Enlace Judío México e Israel – Si no saben lo transformadora que puede ser su labor educativa, permítanme contarles qué impacto tuvo esta experiencia en mi.
LAWRENCE WITT
Queridos amigos,
En realidad nunca nos hemos encontrado, pero probablemente ya me conocen.
Soy el chico de la chaqueta azul que no quería participar en la Marcha de la Vida pero finalmente aplicó para complacer a sus padres. Soy aquel que se quedó dormido durante las actividades previas al viaje, las conferencias sobre la memoria, la tradición y la importancia de la comunidad. Soy el chico que faltaba a clases y el adolescente escandaloso que lo único que le importaba era quién ganaba el juego que transmiten por televisión o charlar con la chica sentada a su lado.
Todo eso cambió en la primavera de 1992, cuando llegué a Polonia para participar en la Marcha de la Vida.
27 años después, aún puedo decirles quién se sentó a mi lado en el autobús, los nombres de mis guías, los maestros, el rabino (quien se convirtió en mi amigo y guía) y los hoteles en los que dormimos.
Puedo decirles exactamente lo que sentí cuando el sobreviviente del Holocausto que nos acompañó ese año, el difunto Peter Kleinmann, nos relató cómo lo separaron de su madre y hermanas al llegar a Auschwitz. Puedo contarles cómo se me revolvió el estómago cuando Peter nos habló de la última vez que vio a su padre. Nunca olvidaré el dolor que sentí cuando nos contó acerca de su último encuentro antes de la liberación en el campo de concentración de Flossenburg en febrero de 1945.
En ese momento, como Peter nos explicó, él era un esqueleto andante y fue enviado a una sección del campamento que era la última parada antes del inminente exterminio. Por capricho del destino, se encontró cara a cara con su hermano, un Schreiber (escriba) en el campamento. El hermano de Peter fue asignado para procesar su muerte. No lo reconoció y cuando ַPeter se identificó, su hermano se desmayó. Cuando despertó, le dijo que estaba en la fila de personas que serían enviadas a las cámaras de gas al día siguiente. Aprovechando sus privilegios como funcionario del campamento, el hermano de Peter consiguió el permiso de un oficial de las SS para sacarlo de la línea con la condición de que reemplazara el lugar de Peter con otra persona. Nunca olvidaré la agonía en su rostro cuando nos habló del dolor que sentía al levantarse sabiendo que alguien más tenía que morir para que él pueda vivir.
También recuerdo haber estado en una antigua sala de estudio (en 1992 era una facultad de medicina polaca) que una vez fue la joya de las yeshivás polacas. Nuestro maestro y líder espiritual, el rabino Reuben Poupko, nos explicó que el concepto de “Daf Yomí”, una forma popular y novedosa de estudio riguroso del Talmud, fue concebido en esa misma sala de estudio. Lamentablemente, también nos enteramos del día en que los nazis saquearon la yeshivá y quemaron su famosa biblioteca. En ese entonces, no sabía lo que era una yeshivá. No apreciaba el Talmud ni había escuchado lo que era “Daf Yomí”. Sentía un profundo vacío. No comprendía el significado de los libros sagrados que los nazis odiaban tanto y procuraban destruir.Ahí mismo me prometí a mí mismo que nunca más volvería a sentir ese vacío.
También recuerdo el orgullo y la emoción que sentí en el momento en que nuestro avión se aproximaba al aeropuerto Ben-Gurión, un sentimiento que después de 27 años e innumerables vuelos, no desvanece.
Recuerdo lo que fue llorar con Israel en Yom Hazikarón, celebrar con el país y sus ciudadanos en Yom Haatzmaut y recuerdo la emoción recibir a Olim Jadashim (nuevos inmigrantes) de la antigua Unión Soviética.
Estoy en deuda con ese donante anónimo que me permitió participar en la Marcha de la Vida de 1992. Estoy eternamente agradecido con mis guías, maestros y líderes que se arriesgaron al darme una oportunidad.
Mi experiencia se completó en 2015 cuando estuve junto a 230 estudiantes, sobrevivientes del Holocausto, educadores y otros guías colegas en la Marcha de la Vida. Volví a la misma yeshivá que visité unos 23 años antes, sólo que esta vez, era el maestro y explicaba sobre el Talmud con dos de mis colegas. Sentía el espíritu del difunto Peter Kleinmann sonriéndome con satisfacción al saber que la cadena del recuerdo y la continuidad permanece intacta.
Ese círculo se cerró un poco más en 2017 cuando junto con Amy Brownstein, el copresidente de la delegación de Montreal a la Marcha de la Vida, casi 300 estudiantes, sobrevivientes del Holocausto y guías, me paré en el centro de Szczybreszcyn, Polonia. Era el mismo lugar donde, en el primer día de Rosh Hashaná, en 1939, los nazis quemaron todos estos Rollos de la Torá. Sólo que esta vez, dedicamos un nuevo rollo de la Torá a los 42 sobrevivientes del Holocausto que acompañaron a nuestras delegaciones de la Marcha de Vida entre 1990 y 2017. Cada participante escribió una letra del rollo de la Torá y las últimas 10 letras fueron inscritas por los 10 sobrevivientes del Holocausto que nos acompañaron ese año. Luego celebramos el Bar Mitzvá de uno de los sobrevivientes con el mismo rollo de la Torá.
Si tienen la suerte de ser acompañados por sobrevivientes del Holocausto en su viaje a La Marcha de la Vida, honren su presencia. Aprecien cada minuto de cada día con ellos, aprecien los viajes en autobús, los paseos y las discusiones con ellos. Recuerden también apreciar las amistades de por vida que forjarán con sus colegas, así como las interacciones significativas que tendrán con los participantes bajo su cuidado. Sobre todo, aprecien la increíble oportunidad que les han brindado de dejar una marca indeleble en el futuro de sus respectivas comunidades.
Después de los largos viajes en autobús, la falta de sueño, los horarios ajustados y el mal genio, es posible que se queden con la sensación de que los participantes no comprenden el significado o no aprecian la profundidad de todo esto. Si se sienten así, no están solos. Sin embargo, para la mayoría, el verdadero impacto de la Marcha de la Vida puede no ser inmediato. El impacto de la experiencia puede verse años después, en un funeral, en una sinagoga, en la universidad, en una sala de juntas, debajo de una jupá o cuando se tiene a un niño por primera vez. La profundidad de las dos semanas que están a punto de iniciar y las experiencias y los recuerdos que están a punto de facilitar,perdurarán toda la vida.
Justo antes de mi partida a la Marcha de la Vida en 1992, todos los participantes de ese año recibieron una carta de Stanley Plotnick, presidente de la delegación de Montreal. La carta concluye con las siguientes palabras: “Su compromiso con la Marcha de la Vida y su buena disposición para garantizar su éxito es muy gratificante para quienes creemos en las posibilidades que ofrece una experiencia como la Marcha”.
Esas palabras fueron reales hace 27 años y continúan siéndolo hoy. Su compromiso, como guías, educadores y líderes, es realmente muy gratificante para los que creemos en el significado de la Marcha de la Vida … especialmente para aquellos que la viven de primera mano.
Lawrence Witt es un abogado laboral y de derechos humanos en la firma canadiense Miller Thomson LLP. En 2017, Lawrence presidió la delegación de la Marcha de la Vida de Montreal, con 250 participantes acompañados por 10 sobrevivientes del Holocausto. Lawrence también es miembro de Wexner Heritage. A principios de la década de 1990, estudió en la Yeshivá Majón Meir en Jerusalén y posteriormente sirvió en el Cuerpo Blindado de las FDI como soldado solitario.
Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico
Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.
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