Enlace Judío México e Israel.- El primer ministro de Israel fue una vez un moderado. ¿Él conducirá ahora a la derecha hacia la Tierra Prometida?
JONATHAN KOLATCH
Después de una victoria resonante en la elección israelí, Benjamín Netanyahu ahora es libre para continuar forjando el destino del pueblo judío. Una mirada a las primeras opiniones políticas de Netanyahu ofrece visiones reveladoras de su evolución de un moderado tranquilo al guardián de la derecha que promete anexar partes de la Margen Occidental.
En enero de 1997, durante su primer mandato como primer ministro, Netanyahu aceptó retirarse del 80% de Hebrón, sofocando al pequeño enclave judío de la ciudad. Al año siguiente, con el presidente Clinton atascado en el caso Lewinsky, Netanyahu fue conducido a ingresar al Memorando de Wye River con Yasser Arafat, renunciando a más control territorial israelí.
Durante el debate parlamentario en el 2004 sobre la desconexión de Gaza, la cual desarraigó a 10,000 judíos, Netanyahu votó repetidamente en favor de la retirada y se negó a ejercer su influencia como ministro de finanzas en una votación crucial de presupuesto que habría estancado la salida de Gaza. Su renuncia sólo para el registro, una semana antes de la retirada, fue irrelevante.
En su discurso del 2009 en la Universidad de Bar Ilan, después de que el presidente Obama laceró a Israel en su discurso en Cairo, Netanyahu habló de la boca para afuera de una solución de dos Estados. Más tarde ese año, inclinándose nuevamente ante la presión de Obama, él implementó una moratoria de 10 meses sobre la construcción de asentamientos, la cual él relajó apenas ligeramente cuando expiró el congelamiento. Sólo durante el tercer mandato de Netanyahu, empezando en el 2013, desarrolló el aguante y la fortaleza política para enfrentar como iguales a los líderes del mundo—parándose firme contra Obama y el acuerdo nuclear con Irán.
Endureciéndose en las negociaciones palestinas, Netanyahu ahora martillaba en casa en toda oportunidad el reconocimiento de Israel como patria del pueblo judío como una precondición para las negociaciones. Él sabía que para los palestinos, la aceptación complicaría su “derecho al retorno” cardinal.
Desde entonces, con la derecha israelí detrás de él y líneas abiertas con los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, Netanyahu ha surgido como el estadista principal del mundo, capaz de hipnotizar públicos en inglés y hebreo.
Trump y Netanyahu han trabajado juntos. Netanyahu preparó la escena para la retirada estadounidense del acuerdo con Irán presentando evidencia perjudicial de los archivos nucleares de Teherán. Trump mudó la embajada estadounidense a Jerusalén, la capital de Israel. Luego Trump reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y no se echó atrás cuando Netanyahu dijo que anexaría parte de la Margen Oriental. Estos dos regalos en vísperas de la elección sellaron la victoria de Netanyahu.
¿Está Netanyahu ahora verdaderamente en sintonía con la derecha israelí, la cual continúa viéndolo con sospecha? La prueba de fuego será cuan rápidamente él alivie las restricciones sobre la expansión de las ciudades judías en la Margen Occidental, y particularmente en el enclave judío de Hebrón.
Hebrón, donde reinó el Rey David antes de mudarse a Jerusalén, es el sitio de la Tumba de los Patriarcas—Abraham, Isaac y Jacobo—y sus esposas Sarah, Rebeca y Leah. En las masacres árabes de 1929 y 1936, los judíos fueron obligados a abandonar propiedad que debió haber sido permitido reclamar después que Israel recuperó el control de Hebrón en 1967. Pero buscando mantener el status quo, un gobierno israelí tímido y la Corte Suprema han permitido sólo una comunidad judía esquelética de unos 1,000, rodeada hoy por 200,000 árabes palestinos.
La derecha israelí está esperando ver si Netanyahu, respaldado por una coalición obediente y la red de seguridad de Trump, explotarán la actual ventana de oportunidad y permitirán a más judíos retornar a la segunda ciudad más santa del Judaísmo. La elección de abril agudizó la división política israelí.
La izquierda se coaliciona en torno a los valores socialistas, la separación de religión y estado, y el compromiso territorial. La derecha discrepa sobre las exenciones del ejército para los estudiantes religiosos, programas escolares, viviendas para parejas jóvenes, y cuán lejos llegar para domar a Gaza, pero se une en volver a poblar la tierra bíblica central de Judea y Samaria, como Israel llama oficialmente a la Margen Occidental. La posibilidad de una retirada israelí completa de ese territorio se ha esfumado hace mucho tiempo de la discusión pública, excepto de las facciones más radicales en Israel—los partidos árabes y el partido de izquierda Meretz. Pero como los palestinos insisten en una retirada completa, ellos se han encasillado en todo o nada, y han terminado con nada. Los israelíes en la derecha todos suscriben a la noción de volver a poblar la tierra. Pero una parte sustancial lo ve como un mandato mesiánico.
Las visiones de volver a poblar la tierra aparecen repetidamente en los versículos bíblicos. La profecía de Di-s a Jeremías, “Y tus hijos retornarán a sus fronteras,” pronto se volvió un mantra de los colonos, puesto en canción para impacto contemporáneo.
Inmediatamente después de la guerra de 1967, antes que la política se endureciera, israelíes de todas las tendencias acudían en masa a la Margen Occidental en autobuses turísticos, cautivados por visitar tierras que salieron de las páginas de la Biblia—Hebrón, Shejem, Belén. Ellos las llamaban “las tierras liberadas.” Paraban para comprar duraznos, sandías y tomates a vendedores árabes ansiosos por sacar provecho de una bonanza no anticipada. Surgió un movimiento de repoblación llamado Gush Emunim, o Bloque de los Fieles, para proporcionar dirección religiosa y política sobre qué hacer con esta ganancia territorial inesperada no anticipada. El partido socialista Avodá, un socio improbable atrapado en el fervor, aprobó los primeros asentamientos.
El Rabino Jaim Druckman, uno de los fundadores de Gush Emunim y ex miembro de la Knéset, argumentó conmovedoramente que una parte crucial del destino del pueblo judío es el control sobre la Tierra de Israel bíblica. Sólo cuando los judíos poblaron su espacio antiguo, dijo, la tierra dio a conocer su generosidad—de forma agrícola e intelectual. Con interminables baches políticos durante el camino, los colonos judíos en Judea y Samaria ahora excedían los 400,000, una masa inamovible.
Un importante obstáculo que amenaza la capacidad de Netanyahu de promover el destino judío es legal: acusaciones de soborno, violación de la confianza y fraude. Los cargos formales esperan que sea celebrada una audiencia para mediados de julio, y hay esfuerzos flotando para conceder inmunidad parlamentaria al primer ministro. Le pese a quien le pese, cualquier resolución final llevará al menos dos años, permitiendo tiempo amplio para que Netanyahu ponga su sello sobre el futuro.
Otra posible complicación es el “Acuerdo del Siglo” de Trump, ahora programado para ser divulgado a principios de junio. Se ha filtrado suficiente información del enviado especial de Trump, Jason Greenblatt, para señalar que el plan de paz no incluye un estado palestino. Eso ha sido suficiente para que el líder palestino Mahmoud Abbas rechace el acuerdo de plano.
Si surge una solución de dos estados, Netanyahu no tendrá más opción que desafiarla, fragmentando su energía política. Un acuerdo sin una solución de dos estados, por el otro lado, dará Israel la luz verde para continuar poblando tierras bíblicas.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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