Una historia personal que va de la mano de la historia moderna del pueblo judío

Enlace Judío México e Israel.- Las revelaciones del hoy ya fallecido fotógrafo israelí David Rubinger. Testimonio imperdible.

ANA JEROZOLIMSKI

Entrevista en memoria de David Rubinger, fallecido hace dos años, el fotógrafo que recibió la máxima distinción otorgada por el Estado, el Premio Israel.

Conversamos con él cuando estaba por cumplir 92 años. Ejemplo de lucidez y sentido autocrítico.

Sobre la separación desde muy jovencito de sus padres, la muerte de su madre en la Shoá, la Brigada Judía, sus amores y sus hijos, es esta parte de la entrevista.

P: Hablemos nuevamente de sentimientos, pero también de arte. ¿Cree que cuando usted es parte de la historia, cuando está viviendo los primeros años del Estado y la fotografía, eso influye en el producto final? ¿Sale mejor, quizás, si a usted le importa porque es parte de lo que está ocurriendo con su pueblo?

R: Yo fui miembro del movimiento sionista desde los 14 años de edad, Claro que estaba muy entusiasmado y lo que sentía por el país era algo muy importante para mí. Recuerdo todavía el día en que me despedí de mi casa. Mi padre ya no estaba. Había sido llevado a un campo de concentración y luego fue liberado. Mi madre me acompañó a la estación de trenes, donde yo iba a partir con un grupo del Hashomer Hatzair, en la aliá juvenil, aliat Hanoar. Decir que estaba entusiasmado, es poco decir. Y hasta hoy tengo sentimiento de culpa porque creo que casi no me despedí de mi madre.

P: ¿Y no la vio nunca más?

R: Nunca. Y me siento terrible, hasta hoy. ¿Cómo pude hacer eso? Estaba tan entusiasmado con mi partida a Israel con mis amigos que creo que sólo la saludé a la rápida. Me imagino que me dio un beso. Sí, estoy seguro. Pero no lo recuerdo. Y hoy, a mi avanzada edad, me siento culpable.

P: ¿Y no hubo más contacto?

R: Jamás. Yo me fui de Alemania en noviembre de 1939, o sea tres meses después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Y nunca más me pude contactar con ella. Años más tarde descubrí que había sido enviada a Grecia a un campamento y que allí murió. Lo supe años después.

P: Siendo un jovencito ¿recuerda cuándo comprendió lo que le estaba pasando a los judíos de Europa?

R: No. Pero cuando yo tenía 14 años, mi padre ya estaba en un campo de concentración. Apenas fue el “Anschluss” entre Alemania y Austria, mi padre fue subido a un camión de carga. Recuerdo que bloquearon todas las calles y los judíos fueron subidos a un coche. Estuvo nueve meses en un campo de concentración. Para su fortuna, tenía una hermana en Inglaterra que hizo grandes esfuerzos para conseguirle una visa de entrada. Recordemos que estamos hablando de la época entre comienzos de 1938 y enero de 1939, o sea nueve meses antes del comienzo de la guerra. O sea que aún funcionaba un consulado británico y ella logró conseguir el permiso de entrada para mi padre.

Con ese permiso, que mi madre recibió del Consulado Británico, fue a la Gestapo y mi padre, que estaba en Buchenwald, a las 36 horas estaba en casa. Pero le pusieron una condición: que deje Alemania en dos semanas ya que de lo contrario volvería al campamento. No tenía ninguna opción. Ya había pasado cuatro meses y medio en Dachau y cuatro meses y medio en Buchenwald.

Esa fue la primera vez en mi vida, y la única, que vi a mi padre llorar. Creo que no hay nada peor para un niño. Tenía que irse. Claro que enseguida desplegó esfuerzos para conseguir permisos de entrada a Inglaterra también para nosotros. Los ingleses salvaron a mi padre, pero decidieron que su esposa y su hijo podían quedarse atrás…mucho para decir sobre las potencias occidentales, pero es tema aparte.

En ese entonces, los alemanes aún no habían puesto en marcha el plan de exterminio. Eso fue mucho después. En esa etapa, lo que querían esa deshacerse de los judíos. Claro que también morían en Dachau y Buchenwald, por las terribles condiciones, el hambre, pero no era aún el exterminio. Se podrían haber salvado.

Años después descubrí parte de lo que le había sucedido a mi madre. Mucho tiempo después de la guerra me encontré con una familia no judía que nos conocía, que la habían visto una vez, que ella les suplicó que le dieran comida, y ellos le dieron un trozo de pollo.

P: No puedo ni imaginar lo que es enterarse de algo así…

R: En Yad Vashem encontré tiempo después el documento sobre el último transporte de los judíos que salieron de Viena, creo que a Krasnilow, el 24 de junio de 1943. Entre noviembre del 39 y mediados del 43, ella estuvo sola en Austria, sin tener casi lo qué comer, sin nadie, sola absolutamente. Y yo pienso en eso y me vuelve a doler profundamente. Nadie la podía ayudar, ni mi padre desde Inglaterra ni yo desde Palestina.

P: ¿Con su padre sí estuvo en contacto?

R: Sí, con mi padre sí. Tengo aún todas las cartas que me mandó por correo militar. Yo estuve en la Brigada Judía y luego tuve la ocasión de viajar dos veces a Londres a reunirme con él. El comandante de mi batallón, un oficial no judío, escocés, muy bien, sabía que tenía allí a mi padre y que no lo había visto mucho tiempo. Y cuando hubo necesidad de enviar algo de Francia a Escocia, me mandó a mí como encargado del cargamento, dos coches. Y así vi a mi padre.

Hoy en día tengo muchos remordimientos por cómo se dieron las cosas. Pero en aquellos años, cuando tenía 14 y me fui, dejando sola a mi madre, lo único que pensaba era que sería pionero. Hoy siento culpa, pero en aquel entonces, nada.

“MAL PADRE”

P: De todas experiencias tan fuertes a una edad tan joven ¿aprendió alguna lección que supo transmitirle luego a sus hijos o nietos?

R: No…Yo fui un padre muy malo, realmente. Confié en mi esposa, que ella transmita todo y haga el trabajo. Yo estaba para mi carrera profesional. Pensaba que si yo no tomaba fotos, entonces la revista Time no podría salir. ¿Acaso se puede aceptar algo así? ¡Yo creía que si no saco fotos, el sol no saldrá!

P: David, usted tiene un alto sentido de autocrítica.

R: Si, pero optimista. Sé reconocer que no fui un buen padre. Mis hijos me dicen que todo rondaba alrededor de las fotos para Time. Pero tenía una buena mujer que se ocupaba de todo.

DE MATRIMONIO FICTICIO A UNA VIDA JUNTOS

P: Y eso que había sido solamente un matrimonio ficticio ¿verdad?

R: Así es. Y terminó durando 50 años. Ella era mi prima. Durante la guerra, estuvimos con la Brigada en el norte de Italia y luego nos pasaron a Holanda. Creo que fue estando allí que recibí de mi padre una noticia que decía que Berta, su hermana, había sobrevivido, junto con su hija Anni. Yo nunca las había visto porque ellas vivían en Alemania y nosotros en Austria. Mi padre me dijo que quedaron con vida y pidió que me contacte con ellas. Recibí unos días libres, viajé y las encontré. Surgió entonces la idea que yo ayude a Anni a radicarse en la tierra de Israel. Yo no era el único soldado soltero de la Brigada, había muchísimos, y todos sentían como un compromiso, casarse con una sobreviviente de la Shoá y traerla a Palestina. En este punto, los ingleses actuaron bien y crearon una unidad especial que se llamó “Sección de repatriación de esposas palestinas”.

Era interesante…Luchaban contra el sionismo y la aliá, pero si un soldado británico se casa con una chica de estas, no sólo le permitían trabajar con ellos sino que también le mandaban un barco para traerla. Así que llegó un barco de Inglaterra y Anni estaba a bordo. Nos habíamos casado solamente para que ella pudiera venir.

P: ¿Y entonces? ¿Qué pasó?

R: Nosotros no dijimos que esa era la razón. Nos casó el Rabino jefe del ejército británico en Europa, que luego se convirtió en el Rabino de Gran Bretaña, Rav Brody. Él no sabía pues que era un casamiento ficticio. Tan ficticio, que la madre de Anni ni siquiera vino a la boda. Fue solamente un registro.

P: Pero ella no sabía que duraría medio siglo.

R: Es que tampoco nosotros sabíamos.

P: ¿Simplemente se enamoraron?

R: Tengo que contarte algo que pasó años después, en esta misma casa donde estamos sentados ahora Hicieron una película sobre nuestra historia. El periodista Mija Shagrir nos llamó para ello. Estábamos sentados acá abajo en el jardín y de repente él me pregunta: “Entiendo que el matrimonio había sido ficticio. ¿Cuándo pasó a ser algo serio?”. Y yo digo ” creo que dos o tres semanas más tarde”. Y se ve a Anni en la película diciéndome: Mentiroso. Fue dos noches después”. Y estuvimos 54 años juntos. Anni llegó a ver dos bisnietos. Hoy ya son cinco y medio.

P: ¿Buena vida?

R: No fueron años fáciles. Así como no fui un buen padre, tampoco fui un buen esposo. Vivía conectado a mi trabajo. Sé que abandoné a mi familia de modo casi criminal. Nada me era importante, solamente el trabajo. Hoy, afortunadamente, tengo una excelente relación con mis hijos, porque ellos me pueden decir la verdad.

P: ¿Y siente que hoy tiene un enfoque distinto respecto a la familia?

R: A mi edad ya muy avanzada, afortunadamente, sé actuar de otra forma. Hoy miro a mis hijos y a mis nietos y veo que son excelentes padres. Mi hijo Ami viene especialmente de Tel Aviv a quedarse a dormir en casa, para que yo no esté solo, cuando la persona que vive conmigo para ayudarme a cocinar y con cosas de la casa, tiene libre. Y cuando él estaba creciendo, yo casi no lo miraba. Hoy lo miro con admiración, qué buen padre que es.

P: Me imagino entonces que por algún lado supo transmitirles algo bueno y también amor, porque si no, no actuarían así.

R: Me imagino. Si no, tendrían que odiarme. Y me dan mucho orgullo. Te diré la verdad, me gusta cuando alguien me dice “Ah, usted es David Rubinger”, pero me elogia mucho más cuando me dicen “Ah, usted es el padre de Ami Rubinger, el escritor infantil!”…

AMOR A LOS 80

P: Excelente ejemplo David, usted me contaba de Anni, su esposa, y yo recuerdo también que ya de mayor, años después del fallecimiento de Aani, usted tuvo otra compañera, relación que terminó en tragedia cuando ella fue asesinada en un atentado, Tziona. No es poca cosa recibir de la vida una segunda oportunidad de amar ¿verdad?

R: Es cierto. Yo ya tenía cerca de 80.

P: ¿Cómo es enamorarse a esa edad?

P: Totalmente distinto. Creo ante todo que las parejas jóvenes tienen una dolencia clave, cada uno quiere cambiar al otro para que se le parezca. Pero a la edad en la que yo conocí a Tziona, está claro que tú eres tú y yo soy yo. Así son las cosas.
Recuerdo que una vez estábamos sentados cenando-a veces ella dormía en mi casa y otras yo en la suya- y ella me dijo: “David, estaba pensando que a veces tú o yo sentimos vergüenza de decir qué queremos hacer, por temor a ofender al otro”. Se refería a qué hacer cada noche, adónde ir. Y le contesté: “¿Sabes qué? Escribe en este papel qué quisieras hacer esta noche y yo haré lo mismo, sin mirar”. Cuando abrimos el papel, ambos habíamos escrito “hoy quiero estar sola/o”. Y nadie se ofendía ni había menos amor por eso…Claro que no.

P: ¿Fue un gran amor?

R: Sí, sí. Realmente un amor que es posible solamente a esa edad. Algo totalmente distinto del matrimonio. Yo había estado casado 54 años y amaba a mi esposa, pero a esa edad, a los 80, todo es distinto. Recuerdo que una vez estuvimos en una boda y bailamos como locos. Yo tenía 78 años en ese momento y tenía mucho “aguante”. Y de repente Tziona me dice: “David, todos se casan, casémonos nosotros también”. Y yo le contesté: “Tzionale, Tzionushka…”-así le decía- “tuviste que cuidar a un esposo enfermo durante seis años y yo a una esposa enferma durante cinco. ¿Para qué tienes que pasar por eso nuevamente?”.

Ella me miró y me dijo: “¿Quién te dijo quién de nosotros dos se irá primero?”. Hasta hoy me da vueltas esa frase.

Ella tenía 13 años menos que yo, era mucho más joven. Cuando fue el atentado en el que la asesinaron, yo no pude entrar a su casa porque no tenía llave. Nunca pensamos que sería necesario. Yo era el viejo en la relación, por lo cual ella tenía llave de mi casa, pero yo no tenía de la suya. Como no contestaba, tuve que llamar a su nuera, ahí recién abrimos y la encontramos.

P: Recuerdo la historia, salió en la prensa…fue muy triste.

R: Sí, fue estremecedor. La mató el jardinero, al que conocía, al que había ayudado. Pero volviendo al punto que comentábamos, fue muy fuerte que ella pensó en eso, que por algún lado se le pasó por la mente que ella podía irse antes que yo, a pesar de que era mucho más joven. Ese pensamiento, que no me abandona, me estremece. En ese momento, no podíamos saber lo que sucedería. Creo que es bueno que no podemos saber, nunca, ni lo que nos pasará dentro de cinco minutos.

P: David, no tengo palabras para agradecerle todo el tiempo que me ha concedido. Ha sido un placer y un honor.

R: Gracias a ti.

 

 

Fuente: semanariohebreojai.com

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