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sábado 02 de noviembre de 2024

Hace 80 años, cuando casi nadie quiso a los judíos

Enlace Judío México e Israel.- Si hay un pueblo que históricamente ha sido perseguido, es el de los judíos. Sin tener que rascar demasiado en el suelo del tiempo, es fácil encontrar decenas de ejemplos de persecuciones, expulsiones y pogromos. En todo el mundo y en todas las épocas. No es algo que hayan inventado los nazis. Y no es una práctica que haya desaparecido, más bien, en las últimas décadas ha visto un peligroso resurgir.

JESÚS GARCÍA BARCALA

No obstante, hoy centro la atención en un caso en particular, el de los refugiados del SS St. Louis. Sucedió, sí, en tiempos de la Alemania de Hitler, pocos meses antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Pero los nazis no estaban solos en su rechazo a los judíos, dos países más quedaron en evidencia, aunque por diversas razones.

Judíos fuera

Las Leyes de Nuremberg habían institucionalizado el antisemitismo nazi en Alemania. Implementadas en 1935, dichas leyes dictaban quienes eran alemanes y quienes no, dependiendo de su “raza”, y retiró la ciudadanía a los judíos. Entre otras muchas aberraciones, se prohibieron los matrimonios mixtos, se expulsó del funcionariado a los judíos y se les prohibió trabajar en la sanidad o en la educación. Si querían emigrar, debían entregar el 90% de sus bienes como impuesto migratorio.

La situación empeoró gradualmente y, drásticamente, después de Kristallnacht, la Noche de los Cristales Rotos. El 9 de noviembre de 1938, los nazis organizaron un pogromo en el que se quemaron sinagogas y negocios judíos. Alrededor de 100 judíos fueron asesinados, y cientos más detenidos y enviados a los campos de concentración. Era sólo el principio del calvario que llevaría a millones de judíos a los campos de exterminio.

Emigración

Desde prácticamente la llegada de los nazis al poder, organizaciones judías ayudaban a individuos y familias a emigrar fuera de Alemania. En un principio no fue difícil, pues eran pocos los que querían marcharse, y muchos los destinos abiertos.

Pero conforme avanzó la década, la situación empeoró en ambos puntos. En 1939, muchos habían emigrado ya, y cada vez más buscaban escapar. Para su desgracia, cada vez menos países aceptaban refugiados judíos.

Aun así, muchos lo intentaron, y a principios de 1939, casi mil de ellos consiguieron comprar permisos para desembarcar en Cuba, como un destino temporal, mientras se tramitaban sus peticiones de emigración a los Estados Unidos. La naviera Hapag-Lloyd, organizó el viaje en uno de sus mejores cruceros, el SS St. Louis. El barco zarpó de Hamburgo el 15 de mayo con 938 pasajeros, casi todos judíos.

Familias enteras comenzaron el viaje con el mayor optimismo. Es verdad, debían abandonar todo para iniciar una nueva vida, pero al menos tenían esperanza. El problema fue que los organizadores no les habían dicho toda la verdad.

Cuba no los quiere

Como mencioné anteriormente, los refugiados habían comprado permisos de desembarco para Cuba, pero no visados. Se suponía que su estancia en la isla sería temporal. Dichos permisos los habían adquirido del Secretario de Inmigración cubano, Manuel Benítez Jr. Sin embargo, antes aún de que zarpara el St. Louis había saltado el escándalo. Aparentemente, Benítez se estaba enriqueciendo con la venta de permisos de inmigración.

Al hecho no ayudó que Benítez fuera un protegido de Fulgencio Batista, a la sazón Secretario de Defensa y futuro dictador cubano. Batista era también el principal rival político del entonces presidente, Federico Laredo Bru. Antes incluso de que se encendieran las chimeneas del St. Louis, Laredo Bru invalidó los permisos de los refugiados judíos, pero nadie informó nada a estos.

No se enteraron hasta que el barco llegó a La Habana el 27 de mayo, y no se les permitió desembarcar. La crisis se convirtió en noticia a nivel mundial.

Negociaciones

Para entonces la principal organización judía, el Jewish Distribution Committee (Comité de Distribución Judía), ya estaba al tanto del embrollo y ya negociaba con las autoridades cubanas Federico Laredo Bru, Presidente de Cuba.la entrada de los refugiados. Su representante en la isla, Lawrence Berenson pudo hablar con Laredo Bru (imagen izquierda), y este le pidió un aval de 453 mil dólares como garantía de que ninguno de los refugiados trabajaría en Cuba. Berenson pidió un tiempo para consultas, pero cuando volvió Laredo le informó que la oferta ya no era válida.

La población cubana no era en realidad antisemita. Sin embargo, dos factores se unieron para empeorar la situación. Primero, que durante toda la década ya habían llegado grupos de refugiados judíos y, segundo, que Hitler había enviado alborotadores para propagar el antisemitismo. Pocos días antes de que llegara el St. Louis a Cuba, se organizó una manifestación antisemita en La Habana con 40,000 participantes. Las diferencias políticas entre Laredo Bru y Batista abrieron más la brecha y provocaron la negativa del presidente.

El Capitán del barco, Gustav Schroeder, intervino también a favor de los refugiados, sin éxito, y a finales de mayo tuvo que zarpar, sin destino fijo.

Estados Unidos tambien se niega.

Durante unos días el St. Louis navegó en dirección a Florida, y los pasajeros llegaron incluso a ver las luces y las palmeras de Miami. Mientras tanto, el JDC buscaba el apoyo del Presidente Franklin D. Roosevelt para permitir a los refugiados en Estados Unidos. Desgraciadamente, Roosevelt no quiso inmiscuirse, y refirió a los peticionarios al Departamento de Estado. Ahí, se encontraron con una nueva negativa.

Estados Unidos es y siempre ha sido un país de inmigrantes. Históricamente ha recibido más refugiados que ninguna otra nación del mundo, incluso en aquellos años. Existían cuotas anuales para la inmigración, que incluso se habían ampliado en la década de los 30 para acomodar a judíos de Europa Central.

El problema es que dichas cuotas ya se habían llenado aquel año, y había una larga lista de espera. En un país garantista que tanto presumía de respetar la ley, ni el presidente ni nadie podía quebrantarla, ni siquiera por cuestiones humanitarias. La población sentía solidaridad con los refugiados, pero a la vez quería que las cuotas se respetaran. No hacía mucho que la Depresión había dejado a millones sin empleo, y demasiados inmigrantes al mismo tiempo necesitarían muchos empleos.

No podemos olvidar que existía un movimiento nazi en Estados Unidos, y que el antisemitismo también tenía sus influencias en el gobierno. Los pasajeros del St. Louis fueron rechazados una vez más. El Capitán Schroeder puso rumbo de vuelta a Europa.

Última esperanza para los judíos del St. Louis.

El JDC no se había dado por vencido, y buscaba una opción para evitar que los refugiados tuviesen que volver a Alemania. Cuando el barco ya se acercaba a aguas europeas, los pasajeros recibieron la noticia que estaban esperando. Cuatro países, Reino Unido, Francia, los Países Bajos y Bélgica se repartirían el pasaje.

Fueron buenas noticias, sin duda, pero la historia no terminó ahí. Sólo los refugiados que tuvieron la suerte de llegar a Inglaterra se libraron para siempre de los nazis. Los demás, 620 de ellos, volverían a cruzarse en su camino cuando las hordas de Hitler invadieron sus respectivos países de acogida. Muchos de los que habían escapado en 1939 fueron detenidos y enviados a campos de concentración, 254 no salieron con vida.

El St. Louis volvió a Alemania en 1940 y fue hundido en un bombardeo en 1944. Sus restos fueron vendidos como chatarra. El Capitán Schroeder recibió una medalla en Alemania en 1957 por haber ayudado a los judíos tanto como pudo. En 1993, Yad Vashem, el Centro Mundial del recuerdo del Holocausto, confirió a Schroeder de manera póstuma el título de Justo Entre las Naciones.

 

 

 

Fuente: cciu.org.uy

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