Shulamit Beigel en exclusiva para Enlace Judío México e Israel- La pintura abstracta sigue viva, y como bien decía uno de mis maestros, uno de los ideólogos de esa corriente artística, es en Israel donde se manifiesta siempre su vigor. Así lo consideran coleccionistas alemanes y estadunidenses, entusiasmados con la obra del pintor chileno israelí Israel Fraiman, (Viña del Mar, Chile, 1967), de cuyo pincel emanan sueños, colores y exuberancias, reflejo de su natal Valparaíso chileno.
El reconocimiento a su trabajo le ha llegado después de un difícil camino en el arte, expresa en entrevista exclusiva para Enlace Judío.
Fraiman con Shimon Peres
“Muchos europeos piensan que en Israel estamos bombardeados con todo eso del arte figurativo solamente, y se sorprenden de que la pintura abstracta se siga haciendo. Sólo les digo que pinto lo que es mi ser, mi esencia”, explica el artista, orgulloso de sus raíces chilenas.
Fue ahí en Valparaíso que germinó en Israel Fraiman la pasión por el dibujo. “Estaba fascinado con el colorido, era un niño”, rememora.
Israel Fraiman, el mayor de dos hermanos, fue buen estudiante, asegura. Le gustó desde el principio la escuela, el conocimiento. “Por eso mis padres, ruso y sefaradí la madre, me tuvieron confianza cuando les dije que quería ser artista, y mi imaginación se desbordó al tener mi primera caja de colores. Me iba al desierto florido a explorar el paisaje. Era una felicidad total mirar y pintar la naturaleza, el campo, su transformación, las formas extravagantes. Así fui creciendo
Hace cuatro años, Fraiman decidió emigrar a Israel con la intención de aprender más sobre la Cábala.
Sin embargo, el camino fue complicado porque llegó sin nadie que lo ayudara o recomendara en el mercado del arte.
“Llegué sólo con mis pinceles y algunos cuadros bajo el brazo. Pensaba que era fácil llegar a un museo y colgar ahí mis cuadros. Israel comenzó a investigar acerca del movimiento artístico israelí y sin dudarlo se sintió parte de ese movimiento “ese fue el momento en el que comencé a plasmar más lo que sentía, y poco a poco comencé a vivir del arte, a participar, y a recibir invitaciones para ir a otros países. El año pasado fue el gran salto, aunque las ventas nunca son algo seguro, la obra se está viendo y moviendo.
“Tengo un compromiso con este país, sobre todo, me gusta apoyar a las nuevas generaciones, que se inspiren. Muchos muchachos me preguntan cosas y lo que puedo les respondo. Sigo aprendiendo, y lo más importante, pintando”.
E.J. ¿Qué hace un pintor chileno aquí en Israel?
I.F. Pintar. Vivir. Vine a estudiar Cábala y me quedé, pues hoy amo a este país más que antes, con sus pros y contras.
E.J.: Cuéntanos cómo fue tu acercamiento al mundo del arte.
I.F. Inmediatamente después de la enseñanza escolar, entré a una universidad en Valparaíso, Chile, que se caracterizaba por tener una escuela de Arquitectura y Diseño muy especial. Fue ahí donde pude desarrollar todo mi potencial, que venía acumulando desde niño.
E. J. ¿Qué tenía de especial esa escuela?
I.F. Pues que ahí aprendí más que arquitectura y diseño, más bien lo erótico del arte, el Eros para hacer las cosas, la pasión.
E.J. ¿Qué quieres decir con eso de erótico, pasional?
I.F. Mira, contábamos con dos profesores que tenían mucha experiencia: Godofredo Iommi, poeta, y Alberto Cruz Covarrubias, arquitecto. Godofredo, que era amigo del poeta chileno Vicente Huidobro, y Alberto Cruz, que estaba en contacto con Le Corbusier, que como tú sabes, había fallecido en 1965, pero se consideraba como el pintor, arquitecto y teórico franco-suizo más importante de la arquitectura moderna. En esa escuela de la que te hablo, lo poético y lo espacial tenían más importancia que el aprendizaje de cálculos estructurales, es decir, que básicamente se nos marcó con un lineamiento artístico, similar al de las escuelas de arquitectura italianas, a diferencia de las escuelas israelíes, en que los arquitectos son más que nada ingenieros de construcción civil, los que a veces (ja ja) tienen buen gusto.
E. J. ¿Y cómo era esa escuela?
I.F. Contábamos con un campo para experimentar frente al mar, y los profesores vivían ahí construyendo sus propias casas experimentales y nosotros, los alumnos, asistíamos a todo tipo de clases, entre los que estaba el deporte artístico, la cultura del cuerpo, donde desarrollábamos juegos coloridos donde el cuerpo además de mantenerse en buen estado aprendía a ser creativo. Eso fue excelente.
E.J. Me suena como algo griego
I.F. Pues de alguna manera sí, ya que crecí aprendiendo versos como ”El camino no es el camino”, de Godofredo, es decir, que uno se imagina un camino y la vida te da otro, como mis propios caminos, frases que aún son parte de mi enseñanza artística. Nos movíamos entre Baudelaire, Huidobro, Walt Whitman, Rimbaud, y otros. Esas eran nuestras biblias para llegar a ser “maestros” del diseño y la arquitectura.
E. J. Las madres judías quieren que sus hijos sean médicos o dentistas, ¿por qué te fuiste hacia la pintura y no a otra expresión artística?
I. F. Mientras estudiaba arquitectura y diseño me nació el interés por el cine. Con mis compañeros íbamos a ver buen cine, y quise estudiarlo, pero en los 90 no había escuelas de cine en Chile y las posibilidades de salir al extranjero para un judío no-adinerado (por no decir pobre jajaja) como yo, eran nulas, así que decidí estudiar el color, para después pasar a entender el movimiento. Y bueno, me he quedado estudiando el color por más de 30 años, y eso es mi pintura, mis murales y mis cuadros: color y movimiento. Y aunque no estudié cine, utilizo el tema del color en mi obra desde un cálculo pictórico y recientemente voy entrando al mundo de las instalaciones, aportando así con ello a lo netamente conceptual.
E. J. No debe haber sido fácil estudiar en un país con tantas conmociones políticas
I.F. Pues fácil no fue, pero tampoco tan difícil. En 1984, casi saliendo de la época escolar y antes de entrar a la universidad, un grupo de amigos pintores, queríamos liberar a Chile del dictador Pinochet. Pero poco a poco lo político se fue solucionando y pudimos dedicarnos a la búsqueda de nuestros lineamientos pictóricos autónomos. Y fue así que empezamos a crear nuestras primeras obras de arte.
E.J. ¿Recuerdas tu primera obra, qué era, qué expresaba?
I.F. Un bastidor relativamente de buen tamaño, abstracto, con colores tierra, algo sinuoso, con formas sensuales, que sin ser geométrico, tenía un ritmo suave y un fondo trabajado.
E.J. ¿Dónde nace la inspiración de Israel Fraiman?
I.F. Mi relación con nuestra fuente judía es mi permanente inspiración. El proceso creativo nos acerca a comprender mejor a Nuestro Creador. Investigaciones personales me han llevado por un largo desarrollo que pasa por George Ivánovich Gurdjíeff, el místico armenio del Cuarto Camino, quien mostró que la evolución del hombre es el resultado del desarrollo interior individual y que esa apertura es la meta de todas las religiones, de todos los caminos, pero que requiere de un conocimiento directo y preciso, que sólo se puede adquirir con la ayuda de algún guía con experiencia y a través de un prolongado estudio de uno mismo y del trabajo sobre uno mismo, además de estudios de las culturas milenarias, egiptología, la cultura Náhuatl, los pueblos originarios de Latino América, hasta que llegué a conocer la Cábala y es ahí donde considero que reside toda la Sabiduría. En palabras de mi maestro pictórico “el pintor debe incluirse dentro de la obra” y eso es sólo posible de integrarse al trabajo si uno llega a conocerse a sí mismo.
Octubre rojo
E.J. ¿Cuál ha sido la obra que más te ha marcado?
I.F. Afortunadamente nunca estoy conforme con mis resultados, pero podríamos decir que “”, que es una obra potente que nació entre la confusión y la pasión. Y claro está que la mejor obra siempre será la más reciente.
E.J: Si tus obras pudiesen hablar, ¿qué nos dirían sobre el artista?
I.F. A diferencia de las obras figurativas temáticas, “literarias” como las llamo yo, siempre hay mensajes escondidos en una obra abstracta. Cada cual es capaz de abrir el mundo que mejor le parezca o aparezca. Aunque se piense como algo increíble, sí hay espectadores “fabulosos” que son capaces de estrujar la obra y extraer de sus profundidades lo que no se ve a simple vista. Gracias a la buena fortuna, he tenido experiencias muy enriquecedoras con observadores que multiplican mis ganas de seguir creando en el formato no-figurativo.
E.J. ¿Cuánto ha sido el tiempo máximo que has pasado trabajando en una obra?
I.F. Hay obras que se van complicando y las dejo “castigadas” hasta que se aclare la solución. Pero son pocas las obras complicadas que dejo separadas, ya que hay un proceso intelectual y sobretodo espiritual que las precede, que asegura un inicio a partir de mis bocetos pero no un final, donde el desarrollo creativo ayuda a dar término hacia algo diferente. Por lo general son procesos que pueden durar varios meses. Aunque te parezca increíble, trabajé dos años en una obra, eran siete telas que fueron girando sobre sus ejes y estaban conectadas.
E.J. ¿Qué estilos y movimientos artísticos se ven reflejados en tu pintura?
I.F. Tal como te dije antes, fui criado en una escuela universitaria de tendencia moderna, contemporánea al Bauhaus, que es bastante conocida en Israel, el Stijl, es decir la línea abstracta, geométrica, donde el diseño y la arquitectura dieron un giro a todo lo anterior. Mi maestro, Francisco Méndez Labbé, arquitecto dedicado a la pintura, fue mi profesor en diseño y después pudimos trabajar juntos una década, donde inicié mis trabajos en murales. Francisco, que hoy se acerca a sus 100 años, está preparando una retrospectiva para este año en Santiago de Chile.
E.J ¿Qué es lo que quieres transmitir con tus obras?
I.F A diferencia del publicista, creo que el artista visual no tiene la obligación de transmitir algo. No es necesario entregar un mensaje. Yo prefiero que cada cual rescate lo que sus capacidades le permitan digerir de mi obra y agradezco este camino que he seguido, que comenzó en Chile y que he podido transmitir hacia Hong Kong, Malasia, París, Nueva York y ahora Israel. Son los coleccionistas particulares los que creen en mi trabajo y están al pendiente, al igual que quienes me invitan a exposiciones en otros países.
E.J. ¿Qué pintores han influido en tu vida, y quién te gusta de los actuales?
I.F Son muchos los que podría nombrar, Kandinsky, Klee, Klimt, Malevich, Roberto Matta, Miró, Matisse, Chagall y de los actuales Yaacov Agam, con quien estoy en contacto ahora que vivo en Israel.
E.J. ¿Cuáles han sido las dificultades más grandes que te encontraste en el camino para ser artista y concretamente en Israel?
I.F. Mira, para ser artista hay que ver el mundo de una manera especial, y cualquier dificultad se vuelve un desafío, una oportunidad. Las crisis son las épocas más creativas. Cuando se llega a cero no queda otra que volver a empezar.
E.J. ¿Cómo ves el arte en Israel y en el mundo contemporáneo en general?
I.F. Confío que podremos avanzar desde lo conceptual y salir del postmodernismo que hoy nos ridiculiza. El arte es mucho más que una moda. La cultura es lo que ha sostenido a la humanidad, mucho más allá de la ciencia y sus logros. Cuando la ciencia concebía al mundo como plano, la sensibilidad artística de las culturas nativas de la América precolombina llevaba mucho camino recorrido con su geometría sagrada conectada al cosmos. Hoy, tanto en Israel como en el mundo moderno, el arte se confunde entre la publicidad, el diseño, las instalaciones y los grafitis para los ojos inexpertos.
E.J. ¿Qué les aconsejarías a los jóvenes israelíes que empiezan en este complejo mundo de la pintura?
I.F. Yo les aconsejaría el regreso a las fuentes originarias, que ahí se encuentra la respuesta a la reconexión interior que nos hace falta hoy en día. No es un consejo sólo mío, los grandes artistas nos han comprobado que dentro de las culturas milenarias están las bases para refundar o recrear el mundo artístico. Yo recomendaría a los jóvenes israelíes, y a todos los jóvenes que se embarcan en el arte, dejar de mirar de lado y buscar en su interior, creando en vez de copiar modelos ajenos.
E.J. ¿En qué proyectos te encuentras trabajando actualmente?
I.F. En varios proyectos que hoy ya son realidad y que se pueden ver entre Jerusalem y Tel Aviv, y tengo algunos trabajos de murales pendientes. Tan pronto termine esto, tengo ganas de viajar a Europa nuevamente, específicamente a Alemania para celebrar con la Bauhaus el siglo recién cumplido, beber cerveza y adentrarme más en el arte conceptual, estudiar una nueva línea dentro de las instalaciones y ver qué podría aportar desde mi arte.
E.J. Si no hubieses elegido ser artista ¿a qué te hubieses dedicado?
I.F. Hubiera sido gurú en alguna de las 12 tribus, ja ja.
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