Enlace Judío México e Israel.- Rusia espera repetir en Venezuela la humillación que infligió en Siria.
WALTER RUSSELL MEAD
Mientras Washington y Moscú se enfrentan por Venezuela, el Caribe se ha vuelto un punto focal para la política global por primera vez desde la Guerra Fría.
Estados Unidos y sus aliados han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela y exigen que Nicolás Maduro se haga a un lado, duplicando las sanciones contra el dictador y sus aliados en La Habana. Guaidó ha llamado a los venezolanos a asistir el 1 de mayo a lo que él espera será la manifestación más grande en la historia del país. Pero Maduro se mantiene firme, con respaldo financiero de China y Rusia, y recibiendo ayuda militar y en seguridad de Cuba y Rusia.
Para la administración Trump, todos los caminos en el Hemisferio Occidental llevan a Caracas. La ruptura de la gobernancia y vida civilizada en Venezuela sólo puede crear más refugiados, enriquecer a los contrabandistas de armas y carteles de droga, así como permitir a fuerzas como Hezbolá establecerse más profundamente en la región. Por otro lado, un retorno a algún tipo de estabilidad bajo un gobierno pro-empresarial iniciaría una recuperación económica que ayudaría al pueblo de Venezuela y a sus vecinos por igual, y privaría a los carteles terroristas de muchas de sus armas y financiación. Crucialmente, si se recupera la producción petrolera venezolana, ayudaría a estabilizar los mercados mundiales de energía y aumentar significativamente la influencia estadounidense tanto con Rusia como con Irán.
La caída de Maduro también sería una gran victoria política para la administración Trump. Rusia, sin embargo, espera repetir en Venezuela la humillación que infligió al Occidente en Siria. Ha incrementado su apoyo a Maduro, enviándole personal militar y equipo y ayudando a Venezuela a evadir las sanciones estadounidenses. Una “victoria” estadounidense en Venezuela enviaría un mensaje claro a todo el mundo. También lo haría una pérdida.
Localmente, derrocar al régimen socialista complacería a la base de Trump tanto como demostraría que su equipo de política exterior puede hacer más que hablar duro. Podría complacer particularmente a los votantes en Florida, cuyo apoyo es esencial para las esperanzas del Partido Republicano en el 2020. Un revés humillante antes de la elección sería un gran golpe. El equipo de Trump está bien al tanto de los riesgos.
Cuba desempeña un rol crucial en la crisis. La administración Obama, influenciada por puntos de conversación izquierdistas arcaicos, podría haber esperado que normalizar las relaciones entre EE.UU y Cuba llevaría a La Habana a alejarse de Venezuela. Eso nunca estuvo en las cartas. Para Cuba, Venezuela reemplazó a la Unión Soviética como la fuente de subsidios, sin la cual el sistema socialista de la isla no puede proporcionar siquiera un estándar mínimo de vida para su pueblo. Cuba continúa viendo el compromiso con EE.UU como un peligro en vez de una oportunidad. La Habana consintió en la oferta del Presidente Obama de normalizar las relaciones porque estaba desesperada por mayores ingresos de turismo y remesas de dinero mientras la economía de Venezuela se deterioraba y sus subsidios comenzaban a achicarse.
El colapso continuo de la economía de Venezuela significa que el régimen cubano está también enfrentando el desastre. Desde el punto de vista de la administración Trump, ésta es una oportunidad histórica. Si Cuba—cuyo régimen desafió a los presidentes estadounidenses desde Eisenhower a Reagan y más allá—abandona el socialismo bajo la mirada de Trump, el prestigio del presidente en casa y en el exterior se elevaría.
La esperanza de victorias históricas en Cuba y Venezuela y el temor de una derrota costosa se han combinado para persuadir a la administración Trump de adoptar algunas de las sanciones económicas de mayor alcance impuestas jamás. Washington espera que las sanciones contra el Banco Central de Venezuela, por ejemplo, impedirá que el banco financie al gobierno de Maduro a través de la venta de sus u$s5.1 mil millones de reservas de oro o tomando prestado de instituciones financieras internacionales.
La administración espera también incrementar la presión sobre Cuba tomando medidas enérgicas contra el turismo estadounidense y transferencias de fondos e imponiendo sanciones contra empresas que transportan petróleo venezolano allí. En una medida que electrificó a los estadounidenses-cubanos anticomunistas de línea dura, la administración anunció planes de permitir que el 2 de mayo entren en efecto partes del Acta Helms-Burton de 1996. Esto permitiría a los ciudadanos estadounidenses demandar a empresas extranjeras en tribunales estadounidenses por usar propiedad que fue confiscada por el régimen de Castro. Ejecutivos de esas empresas y sus familiares podrían también perder su capacidad de visitar Estados Unidos.
Los aliados estadounidenses en Europa y Canadá ya están hirviendo de ira por la imposición de sanciones extraterritoriales dirigidas a Irán. Ningún presidente de EE.UU antes de Trump ha estado dispuesto a imponer sanciones que alejen a los aliados poderosos en este grado por política para el Caribe. Que Washington esté presionando hacia adelante sugiere cuan alta prioridad se ha vuelto Venezuela para la administración. Si Rusia continúa respaldando a Maduro, esta crisis podría escalar drásticamente. Y una vez más—60 años después que Fidel Castro tomó el poder por asalto en La Habana—Cuba estará justo en el medio de ello.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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