De la Torá a nuestros días: ¿cuál es la historia detrás del maror y el jaroset?

Enlace Judío México – El seder de Pésaj es uno de los momentos más importantes para la vida de la comunidad judía en el mundo entero. Es de las pocas noches en el año que se celebra en casi todas las casas judías, sin importar el grado de observancia que los padres tengan. Alrededor de la mesa del séder (cena de Pésaj) podemos ver sentados a los integrantes de toda la familia; ahí están los nietos, los tíos, los padres y los hijos. Es una de las noches más importantes para el judaísmo porque nos recuerda la esencia de lo que nos hace ser judíos: Ver a la familia como la unidad más valiosa del mundo (aquella que construye el mundo mismo) y saber que lo más valioso que podemos heredarle a nuestros hijos es un legado.

En Pésaj celebramos que D-os nos sacó de Egipto, eso implica que nos dio un objetivo por el cual luchar, un objetivo por el cual vivir y construir una nación. Lo hacemos en familia porque primero debemos recordar cómo a lo largo de nuestras vidas D-os nos ha salvado individualmente a cada uno; debemos recordarlo y narrarlo a nuestros hijos porque esa es la forma más valiosa que tenemos de educarlos; pasar el conocimiento que como pueblo e individualmente hemos adquirido a lo largo de los siglos. Pésaj es tan importante porque con ese día les damos a nuestros hijos una tradición, un pilar sobre el cual sostenerse, un sueño hacia el cual dirigirse.

Dos de los elementos más importantes dentro del séder de Pésaj es el maror y el jaroset. La primera, son hierbas amargas que comemos en recuerdo al dolor que tuvimos en Egipto; dentro de la Agadá no es claro a qué dolor se refiere si el dolor de salir, o el dolor de vivir ahí. La segunda es una pasta dulce en el cual remojamos el maror antes de comérnoslo para aminorar su amargura, ambos alimentos tienen un significado muy profundo y una larga historia de cómo las distintas tradiciones han ido adaptando esta costumbre. A continuación hablaremos de ello.

El maror y el jaroset de la Torá a nuestros días

Lo primero que hay que destacar de ambas costumbres que hoy en día no existe un mandato toraico que nos obligue a comer de ambas especies; las dos tradiciones surgen o de un mandato talmúdico instituido por los rabinos o de una costumbre adoptada a lo largo de los siglos por las distintas comunidades. Sin embargo, eso no quiere decir que como judíos estemos exentos de la obligación de cumplir con ambos, ya que la misma Torá nos obliga a obedecer los mandatos instituidos por el Sanhedrín (los rabinos) y las costumbres que el pueblo de Israel va adquiriendo. Un séder de Pésaj sin maror y sin jaroset no nos llevara al descubrimiento interno y simbólico que la Torá pide de nosotros en este día. Habiendo explicando esto, ¿cuál sí era la mitzvá de la Torá? y ¿a qué estamos obligados bajo la mitzvá rabínica? Y ¿cómo ambos mandatos evolucionaron a las costumbres que tenemos hoy?

El nombre de Pésaj bajo el cual llamamos a la festividad realmente hace alusión al sacrificio del cordero que los judíos hicieron antes de salir de Egipto. Gracias a que los judíos escucharon las palabras de D-os a través de Moisés y tuvieron la valentía de sacrificar el ídolo de los egipcios, exponiéndose a la muerte por obedecer a D-os, fue que pudieron deshacerse de la idolatría en su corazón y sus primogénitos no murieron. En recuerdo a ese sacrificio todos los años en Pésaj la persona estaba obligada a llevar un cordero al Templo, sacrificarlo y comerlo en la noche de Pésaj. Las hiervas amargas (el maror) se comían en el séder junto con la matzá y el sacrificio. Hasta este momento de la historia el jaroset no existía aún como parte del séder.

Gracias a que el Templo fue destruido, no se pueden realizar ni uno de los sacrificios que se hacían en el santuario divino y es una transgresión gravísima intentar hacerlo. Por ende, el cordero de Pésaj dejo de poderse consumir. Las hierbas amargas sólo podían comerse con él porque representan la amargura previa a la libertad, el dolor que uno siente antes de liberarse o el dolor de la esclavitud que nos permite apreciar la libertad. El dolor sólo tiene sentido y sólo es soportable cuando tiene un propósito, cuando en el seno del mismo se esconde un objetivo. Así mismo el dolor fue la preparación para nuestra libertad, lo que nos hizo entender ciertos aspectos del ser humano, de nosotros mismos, que jamás hubiéramos entendido si no lo hubiéramos vivido y superado; si no hubiéramos estado en Egipto, jamás hubiéramos podido dirigirnos hacia Jerusalén. Por eso es que no comíamos el uno sin el otro, el cordero (la libertad y alegría) sin el maror (la amargura, el dolor). Por eso al quedar anulada una de las dos partes se anuló la segunda y perdimos la oportunidad de cumplir con ambos mandatos toraicos.

Sin embargo, frente a esa falta los rabinos instituyeron una nueva forma de comer yerbas amargas; “un nuevo maror.” Ya no podemos comer el maror de la Torá porque no tenemos sacrificios, perdimos el templo, perdimos la conexión tan cercana que teníamos con D-os que la salida de Egipto nos trajo. No podemos realmente recordar el dolor de Egipto porque ya no tenemos la libertad que Egipto trajo. Entonces recordamos nuestro dolor actual que nos llevará a la felicidad futura, el maror que comemos hoy es el maror del Exilio; lo comemos en recuerdo al templo que perdimos; y al comerlo esperamos que llegue la Redención que D-os nos prometió.

En cuanto al jaroset su origen es desconocido, no hay ninguna referencia dentro de la Torá que haga referencia a él. Los rabinos del Talmud lo mencionan como una tradición, no como una mitzvá en sí; sólo rabí Eliezer bar Tzadok lo menciona como una obligación. No hay explicaciones de cómo está tradición surgió, ni a que se debe su llegada. Sin embargo, cada uno de los rabinos da una explicación distinta a por qué se hace. Todos destacan su característica dulce.

Unos hablan sobre sangre; tanto la sangre que se vertió con el sacrificio de Pésaj y por la cual fuimos salvados, como la sangre de los niños que fueron asesinados por el faraón; otros hablan del barro y el mortero con el cual fuimos obligados a trabajar; otros de los árboles de manzanas bajo los cuales las mujeres sedujeron a sus esposos y procrearon y otros de los frutos dulces del Cantar de los Cantares. Cada cultura ha hecho mayor énfasis en una explicación o la otra y el resultado ha sido un sinfín de recetas para esta pasta dulce. No sabemos bien la razón de por qué lo hacemos sin embargo, sabemos que representa las dos caras de la fiesta el dolor de la esclavitud, la dulzura de la esclavitud; la sangre pasada y la sangre futura; el Exilio y la Redención.

Bajo cualquiera de sus caras el jaroset es dulce y lo usamos para endulzar el maror. Ya no tenemos el sacrificio de Pésaj para darle un sentido a nuestro dolor; sin embargo, tenemos el jaroset. Frente al Exilio tenemos el recuerdo y el futuro. Pésaj Sameaj.

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.