Las bases de la radicalización islámica

Enlace Judío México e Israel.- ¿Puede trazarse un vínculo entre religión y violencia política? ¿Cuáles son las simientes que dieron origen al extremismo musulmán?

GEORGE CHAYA

El surgimiento del concepto mismo de “terrorismo religioso” comienza a partir del supuesto de que las creencias religiosas están asociadas o incluso conducen a patrones de radicalización específicos. La validez de este concepto ha sido cuestionada por colegas expertos en el mundo árabe-islámico, quienes afirman que la especificidad del radicalismo religioso encuentra su fundamento en el hecho de que los objetivos religiosos y trascendentes son mucho más difíciles de definir debido a las perspectivas de recompensas de la vida después de la muerte a través del martirio. Más aún, la evidencia demuestra que una importante mayoría de musulmanes, como de creyentes de otras religiones, condenan la violencia política. Además, su probabilidad de adoptar creencias radicales disminuye con la apertura de la práctica religiosa.

Todos los grupos religiosos, cualquiera sea su denominación, están preocupados por la necesidad de gestionar el activismo de muchos grupos extremistas, algunos de los cuales abogan por el uso de la violencia en apoyo de una agenda político-religiosa. La audiencia de tales grupos varía con el tiempo, al igual que su capacidad para influir en la comunidad de creyentes. Por ejemplo, una investigación que utiliza los datos de la Encuesta Mundial de Valores, basada en 61 países, mostró que la religiosidad disminuye las actitudes revolucionarias, excepto para las comunidades musulmanas. Esto puede reflejar la capacidad de los grupos islamistas militantes para influir y radicalizar a los creyentes comunes.

FIGURAS INSPIRADORAS

Los fundamentos ideológicos de los grupos islamistas contemporáneos apuntan a cuatro figuras inspiradoras y puntuales: Hassan Al-Banna y Sayyid Qutb, en Egipto; Sayyid Maududi, en Pakistán; y el Ayatola Khomeini, en Irán. Si bien las enseñanzas de estas cuatro figuras difieren, todas jugaron un papel irrefutable para convertir a la religión islámica en una ideología para la lucha política armada.

Hassan Al-Banna fue el fundador de la Hermandad Musulmana y consideró al islam como un sistema político integral de la vida y al Corán como la única constitución aceptable para los musulmanes. La doctrina de Al-Banna se centró más en la creación de un sistema económico islámico a través de impuestos progresivos que en el desarrollo de un modelo político específico. Inicialmente, Al-Banna rechazó la violencia política y adoptó un enfoque más bien pragmático de la política. En su concepción, la “yihad del espíritu” era la forma central de promover la islamización de las sociedades musulmanas, luchar contra el imperialismo occidental y mejorar las condiciones de vida de los musulmanes.

Aunque la Hermandad Musulmana sigue siendo uno de los movimientos islamistas contemporáneos más influyentes y peligrosos, los escritos de Al-Banna han sido mucho menos influyentes que los de Sayyid Qutb en la configuración de las creencias radicales de los islamistas contemporáneos.

En su libro Milestones, Qutb condenó la modernidad occidental y afirmó que las comunidades musulmanas vivían en un estado de ignorancia, sin Dios y que eso necesitaba ser revertido. Para lograr este objetivo, Qutb rechazó el silencio y abogó por el takfir (excomunión) por medios violentos, incluido el asesinato de líderes corruptos por no aplicar la Sharia (Ley islámica). La influencia Qutb aún es explícita en movimientos como Al-Qaeda o el Estado Islámico.

Maududi y Qutb compartieron muchas posturas. Maududi fue uno de los primeros pensadores en abogar por la creación de un estado islámico gobernado por la sharia.

Por último, la relevancia de Khomeini para la violencia política islámica contemporánea se relaciona con la sentencia de muerte (fatwa). La emisión de la fatwa amplió a todo el globo la autoridad de la umma (comunidad de creyentes del islam), lo que convirtió al mundo en un lugar para la yihad abierta y permanente.

LA EXPANSIÓN

La estructura de esos grupos islamistas es muy antigua en Europa. Una rama del partido de Maududi, el Yamaat-e-Islami, fue creada en 1973 en el Reino Unido para atacar a musulmanes del sur de Asia, especialmente a la comunidad ahmadía, única en demostrar su integración, amistad y adaptación a los países de acogida en todo el mundo. Los ahmadíes sufrieron cíclicas oleadas de violencia de otras comunidades musulmanas y gozan de gran respeto en los países donde se afincaron por ser una comunidad que, desde su visión y vivencia del islam, han dado mostradas pruebas de convivencia, fraternidad y sabiduría al rechazar cualquier tipo de violencia emergente de la religión. No hay registros de la participación en un solo acto de violencia de parte de los ahmadíes en todo el mundo. Por el contrario, han sido las primeras víctimas del islamismo yihadista desde el interior del propio Islam.

En Francia, la difusión de la ideología islamista se caracteriza por la fuerte presencia de la Hermandad Musulmana a través del activismo de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF), que también ha alimentado de combatientes las filas de Estado Islámico, como en el caso de los hermanos Chérif y Said Kouachi en el ataque terrorista a la revista Charlie Hebdo, en París.

Por su parte, la influencia del movimiento del líder turco Fethullah Gülen, creado en 1983, es muy visible en Alemania y los Balcanes. Aunque el movimiento islamista no tiene una estrategia violenta en defensa de la unidad de la umma, compartió vínculos con movimientos insurgentes en Afganistán, Bosnia, Cachemira, Chechenia, Siria e Irak. Además, contribuyó al refuerzo y a la unificación del activismo islamista en Europa.

Entre estos eventos, la guerra afgana (1978-1988) actuó como catalizador para la propaganda islamista. Los musulmanes europeos se unieron a las filas de la insurgencia y, cuando volvieron a Europa, actuaron como líderes espirituales que desempeñaron un papel fundamental en la influencia de Al-Qaeda en la región. Progresivamente, lograron obtener una mayor audiencia a través de la creación de algunas células clandestinas y de reclutamiento. Según algunos informes de agencias gubernamentales europeas, gracias a este accionar, la radicalización de una franja de musulmanes del Viejo Continente llevó de diez a quince años. Del mismo modo, la intervención estadounidense en Irak contribuyó a reforzar el activismo de los grupos yihadistas entre jóvenes musulmanes en Gran Bretaña, Alemania, España, Italia y los Países Bajos desde 2003. Dicho activismo radicalizado se ha replicado, en igual o mayor forma desde 2012 hasta nuestros días, en América Latina como resultado de la guerra civil siria.

ALGUNOS ESTUDIOS

La influencia de la ideología islamista sobre las actitudes de los musulmanes comunes hacia la violencia política ha sido confirmada por una amplia gama de investigaciones. Los estudios sobre la aprobación de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en países musulmanes mostraron una propensión de los encuestados al islamismo. En encuestas actuales, también se destaca el sentimiento de que el islam está bajo amenaza y tiene un papel que desempeñar en la política por los medios que el islam disponga, sin excluir el método violento.

Sobre la base de datos del Instituto de la Paz de los Estados Unidos, se descubrió que el apoyo de la ciudadanía siria alineada con el régimen del presidente Assad es uno de los factores más fuertes que respalda los bombardeos y ataques dirigidos contra civiles. De manera contrapuesta, investigaciones que comparan la percepción del terrorismo en Europa y en los países de mayoría musulmana mostraron que los encuestados, en ambos grupos de países, tienden a apoyar más al terrorismo cuando creen que la democracia es un sistema político occidental no adecuado para los musulmanes.

Otros investigadores se han centrado en el papel de la yihad, usando datos de encuestas recopiladas en Pakistán. Allí se observó que el apoyo a la violencia política está estrechamente vinculado a la interpretación individual de las personas sobre la yihad: cuanto más la conciben como una lucha interna por la justicia, menos probable es que justifiquen la violencia política. Por el contrario, los creyentes que entienden la yihad como una lucha militarizada externa es más probable que apoyen a los grupos islámicos violentos.

Al estudiar guerras civiles entre 1940 y 2000, la académica Monica Duffy Toft descubrió que, en el 81 % de los casos, los gobiernos y líderes islámicos estaban involucrados como beligerantes, y lo explicaron por el papel que juega la yihad en la movilización de combatientes. Sobre esta base, Springer y Edger sostienen que una motivación clave para el yihadismo es la voluntad de recrear “un sistema unificado de autoridad temporal ejercido por un sucesor del profeta Mahoma sobre la comunidad de creyentes”. Es allí donde resurge la idea del califato entre los musulmanes más radicalizados.

En general, estos estudios muestran que la ideología mixturada con la religión resulta de una radicalización extrema. La radicalización de una minoría de musulmanes parece ser impulsada por contactos regulares con estos grupos, ya sea en la mezquita o a través de internet. Sin embargo, en determinados casos el motor de la radicalización en algunos creyentes no necesariamente debe ser estimulado por la ideología, sino que se produce y origina en la propia fe. Esto sucede particularmente con aquellos que siguen estrictamente la palabra no escrita del profeta.

En el plano político, el papel de las experiencias para desencadenar la radicalización recibió un gran apoyo empírico. Estas experiencias pueden ser comunes a los musulmanes en cualquier lugar donde vivan o solo en ciertos contextos sociales y políticos. En general, se ha observado que las creencias radicales están asociadas, en gran medida, con una percepción de falta de legitimidad y justicia de la política nacional e internacional.

 

 

*George Chaya es consultor experto en Oriente Medio, en relaciones internacionales, seguridad y prevención del terrorismo. Autor de “La Yihad Global, el terrorismo del siglo XXI”.

 

Fuente: defonline.com.ar

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