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jueves 21 de noviembre de 2024

Hacerle frente al odio en las redes sociales

Enlace Judío México e Israel.- Ariel Gelblung, representante para América latina del Centro Simón Wisenthal, estuvo en San Juan explicando cómo hacerle frente a este fenómeno que no tiene límites y que se multiplica a pasos agigantados.

PAULINA ROTMAN

Que los tiempos cambian y con ellos la forma de comunicarse y de vincularse, para bien y para mal, entre las personas, no quedan dudas. A eso lo entendieron perfectamente los integrantes del Centro Simón Wisenthal, una organización no gubernamental internacional judía de Derechos Humanos, que siguiendo los mandatos de su inspirador Simón Wisenthal (ver Simón, el caza nazis)- no se limitaron a llevar al banquillo de los acusados a los genocidas del régimen hitleriano o a documentar las atrocidades llevadas a cabo en ese entonces no sólo contra judíos sino además contra gitanos, eslavos, discapacitados, homosexuales o sencillamente a quienes consideraban peligrosos por no ser arios o ser oponente. Sino que siguen bregando, más de 70 años después de la Segunda Guerra Mundial, por una mejor convivencia, con menos hechos racistas, xenófobos y discriminadores. Hoy, esta lucha ya no es en un terreno geopolítico e ideológico determinado, sino que estas expresiones de odio son más complejas, no tienen límites y se multiplican de a miles por Internet. Para hablar de este tema que preocupa y mucho, llegó a San Juan, el abogado Ariel Gelblung, representante para América latina del Centro Simón Wisenthal.

“El odio trascendió en el tiempo. Y fue cambiando. Nuestra tarea como institución es resignificar nuestra tarea de oponernos a distintos tipos de odios en todas sus formas. El monstruo no murió, está mutando, es distinto. Contradictoriamente vemos señales de alarma en muchísimos lugares del mundo donde hay distintos tipos de odios que crecen y que se tornan violentos pero al mismo tiempo estamos viviendo un mundo que tiene elementos para poder impedirlo. La idea es transmitir que hay que construir un mundo mejor con el otro y no a costa del otro”, explica Gelblung, quien en esta oportunidad transmitió sus inquietudes no sólo ante autoridades legislativas sino que tuvo charlas con estudiantes secundarios y universitarios.

¿A qué está abocado el Centro Wisenthal?

Si bien llevamos muchas acciones adelante, estamos centrados en analizar lo que pasa con el odio en las redes y el ciberterrorismo. Cuando nació Internet, hace 25 años, nuestras autoridades advirtieron que esta nueva plataforma serviría para que el odio pueda diseminarse de forma mucho más fácil. Entonces se apuntó directamente a trabajar para ver qué filtros podían utilizarse para minimizarlo. Desde entonces se hace un informe anual que se presenta en el Congreso de Estados Unidos y se pone a disposición de todos en la página digitalhate.com. Después del 11 de septiembre del 2001, al informe en cuestión, se le agregó el de ciberterrorismo. Este informe reporta los sitios de odio.

¿Ese informe es solo una recopilación de páginas y hechos?

El informe es una parte vital. Pero además, entre otras cosas, se califica a los proveedores de redes sociales por cómo filtran las manifestaciones de odio. A los cinco grandes de Internet -Facebook, Twitter, Instagram, Google y YouTube- les preocupa esta opinión entonces a partir de nuestra nota se genera un trabajo conjunto para mejorar aquellas cuestiones que se criticaron.

¿Les interesa por la nota o por la repercusión que implica?

Cada vez más, las empresas asumen un compromiso social. Durante su época de apogeo, el ejército islámico, por ejemplo, publicaba 200.000 tuits de odio diarios. Para graficarlo esto sería 3 canchas y media de River llenas de gente tuiteando, un mismo día. Esto generaba que Twitter tuviera baja nota. Entonces Twitter hizo las inversiones necesarias para poder filtrar con un algoritmo este tipo de mensajes y dejar en evidencia a las personas. Así mejoró su nota. En cambio, el sitio que siempre tenía una buena calificación era Facebook hasta que lanzó su Facebook Live o la transmisión en vivo que fue utilizada por el terrorista en los templos de Chistchurch, en Nueva Zelanda, en marzo de este año, para mostrar la matanza de 49 personas, como si fuese un jueguito. Es tal la conciencia que el propio Zuckerberg, antes de conocer nuestro reporte, se propuso hacer algo. De todos modos falta mucho por hacer porque las formas también van mutando y porque hay otros proveedores, quizás menos conocidos y con menos restricciones y menos reglas socialmente aceptadas, que le dan cabida a estas demostraciones y expresiones de odio.

¿Qué pasaba en los inicios de Internet y qué pasa hoy?

Cuando Internet daba sus primeros pasos, uno de los primeros sitios era stromform.org, y era y sigue siendo, un espacio de recepción de muchísimos otros sitios de odio internacional. Era un festival de odios. Pero era una sola página. Hoy, que el celular con datos móviles es un órgano más del cuerpo humano, que se permite estar permanentemente conectado y generan una comunicación inmediata, esto tiene un potencial inimaginable.

¿Qué se encuentra en las redes?

De todo. Desde páginas de YouTube de çómo hacer una bomba hasta adoctrinamiento, gráficos de Instragram de los puntos en el cuerpo donde dar un cuchillazo certero para matar a alguien, el paso a paso de cómo atropellar con el auto en un segundo a cientos de personas en una manifestación o una fiesta. Eso se ve todos los días y es ciberterrorismo porque es la preparación de los “lobos solitarios” para que actúen de forma directa. Hace 3 años hubo un hecho lamentable, en Paysandú, Uruguay, un pueblito donde no pasa nada, donde un comerciante judío estaba cerrando su local al mediodía para ir a comer y dormir la siesta y una persona cruzó la calle con un cuchillo en la mano gritando “Dios es grande” en árabe , lo acuchilló y lo mató. La gente decía que estaba mal de la cabeza. Luego se supo, investigando su actividad en redes sociales, que se fue adoctrinando para poder ser un terrorista por esta vía. Con lo cual se demuestra que un acto semejante puede suceder en cualquier lado, en cualquier momento, con una persona que sencillamente navega por internet. Hay un patrón común en estas personas que se repite en el atacante de la sinagoga en Pittsburgh, el de los musulmanes en Nueva Zelanda, el de Noruega que mató a jóvenes en una isla o los ataques en las iglesias: todos que tienen muchísima actividad en Internet.

Incluso las redes tienen otra cuestión que pueden permitir encubrirse en un perfil falso. ¿Cómo se trabaja?

Esto depende de cómo uno se maneja y a quien deja entrar en sus redes. Hay gente que tiene por norma no aceptar invitaciones de gente que no conoce, no interactúa con quien no tenga foto o información de perfil. Hay que indagar un poco más sobre quién está del otro lado de la pantalla.

Pero hablar de odio en las redes no es sólo ciberterrorismo. ¿Qué se entiende por odio?

Hay muchísimas formas del odio. Hoy en las redes sociales se lanza una condena teniendo 20.000 seguidores y tiene un efecto mucho mayor que se diga en público, en clase o cara a cara. Hace 30 años quien sufría bullying esperaba el viernes para salvarse de ir a la escuela por el fin de semana. Hoy, con las redes sociales, el atosigamiento es 24 horas, 7 días de la semana, los 365 días de año. A alguien se le ocurrió en base al programa humorístico Soul Park instalar el día de pegarle a un pelirrojo y hay gente que lo hace, aunque parezca increíble y genere que los pelirrojos no quieran salir de sus casas por miedo. Eso se instaló por redes sociales. Nosotros pedimos que eso se denuncie, que se reporten estos sitios. Es fundamental.

¿Cómo se hace para filtrar, minimizar y reducir estos riesgos?

Twitter tiene un algoritmo mediante el cual intenta detectar determinadas situaciones y bajar determinados mensajes, en cambio desde Facebook, el trabajo es más artesanal. No es que haya gente mirando 24 horas cada perfil, pero los reportes los reciben seres humanos que estudian y evalúan cada una de las situaciones y determinan si se tiene que bloquear o dar de baja al mensaje. Porque una cosa es decir yo no te quiero escuchar y otra es impedir que otro hable. A veces depende, de cómo cada país quiere legislar sobre esto.

Ese el quid de la cuestión: no hay legislación que regule la actividad en Internet

Hay dos escuelas de cómo trabajarlo. La norteamericana que dice al momento de abrir una cuenta, que el usuario debe aceptar un montón de condiciones generales que si se vulneran se le da autorización para darle de baja a la cuenta. Mientras que la comunidad europea tiene un convenio hecho con los 5 grandes de las redes para que encuentren su regulación porque si no, va a generarse por ley esta regulación. Pero ni Argentina ni el resto de los países latinoamericanos tienen política al respecto. Ni siquiera optamos por ninguna de estas líneas de trabajo.

¿No hay interés?

Cuando este Gobierno nacional asumió tuve una reunión con uno de los ministros, interesado en poder trabajar sobre la opción europea. Iban a buscar el convenio y estudiarlo para adaptarlo a las leyes. Eso fue a principios del 2016. Todavía esperamos una respuesta. Si no hay legislación, es difícil. El gran paso que hemos dado es que desde hace 15 días hay un grupo de voluntarios locales trabajando en el relevamiento que hace el Centro Simón Wisenthal para visibilizar lo que pasa en los países hispano hablante. Hasta ahora se tenían los ojos puestos sobre Estados Unidos, Europa y Medio Oriente y se miraba muy poco lo que sucedía en otras partes. Esto ahora va a cambiar gracias a un trabajo conjunto entre nuestra institución y el gobierno de la provincia de Tucumán que facilitó los recursos para que un grupo de jóvenes voluntarios entre 16 y 30 años, nucleados por el Ministerio de Educación de la provincia fueran entrenados para la tarea de relevar casos de discriminación tanto en España como en Iberoamérica. Lo que ellos encuentren en redes sociales se va a incluir en el informe final. Sorprendentemente en estos lugares no solo hay casos de odio en las redes vinculados a lo religioso, hay xenofobia a los discapacitados, a los gordos, a los habitantes de países limítrofes.

Mientras tanto, ¿cómo se previene, al menos con los jóvenes que son un caldo de cultivo?

El primer objetivo es transmitir a los chicos que tomen conciencia de que el odio es complicado. Y demostrarles lo que genera. Sugerirles no sumarse a este tipo de manifestaciones, hay que enseñarles a identificarlas, que las marginen, que las denuncien y que las reporten para que nos den la posibilidad de trabajar en cada caso concreto. Hay que proponerles que cada uno piense como actúa en las redes y empiece a hacerse cargo. Las redes son un fenómeno social, y la sociedad la hacemos todos. Hay que procurar convivir y construir. No destruir.

San Juan se pondrá la camiseta

El Centro Simón Wisenthal encontró en el deporte un aliado para llevar adelante su objetivo. Es por eso que proponen que clubes o federaciones deportivas hagan propia la lucha contra el racismo, la xenofobia y la discriminación por medio de un programa de 11 puntos concretos, entre los que se encuentra desde la revisión de la política de contrataciones de empleados, jugadores, proveedores o hasta en el requisito de que sus socios para formar parte firmen un compromiso por medio de una declaración jurada de no participar en actos xenófobos o discriminatorios y en el caso de cometerlos, pueden ser excluidos del abono. “Hay clubes de rugby que hasta el año pasado no permitían que una mujer sea socia. Eso es discriminatorio”, ejemplifica Gelblung.

La propuesta cuenta con el aval de la Organización de Estados Latinoamericano y la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Hay un reconocido club de fútbol argentino que está por cerrar un acuerdo para aplicarlo lo mismo que la selección de Perú, elegida la mejor hinchada del mundial en Rusia. Las autoridades de la Cámara de Diputados de San Juan se interesaron por la iniciativa y prometieron convertirlo en ley.

Simón, el cazador de nazis

Simón Wiesenthal nació el último día de diciembre de 1908, en Buczacz, Galicia, que en ese entonces era parte del Imperio Austro-Húngaro. Llevó una vida común y corriente, hasta exitosa podría decirse: fue arquitecto y se casó. Hasta que la Primera y la Segunda Guerra Mundial lo dejaron prácticamente solo, sin familia, sin vecinos sin amigos.

Fue un verdadero sobreviviente de la guerra. Pasó por cinco campos de concentración y se salvó de milagro de más de un fusilamiento. Cuando fue liberado se propuso como objetivo reencontrarse con su esposa y dedicar todos sus esfuerzos a identificar y perseguir a los criminales nazis que habían provocado once millones de muertes. Para esto, se valía de sus anotaciones y de su memoria extraordinaria para recordar los nombres de los verdugos que llevaron adelante los mandatos de Hitler. El burócrata alemán Adolf Eichmann, encontrado en Argentina, fue uno de ellos, entre tantos nombres más.

Con polémicas y críticas por considerarlo exagerado, fue un gran colaborador de las autoridades norteamericanas en la recopilación de información de los criminales nazis. Llegó a asistir en la investigación de los juicios de Nüremberg. Siempre persiguió la idea de que debía hacerse justicia.

 

 

Fuente:diariodecuyo.com.ar

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