La ONU declara una guerra sin cuartel a la libertad de expresión

General Assembly Seventy-first session, 59th plenary meeting Appointment of the Secretary-General of the United Nations.

Enlace Judío México e Israel.- En enero, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, encargó a su asesor especial para la Prevención del Genocidio, Adama Dieng, que “presentara un plan de acción global contra el discurso y los delitos de odio con carácter de urgencia”. En una rueda de prensa sobre los retos de la ONU para 2019, Guterres sostuvo: “El mayor reto al que se enfrentan hoy los gobiernos e instituciones es demostrar que nos preocupamos, y movilizar soluciones que atiendan a los temores y ansiedades de la gente con respuestas”.

JUDITH BERGMAN

Una de esas respuestas, pareció sugerir Guterres, es acallar la libertad de expresión.

“Tenemos que incorporar a todos los segmentos de la sociedad en la batalla por los valores a la que se enfrenta nuestro mundo de hoy, abordar el aumento del discurso del odio, la xenofobia y la intolerancia. Oímos ecos problemáticos y llenos de odio de tiempos muy lejanos —dijo Guterres—. Opiniones tóxicas que están penetrando los debates políticos y contaminando el discurso general. No olvidemos nunca las lecciones de los años treinta. El discurso y los delitos de odio son una amenaza directa a los derechos humanos”.

Guterres añadió: “Las palabras no bastan. Necesitamos ser eficaces a la hora de afirmar nuestros valores universales y al abordar las causas originarias del miedo, la desconfianza, la ansiedad y la ira. Esa es la clave para conseguir que se una a la defensa de esos valores que hoy están tan gravemente amenazados”.

Dicho con otras palabras, olvidemos por completo del libre intercambio de ideas: a la ONU le parece que sus “valores” están amenazados y que, por lo tanto, hay que acallar a aquellos que critican esos valores. No sólo eso, sino que —sin ninguna ingenuidad— la ONU está comparando a los que disienten de sus intereses con el auge del fascismo y el nazismo en los años treinta.

Ya está listo el plan de acción del que hablaba Guterres en enero. El 18 de junio, Guterres presentó la “Estrategia y plan de acción de Naciones Unidas contra el discurso del odio“:

“El discurso del odio es […] un ataque a la tolerancia, la inclusión, la diversidad y la propia esencia de nuestras normas y principios sobre los derechos humanos”, dijo Guterres. También escribió un artículo sobre el tema: “A los que insisten en utilizar el miedo para dividir comunidades, debemos decirles: la diversidad es una riqueza, nunca una amenaza […]. No olvidemos, al fin y al cabo, que cada uno de nosotros somos un ‘otro’ para alguien, en alguna parte”.

Según el plan de acción, “el odio se está trasladando a la corriente general, tanto en las democracias liberales como en los sistemas autoritarios. Y cada vez que se rompe una norma, se debilitan los pilares de nuestra humanidad común”. La ONU lo considera una función crucial en sí misma: “Por una cuestión de principios, Naciones Unidas debe enfrentarse al discurso del odio en cada ocasión. El silencio puede ser una señal de indiferencia al fanatismo y la intolerancia”.

Naturalmente, la ONU asegura a todo el mundo que “abordar el discurso del odio no significa limitar o prohibir la libertad de expresión. Significa impedir que el discurso del odio crezca y se convierta en algo más peligroso, en especial en incitación a la discriminación, la hostilidad y la violencia, que están prohibidas por el derecho internacional”.

Salvo que desde luego que la ONU intenta limitar la libertad de expresión, en particular el que cuestiona la agenda de la ONU. Esto se hizo evidente en lo relativo al Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, en el que se afirmaba explícitamente que debía cesar la financiación pública de “medios que promueven sistemáticamente la intolerancia, la xenofobia, el racismo y otras formas de discriminación” hacia los inmigrantes.

Quedó por definir qué es lo que constituye intolerancia, xenofobia, racismo o discriminación, por supuesto, lo que hace que en la disposición quepa cualquier cosa, muy oportuno para los gobiernos que quieren retirar la financiación de los medios que disienten de la actual ortodoxia política sobre la inmigración.[1]

A diferencia del Pacto Mundial de la ONU, el plan de acción de la ONU contra el discurso del odio sí incluye una definición de lo que ésta considera “odio” y resulta ser la definición más amplia y vaga posible:

“Cualquier tipo de comunicación verbal o escrita o conducta que ataque o utilice un lenguaje peyorativo o discriminatorio en referencia a una persona o grupo basado en quiénes son o, dicho de otra forma, basado en su religión, etnia, nacionalidad, raza, color de piel, origen, género u otro factor identitario”. Con una definición tan amplia como esta, cualquier discurso se puede calificar “de odio”.

El plan de acción “tiene por objetivo dar a Naciones Unidas el margen y los recursos para abordar el discurso del odio, que representa una amenaza para los principios, valores y programas de Naciones Unidas. Las medidas que se tomen serán acordes con las normas y estándares internacionales sobre derechos humanos, y en particular la libertad de opinión y expresión. Los objetivos son dobles: reforzar las labores de la ONU para abordar las causas de raíz y lo que impulsa el discurso el odio [y] mejorar la eficacia de las respuestas de la ONU al impacto del discurso del odio en las sociedades”.

La ONU deja claro en el plan que “aplicará acciones a nivel mundial y nacional, y también reforzar la cooperación internacional entre los organismos de la ONU pertinentes” para combatir el discurso del odio. Considera que “abordar el discurso del odio es responsabilidad de todos: gobiernos, sociedades y sectores privados” y concibe “una nueva generación de ciudadanos digitales, con el poder de reconocer, rechazar y plantar cara al discurso del odio”. Qué mundo feliz.

En el plan, la ONU establece una serie de áreas de prioridad. Al principio, la ONU “tendrá que saber más para actuar con eficacia” y, por lo tanto, “dejará que los organismos pertinentes de la ONU […] detecten, vigilen y recopilen datos y analicen las tendencias del discurso del odio”. También intentará “adoptar una comprensión común sobre las causas raíces y motores del discurso del odio con el fin de emprender las acciones pertinentes para abordar mejor y/o mitigar su impacto”. Además, la ONU “identificará y apoyará a los actores que desafíen el discurso del odio”.

Los organismos de la ONU también “aplicarán medidas centradas en los derechos humanos que se proponen contrarrestar el discurso del odio vengativo y la escalada de la violencia” y “promoverá medidas para asegurar que se defienden los derechos de las víctimas y que se atienden sus necesidades, incluida la defensa de compensaciones, el acceso a la justicia y la terapia psicológica”.

Es inquietante que la ONU tenga intención de ejercer una presión directa sobre los medios e influir en los niños por medio de la educación:

“El sistema de la ONU debería establecer y fortalecer las asociaciones con medios nuevos y tradicionales para abordar las narrativas de odio y promover los valores de la tolerancia, la no discriminación, el pluralismo y la libertad de opinión y expresión” y “actuar en la educación reglada y no reglada para […] promover los valores y competencias de la educación para la ciudadanía global y mejorar la alfabetización mediática e informativa”.

La ONU es sumamente consciente de que tiene que aprovechar las asociaciones estratégicas con una serie de actores mundiales y locales, gubernamentales y del sector público, para alcanzar su objetivo. “La ONU debería establecer/reforzar las asociaciones con las pertinentes partes interesadas, incluidas las que trabajan en la industria tecnológica. La mayoría de las acciones importantes contra el discurso del odio no las emprenderá la ONU en solitario, sino que lo harán también los gobiernos, las organizaciones regionales y multilaterales, las empresas privadas, los medios, las organizaciones religiosas y otros actores de la sociedad civil”, señala el plan de acción. Y añade: “Los organismos de la ONU deberían también involucrar a los actores del sector privado, incluidos los medios de comunicación, en los pasos que pueden dar para apoyar los principios de la ONU y las acciones que pueden emprender para abordar y contrarrestar el discurso del odio, fomentando la asociación entre el gobierno, la industria y la sociedad civil”. La ONU también dice que: “a petición, proporcionará apoyo a los países miembros en el área de construcción de capacidades y desarrollo de políticas para abordar el discurso del odio”.

El plan de acción también revela que la primera iniciativa concreta ya se ha planificado. Es una “conferencia internacional sobre educación para la prevención concentrada en abordar y contrarrestar el discurso del odio que involucraría a los ministerios de Educación”.

El nuevo plan de acción le hace directamente el juego a los intentos que lleva haciendo décadas la Organización de Cooperación Islámica (OCI) para prohibir las críticas al islam. A colación del lanzamiento del plan de acción de Guterres, Pakistán ya ha presentado un plan de seis puntos para “abordar las nuevas manifestaciones de racismo y odio basado en la fe, especialmente la islamofobia” en la sede de Naciones Unidas. La presentación fue organizada por Pakistán junto a Turquía, la Santa Sede y la ONU.

Según las informaciones de prensa, el plan fue propuesto por la representante permanente de Pakistán en la ONU, Maliha Lodhi, en una sesión titulada “Contrarrestar el terrorismo y otros actos de violencia basados en la religión o las creencias”.

“Un desarrollo de los acontecimientos particularmente alarmante es el auge de la islamofobia, que representa la última manifestación del odio milenario que abarca el antisemitismo, el racismo, el apartheid y muchas otras formas de discriminación”, dijo la embajadora en su discurso. Añadió:

“Mi primer ministro, Imran Jan, ha vuelto a llamar hace poco a la acción para contrarrestar la islamofobia, que hoy es la expresión dominante de racismo y odio hacia ‘el otro'”.

“Estamos plenamente comprometidos con el apoyo a la estrategia de la ONU sobre el discurso del odio —dijo la embajadora paquistaní—. Este es un momento en el que todos tenemos que estar unidos y revertir la ola de odio e intolerancia que amenaza con socavar la solidaridad social y la convivencia pacífica”.

En 2017, el vicepresidente de Políticas Públicas de Facebook, Joel Kaplan, accedió a las peticiones del ministro de Interior paquistaní, Nisar Alí Jan, para que “eliminara cuentas falsas y el material explícito, de odio y provocador que incita a la violencia y el terrorismo” porque “toda la uma musulmana estaba muy consternada y está gravemente preocupado por el mal uso de las redes sociales para propagar contenidos blasfemos”.

En la ONU, Lodhi, la embajadora de Pakistán, pidió las intervenciones del gobierno para combatir el discurso del odio, incluidas unas leyes nacionales, y al parecer “pidió el establecimiento de una estrategia más concentrada para abordar las diversas expresiones de islamofobia. Se necesita un enfoque del “gobierno en conjunto” y “la sociedad en conjunto”. En este sentido, la enviada paquistaní instó al secretario general a implicar a un amplio abanico de actores, incluidos los gobiernos, la sociedad civil y las compañías de las redes sociales para emprender acciones e impedir que los usuarios de las redes sociales se conviertan en fuentes de radicalización en internet”.

La guerra sin cuartel de la ONU contra la libertad de expresión está en marcha.

 

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[1] Según el objetivo n.º 17 del Pacto Mundial de la ONU sobre la inmigración, los estados miembros se comprometen a: “Promover un periodismo independiente, objetivo y de calidad en los medios de comunicación, incluida la información publicada en internet, por ejemplo, sensibilizando y educando a los profesionales de los medios informativos sobre las cuestiones y la terminología relacionadas con la migración, invirtiendo en normas y publicidad sobre la ética del periodismo, y dejando de asignar fondos públicos o apoyo material a los medios de difusión que promuevan sistemáticamente la intolerancia, la xenofobia, el racismo y otras formas de discriminación contra los migrantes, pero respetando plenamente la libertad de los medios de comunicación” [énfasis añadido].

 

 

Fuente:es.gatestoneinstitute.org

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