Innovar y generar impacto: la estrategia de Israel, el país líder en I+D

Enlace Judío  México e Israel.- Cuál es el ecosistema emprendedor del país que más invierte en investigación; avances económicos y una realidad social que desafía.

SILVIA TANG

Es una sala grande, con iluminación tenue; el piso está cubierto por pantallas y los visitantes podemos interactuar con las imágenes que se proyectan a nuestros pies. Hay puntos rojos en el aire que pueden ser conducidos hacia arriba y hacia abajo con movimientos de las manos: eso provoca que lo mostrado en las pantallas se aleje o se acerque, ofreciendo diferentes perspectivas. Elijo una de las pantallas y, según cómo muevo la mano, veo el mapa del mundo casi en su totalidad o un primer plano del lugar del planeta donde estoy ahora. Voy, una y otra vez, del mundo a mi espacio actual y de mi espacio actual al mundo.

La escena es en el Instituto de Ciencia Weizmann, en la ciudad israelí de Rehovot, cerca de Tel Aviv. Este centro de estudios es uno de los más importantes a nivel global en materia de ciencias básicas: se busca innovar “a partir de preguntas concretas” que se hace cada líder de las investigaciones. Un dato puede ilustrar el impacto de sus tareas: de los 25 medicamentos más vendidos en el planeta, 7 surgieron de trabajos hechos aquí.

Israel es el país que tiene la mayor inversión en investigación y desarrollo (I+D), medida como porcentaje del producto bruto interno (PBI). El indicador fue de 4,25% en 2016, según el dato más reciente publicado por el Banco Mundial. En la Argentina la relación fue de 0,53%, y en América Latina, de 0,68%, con un Brasil que, con 1,27%, elevó el promedio.

Con algo menos de 9 millones de habitantes, Israel abarca un territorio pequeño. Esa característica (que limita el mercado interno), sumada a otras como tener fuertes conflictos geopolíticos y escasez de recursos naturales, moldea en buena medida el carácter innovador y emprendedor del país, que se propone llegar con sus efectos más allá de las fronteras. Israel está en los primeros puestos en cuanto al desarrollo de tecnologías y algunas de ellas fueron iniciadoras de negocios luego vendidos por sumas de cientos de millones de dólares a multinacionales (como Waze, comprada por Google, o Mobileye, adquirida por Intel).

La dinámica emprendedora, en cierta medida sostenida con incentivos oficiales para la investigación, hace su aporte al crecimiento constante del PBI: en el primer trimestre de este año el avance interanual del producto fue de 3,2%, mientras que en la última década, sin interrupciones al signo positivo, el índice anual promedio fue de algo más de 3%.

Sin embargo, los datos sobre la situación social de este país de Medio Oriente muestran un desafío pendiente, para el que también se buscan respuestas en la innovación. La pobreza alcanza al 21,2% de los habitantes, con una incidencia bastante más alta en la población árabe, de acuerdo al índice informado por el instituto oficial de estadísticas para 2017 (último disponible). Y, según datos a 2016 publicados por el Banco Mundial, mientras que 20% de la población se queda con 44,2% del ingreso total, otro 20% obtiene solo el 5,2%.

Un dato vinculado a esa realidad es el que indica que “los empleos directos en la alta tecnología son el 8% del total”, según dice en Jerusalén Zafrir Asaf, funcionario del Ministerio de Economía a cargo de las relaciones con mercados emergentes.

En Weizmann, Dany Schmit, CEO del Comité para América Latina del instituto, sintetiza cuál es el rol de la academia: “Aquí somos muy buenos en transformar dinero en conocimiento; la transformación del conocimiento en dinero es función de la industria”. Schmit, un marplatense establecido en Israel desde hace más de tres décadas, habla en esta oportunidad frente a quienes llegamos desde cinco países de América Latina para participar de la primera Misión Económica de Impacto a Israel.

La actividad fue organizada por Sistema B, la ONG regional que promueve que los negocios se hagan con impacto económico, social y ambiental a la vez, y Mujeres del Pacífico, un emprendimiento certificado como B (por su triple efecto), que se dedica a entrenar, conectar, capacitar y dar visibilidad a emprendedoras de Chile, Colombia, Perú y México.

“Hay un concepto en la cultura de Israel que define el foco con el que se pensó esta misión: Tikún Olam, que se refiere a la responsabilidad por reparar el mundo”, describe Martina Mariani, una de las organizadoras e integrante de Sistema B Internacional y de B Lab de España. Dalia Silberstein, argentina residente en Israel y consultora global en temas de innovación social, agrega otra expresión vinculada a los israelíes: “chutzpah”, un término que define el rasgo de actuar con audacia o incluso con descaro, para llegar al objetivo.”Un tema clave del ecosistema israelí es la articulación entre los sectores público, privado y académico; la coordinación es fundamental para promover la innovación y la economía de impacto”, dice Silberstein, también organizadora de este viaje de emprendedores, miembros de ONG, educadores y comunicadores.

Weizmann tiene 280 laboratorios y un presupuesto de US$450 millones anuales, de los cuales un tercio proviene del gobierno de Israel; el resto se integra con ingresos derivados de descubrimientos (licencias de uso dadas a empresas), premios, filantropía y servicios prestados. Uno de los grandes desafíos, vinculado al costo y al largo tiempo que llevan los trabajos, es el que plantean los altos valores monetarios de poner en el mercado lo que se deriva de las investigaciones. Schmit afirma que los plazos de los trabajos tienden a acortarse, pero el dilema de cómo dar mayor accesibilidad a tratamientos para la salud sin que deban pasar largos períodos, sigue abierto. Aquí y en otras partes.

Ecosistema de negocios

En Israel hay más de 6600 empresas activas y el 55% tiene de 1 a 10 empleados. Según datos de Start-Up Nation Central -ONG que intermedia entre líderes de negocios, gobiernos y entidades civiles- en estas tierras hay 430 inversores en forma permanente. Y la dinámica de negocios llevó a que, solo en 2018, unos 1500 inversores de 30 países pusieran dinero aquí. Están establecidas en el país 320 multinacionales y 300 hacen investigación y desarrollo. Con una startup activa cada 1500 habitantes, en 2017 se crearon 950 empresas y cerraron 600, mientras que en 2014 habían abierto 1029 y habían puesto su punto final 258. El achicamiento de la brecha entre aperturas y cierres se atribuye, entre otras posibles razones, al protagonismo que toman grandes firmas tecnológicas dejando menor margen para emprendimientos de pequeña magnitud.

¿Qué provoca el espíritu emprendedor e innovador de Israel? Según un informe de la ONG, los inmigrantes que llegaron en los siglos XIX y XX se encontraron con carencia de agua, pocas tierras arables y vecinos no amistosos. Esos factores empujaron a buscar soluciones. Luego, se sucedieron otra razones históricas, como la cancelación -en los años 80- de un proyecto de desarrollo aéreo, que “liberó” a un grupo de ingenieros, y el aumento global posterior de la demanda de tecnologías de la información y de comunicaciones, sobre las que el ejército del país había trabajado.

“En Israel se ve el compromiso con el trabajo y el propósito; lo que se hace, se hace por algo más que por uno mismo y los negocios se mueven con propósito”, dice el argentino Gerardo Tyszberowicz, asesor del presidente de IRSA, Eduardo Elzstain. La compañía es, en Israel, dueña de IDB, un holding que trabaja en negocios de varios rubros.

El ejecutivo describe rasgos de los israelíes, que tienen que ver con su forma de negociar y de moverse en los negocios. Los israelíes son, entre los habitantes de varios países analizados por la autora norteamericana Erin Meyer, quienes con mayor fuerza conjugan, en las relaciones, un trato confrontativo (van de frente) y una demostración intensa de emociones. En el caso de los argentinos, agrega Tyszberowicz, podría decirse que se comparte la segunda característica pero no la primera. Antes que confrontar, el argentino tenderá más a decir: “después vemos” o “luego te llamo”, como expresión que bien puede significar que algo no gustó.

En el ecosistema emprendedor de Israel conviven cientos de organizaciones que actúan como aceleradores, financiadores, capacitadores o facilitadores de espacios. De la dinámica participan desde instituciones como el Centro Peres para la Paz y la Innovación, en Tel Aviv, que entrena a emprendedores y promueve la integración multicultural, hasta entidades de variado alcance que fondean proyectos, como OurCrowd, una plataforma global de crowdfunding con oficinas en Jerusalén. También están los centros del ámbito académico que impulsan el desarrollo de startups, como el caso de Technion, en Haifa: de una innovación para lograr diagnósticos médicos tempranos desarrollada en esta universidad tecnológica, por ejemplo, nació la firma NanoSynex, pensada por alumnas del programa para el desarrollo de negocios.

Un caso vinculado con la alimentación es el de la incubadora The Kitchen Hub. La firma láctea Strauss es, en este caso, la responsable de apoyar desarrollos como los de Flying SpArk, que trabaja con larvas de la mosca de la fruta para extraer proteínas para consumo humano, y Zero Eggs, que elabora a partir de plantas un alimento líquido que reemplaza al huevo.

La producción de alimentos se relaciona con una de las innovaciones quizá de más largo plazo de estas tierras, donde el agua no abunda. El desarrollo de sistemas de riego de precisión para la agricultura caracteriza a Netafim, una firma industrial, hoy multinacional, nacida en un kibbutz del desierto del Negev cinco décadas atrás. Hoy hay en Israel 270 de estos asentamientos -tienen 130.000 habitantes-, en los que se vive bajo la filosofía de compartir bienes: cada uno aporta según sus habilidades y se lleva según sus necesidades. Netafim, que tiene otras dos plantas en Israel, fue vendida en 2017 a la mexicana MexiChem, que firmó el compromiso de mantener las instalaciones aquí por al menos 20 años. El riego de precisión tiene como principio el uso sostenible del agua y la tecnología se basa en la capacidad de absorción de cada suelo en particular y en el consumo que necesita cada planta.

Con la mirada puesta en lo social y ambiental, hay proyectos sobre los que podría decirse que se rigen por un principio de “consumo de precisión”. Robin Food, en el barrio Hadar, en Haifa, es un restaurante fundado por Shai Rilov, quien se inspiró en una iniciativa que vio en Estados Unidos. Se trata de un comedor vegano donde se consumen solo frutas y verduras que, de no estar en este lugar, habrían sido desechadas por estética o por logística. Con el lema de “Salvá alimentos. Comé bien. Pagá según cómo te sientas”, el precio lo pone cada comensal según sus posibilidades y su identificación con el proyecto.

En ese mismo barrio de Haifa, muy venido a menos en décadas pasadas, las obras de mejoramiento de viviendas que impulsa el fondo Hadarim y que involucran a los propios vecinos, muestran otra cara de las iniciativas contra la exclusión.

A varios kilómetros allí, nuestra misión de latinoamericanos tuvo su encuentro con la cultura beduina: Amal Abu Karen Afawi tiene su emprendimiento en la aldea de Lakiya, en la región de Negev, para recibir turistas y mantener vivos los sabores típicos de la comunidad a la que pertenece y en la que quiere dejar la huella de impacto de su vida. Amal tiene una historia que va mucho más allá de esta iniciativa: años atrás, desafió las tradiciones de su tribu y decidió, contra la opinión de su padre, seguir un camino no habitual aquí para una mujer: se propuso ser enfermera. Y logró, además de dar sus servicios en un hospital, ocupar espacios desde los cuales aporta para la prevención y el conocimiento de enfermedades por parte de las mujeres beduinas.

“La mujer suele tener mayor empatía y esa es una cualidad muy requerida y valorada en la economía de impacto social”, define Fernanda Vicente, chilena y fundadora de Mujeres del Pacífico. Agrega que, naturalmente, cuando una mujer genera una solución para algo, el impacto de esa respuesta suele ir más allá.

Ampliar la visión y la reflexión del por qué y del para qué hacemos lo que hacemos es algo que está en el ADN de la economía de triple impacto. Así lo describe Pedro Tarak, fundador de Sistema B e impulsor de actividades como la misión a Israel: “Después de la familia, la forma de organización más numerosa en las sociedades es la empresa; en el inicio del movimiento de la economía de impacto nos preguntamos qué pasa cuando, en vez de pensar solo en dinero y en intereses personales, pensamos también en intereses colectivos y en lo social y ambiental. Así nació el pensamiento del triple impacto, al que sumo dos aspectos: el cultural y el espiritual”.

Lugar de profundo significado para las grandes religiones, Israel es una invitación a entrar en la dimensión espiritual. Y eso no está aislado de la economía: como empresario, emprendedor, investigador, empleado o consumidor, como persona en definitiva, cada quien puede aportar a dar un sentido u otro a la actividad. Y puede aportar a mover algo en el mundo, sin aquel puntito rojo del centro de visitantes de Weizmann, y sí con lo que logra ser aprehendido desde la experiencia propia y de otros.

Acciones para el cambio

Las actividades de innovación tecnológica se conjugan con proyectos para generar mejoras en la situación de grupos de la población

Centros de estudios e innovación

El Centro Peres para la Paz y la Innovación, fundado en 1996 por el expresidente Shimon Peres, desarrolla planes para innovar y promueve la integración. De entidades educativas de Israel como Technion y Weizmann, surgieron inventos que cruzaron las fronteras.

Beduinos en el desierto del Negev

Amal Abu Afawi es emprendedora y, además de gestionar en su aldea un espacio para visitantes, desafió trabas culturales; es enfermera y desarrolla acciones por las mujeres beduinas. También en el sur de Israel, el proyecto Wadi Attir alienta tareas rurales sustentables.

 

 

 

Fuente:lanacion.com.ar

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