La novela censurada por “islamofóbica”

Enlace Judío México e Israel.- Escribe sobre un ataque iraní sobre Tel Aviv. Y el editor tira a la basura el libro de Kestin.

GIULIO MEOTTI

Que el régimen iraní desea la destrucción de Israel ciertamente no es un misterio. El Líder Supremo Ali Khamenei, ha publicado incluso un manual de instrucciones sobre el fin del Estado hebreo. En Teherán, hay un reloj que marca la última hora de Israel. Y también el presidente actual, el “moderado” Hassan Rohani, en noviembre pasado ha definido a Israel como un “tumor canceroso”. Israel a su vez toma muy en serio las amenazas iraníes. Que un periodista pueda contar todo esto en forma de narración, de ficción, es menos obvio.

Es lo que le pasó al periodista israelo-estadounidense Hesh Kestin, que hace dos semanas ha publicado para la casa editorial estadounidense Dzanc su nueva novela, “The siege of Tel Aviv”, novela de suspenso de ficción, pero no demasiada, sobre un ataque iraní sorpresa contra Israel, que tuvo la propaganda de Stephen King: “La novela de Hesh Kestin es más aterradora que cualquiera escrita por Stephen King”. Después de la derrota, los ciudadanos israelíes sobrevivientes son reunidos en el centro de Tel Aviv, que se vuelve un gueto donde se espera la evacuación y aniquilación.

Lo que sucedió después, lamentablemente, se ha vuelto una escena demasiado familiar en la publicación estadounidense. Los activistas literarios acudieron inmediatamente a Twitter para denunciar la novela como “racista” e “islamofóbica”.

Tal vez ellos no pasaron por este párrafo: “Mientras Estados Unidos y el Occidente asistían, los ejércitos musulmanes se preparaban para asesinar a la población entera.” Después de haber pedido la cancelación de la novela, el editor trató de salir con una declaración conciliadora, invitando a los opositores a leer la novela antes de condenarla. Pasan los días y surgen otras denuncias y la casa editorial al final cede.

Y Dzanc anula la publicación. El editor ha “aprendido la lección”. “Racista”, ha escrito Nathan Goldman de la revista judía de izquierda Jewish Currents. Y se hizo eco el poeta Cortney Lamar Charleston. John Englehardt, próximo autor de la casa editorial, tuitea de estar “muy decepcionado de la publicación de ‘Siege of Tel Aviv’”. El editor fundador de Dzanc, Steve Gillis, dice que “nuestra intención nunca fue publicar una novela que mostrara a los musulmanes como malvados”. Emma Smith-Stevens, autora de “The Australian”, anunció en Facebook haber devuelto los derechos sobre su próximo libro en señal de protesta. El editor de Kestin le informó que las copias no vendidas terminarán en la basura.

Kestin ha respondido autopublicando la novela con la ayuda de Amazon y es probable que venda más copias gracias a la controversia que los que habría vendido sin ella. La furia satírica de la novela no se limita a sus invasores musulmanes. También el liderazgo estadounidense queda mal. El presidente de Estados Unidos es un antisemita de la Ivy League concentrado exclusivamente en su propia reelección. La política exterior de Estados Unidos es determinada por el precio del barril de nafta. Entonces, cuando los saudíes amenazan con cortar el suministro de petróleo, se asegura la neutralidad estadounidense, y cuando seis millones de refugiados judíos buscan un lugar de reparo, Estados Unidos y Europa se muestran contrarios.

¿Suena conocido? Incluso la clase política israelí es vapuleada, demasiado ocupada en celebrar una oferta de paz imposible como para advertir la concentración iraní más allá de las fronteras. La novela es similar a otras. Como “Here I am” de Jonathan Safran Foer, en la cual el Estado judío es paralizado por un terremoto e invadido por los vecinos árabes. Como “The Yiddish Policemen’s Union”, en la cual Michael Chabon imagina a los judíos post-Shoá huyendo a Alaska después que Israel es destruida. “Han abandonado la norma que nosotros antes creíamos sacrosanta: que puedes tener opiniones impopulares”, ha dicho Kestin sobre la autocensura del propio editor. “Hemos encontrado al enemigo y somos nosotros”. Y no éramos muy diferentes de los ayatolas iraníes que censuran los libros.

 

 

 


Fuente: Il Foglio
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

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