Rusia o Irán: los sirios debaten cómo salir de un régimen fallido

Enlace Judío México e Israel.- Desde que los Ba’azistas tomaron el poder en Damasco en 1963 se ordenó a los sirios que renunciaran a las libertades elementales y aceptaran dificultades materiales para que, algún día, su ejército lograra la victoria sobre el “enemigo sionista”.

GEORGE CHAYA

Sin embargo, los hechos mostraron a través de la historia que el resultado fue muy diferente. Siria ha sufrido grandes derrotas y pérdida de territorio a manos de Israel. Además, en lugar de luchar contra Israel, el régimen alawita ha tratado, por más de 30 años, de anexar el Líbano en beneficio del clan gobernante.

El costo de la victoria prometida pero nunca alcanzada ha sido alto. Desde la década de 1960, en promedio, alrededor del 25% del presupuesto nacional anual de Siria se ha dedicado a los aspectos militares. Eso equivale al 12% del producto interno bruto (PIB), proporcionalmente tres veces más alto de lo que Estados Unidos gasta en defensa. En comparación con el gasto medio de defensa en los países de la Unión Europea, el presupuesto militar sirio es seis veces más alto. En términos reales, el gasto militar de Siria es cuatro veces mayor que el de la salud o la educación.

Los sirios hoy se preguntan para qué era todo ese gasto. Una respuesta les llegó en 1982 cuando el ejército fue enviado a la ciudad de Hama por una semana para reprimir brutalmente una protestas de la comunidad sunita que terminó en una carnicería que cobró miles de vidas, la ciudad fue cercada, aislada y bombardeada brutalmente por el régimen, las estimaciones de muertos varían desde 10.000 a 40.000 civiles asesinados.

El sistema sirio se basa en el modelo de los regímenes de seguridad militar europeos de mediados del siglo XX, al estilo de Italia bajo Mussolini, de la Alemania nazi de Hitler y, algo más tarde, de España bajo Franco. En los años ’30 Hungría y Rumanía también vivían bajo ese tipo de regímenes políticos represivos.

En la década de 1940, el modelo se extendió a América Latina, con Argentina bajo Juan D. Perón como el ejemplo más conocido. En los años ’50, muchos países del “mundo en desarrollo” adoptaron el modelo de seguridad militar con ligeras modificaciones.

A medida que se intensificó la Guerra Fría, los estrategas estadounidenses etiquetaron el modelo como “La Tercera Posición”, algo entre el capitalismo y el comunismo, y lo comercializaron en Asia y África como parte de los planes para reducir la influencia soviética y china. Por otro lado, el presidente John F. Kennedy organizó un golpe militar en Vietnam del Sur como la primera condición para la intervención estadounidense.

El modelo de seguridad militar fue impuesto en Egipto por los “Oficiales Libres” en 1952, lo que provocó un efecto dominó árabe. A lo largo de los años, Sudán, Irak, Siria, Yemen, Libia, Somalia y Túnez siguieron el ejemplo. Los Estados Unidos vieron a Gamal Abdel Nasser como un líder capaz de aplastar a la izquierda y contener a los grupos religiosos fundamentalistas.

En todos los casos, sin embargo, el modelo de seguridad militar resultó ser un fracaso.

El régimen de Nasser no gastó bien los recursos de la nación, compró armamento soviético en última instancia inútil y llevó al país a guerras desastrosas con Israel. Pero Egipto aprendió del error y se erigió a partir de la era del presidente Anwar el Saddat en el líder real del mundo árabe, algo que aún hoy conserva.

En Sudán, los sucesivos regímenes de seguridad militar provocaron guerras civiles que, en el caso de Darfur, continúan hasta el día de hoy. Hoy, Sudán se continúa dividido en dos.

La experiencia de Irak no fue diferente. Cuatro décadas de guerras civiles y externas y la brutal represión terminaron con la intervención dirigida por Estados Unidos y el caos que le siguió.

En Yemen, el modelo produjo una guerra civil acompañada de opresión, y seguida por el caos actual que facilita el chiismo iraní.

Libia está efectivamente dividida en dos, mientras que el “Guía Supremo” usa lo que queda de su costoso ejército para matar a su gente.

Los años de gobierno de seguridad militar bajo Siad Barre terminaron con Somalia como un estado fallido.

La experiencia de Túnez mostró que incluso el relativo éxito económico no podría asegurar los regímenes de seguridad militar para siempre.

Una mirada a los llamados “países en desarrollo” de hoy muestra que la era de los regímenes de seguridad militar está por terminar. Aparte de los cuatro países comunistas restantes, China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba, de los 198 miembros de las Naciones Unidas, sólo seis siguen viviendo bajo regímenes clásicos de seguridad militar. Dos son naciones árabes, Sudán y Siria. Los otros dos son Eritrea (teóricamente un país árabe) y Birmania.

La pregunta no es si los regímenes de seguridad militar terminarán, sino ¿cómo terminarán?

En varios casos, ese tipo de régimen se permitió a sí mismo transformarse gradualmente en un sistema pluralista con el aparato de seguridad militar sometiéndose a la autoridad civil. Esto es lo que sucedió en Corea del Sur, Taiwán, Grecia, Portugal, España, Chile, Argentina, Brasil y Paraguay, entre otros. Entre las naciones musulmanas, los ejemplos más importantes son Bangladesh e Indonesia.

Parece que Túnez está optando por esa estrategia con la élite de la seguridad militar permitiendo que el sistema se convierta en pluralista de estilo occidental.

En otros casos, el aparato de seguridad militar ha mantenido un papel importante sin insistir en el control exclusivo. Camboya, Pakistán y Turquía son algunos ejemplos.

La élite de seguridad militar de Egipto está apoyando la opción de ir hacia la modernidad, mientras que la sociedad egipcia muestra un mismo interés por avanzar en la misma dirección luego de quitarse la calamidad de la Hermandad Musulmana que los gobernó un año.

Solo en unos pocos casos, el régimen de seguridad militar ha elegido la opción de la fuerza buscando la destrucción del país con la esperanza de evitar su propia desaparición. El régimen de Saddam Hussein en Irak fue el ejemplo más trágico, mientras que Idi Amin fue el más cómico. Otros ejemplos son el Khmer-Rouge en Camboya y el General Galtieri en Argentina al librar una guerra innecesaria y fuera de cualquier cálculo con Gran Bretaña.

El truncado régimen de Khaddafi eligió la opción suicida de la fuerza, como lo demostró en su tiempo su escalofriante comentario cuando aseveró: “Sin mí no habrá Libia”.

También en Yemen, Ali Abdallah Saleh jugó inicialmente con esa idea. Sin embargo, más inteligente que Khaddafi, aunque no logró alcanzar una salida ordenada, y si digna, hasta su muerte, Saleh tuvo otra visión del problema.

La opción de la fuerza y la represión siempre ha sido atractiva para los déspotas. “Después de mí, el diluvio”, fue el lema de más de uno de ellos.

¿En este escenario, qué pasa con Siria?

Hoy los Altos del Golán no han sido liberados, pero Deraa fue ocupada por el régimen y está bajo su control, a pesar de seguir siendo la chispa que encendió el levantamiento civil y después de más de 600.000 muertos no puede decirse que sea algo por lo que el régimen pueda estar orgulloso.

Parece que a pesar de la gran carnicería de los últimos 5 años, el clan gobernante no está del todo unido en apoyo de una política que, en última instancia, es claramente suicida.

Parte del régimen, respaldado por segmentos del ejército, quizás puede estar interesado en la experiencia de los países que lograron una transición ordenada hacia un sistema basado en el estado de derecho. El problema más difícil para el régimen de Bashar Al Assad es que no todos los sirios están entusiasmados ante la opción de elegir entre Irán o Rusia como tutores para tener una República.

 

 

Fuente:infobae.com

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