dos veces partes del sur del país. También cambiaron de posición según su conveniencia. Durante un tiempo negociaron con los rebeldes shiítas yemeníes, los hutus, respaldados por Irán, y en otro momento con la coalición sunita-árabe liderada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Los combatientes de AQAP debieron retirarse de las amplias zonas que controlaban, pero lograron llevarse un importante arsenal de armas estadounidenses que estaban en manos de los árabes. AQPA demostró que puede reclutar milicianos de la población local y “una capacidad de evolución” ausente en la gran mayoría de las organizaciones yihadistas. En 2012, después de su primer intento de gobernar el sur yemení, el líder del grupo, Nasir al-Wuhayshi, escribió a su contraparte en la filial del norte de África de al-Qaeda detallando las lecciones aprendidas del fracaso. Le advirtió, por ejemplo, que no se deben imponer leyes religiosas demasiado estrictas. Wuhayshi fue asesinado en 2015 durante un ataque con aviones no tripulados estadounidenses, pero el grupo mantuvo el pragmatismo y la apertura que él pregonaba. Trabajó en coordinación con los líderes tribales locales y en lugar de imponer sus prácticas religiosas a la mayoría de los sunitas bajo su gobierno, se presentó a sí misma como un escudo de defensa ante los excesos de los shiítas hutus.

Por último, está Mali donde una rama de la filial del norte de África de al-Qaeda, la destinataria de la guía de Wuhayshi, avanza conquistando vastas zonas desérticas y villas tribales dedicadas a la ganadería. El Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) es aliado de las comunidades de pastores locales que tienen una enemistad de larga data con los agricultores. Estos tomaron represalias y crearon sus propias milicias, que acumulan acusaciones de genocidio. La presencia de fuerzas de paz francesas y de las Naciones Unidas impidió hasta ahora una guerra civil a gran escala. Pero JNIM continúa su expansión y ataca posiciones de los cascos azules de la ONU y los franceses. Allí también se detectó entre sus filas la presencia de “árabes”” veteranos del ISIS.

Y, por supuesto, nunca hay que olvidar a los cientos de ex combatientes que lograron regresar a Europa y que se cree que también entraron a Estados Unidos. Sería absurdo pensar que allí podrían controlar algún territorio. Pero pueden operar eficientemente en células. De todos ellos sólo se puede esperar que siembren el terror. Es su esencia, más allá de donde estén.

 

 

Fuente: cciu.org.uy

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