Enlace Judío México e Israel.- ¿Qué empuja al público japonés a entregarse una y otra vez a buscar la horrorosa visión de Godzilla? ¿Y por qué en estos días la más reciente película de la serie interesa más que su contraparte norteamericana, que se proyecta en Israel: “Godzilla el rey de los monstruos”?
YONATAN ENGLENDER
Difícil matar la “marca” Godzilla. Al igual que difícil es matar al lagarto radioactivo. No menos de 32 películas se han producido en Japón y tres en los Estados Unidos, incluida la que se está proyectando actualmente en Israel, “Godzilla el rey de los monstruos”. No hay tal logro en el cine occidental.
De James Bond, comparativamente, se han producido hasta hoy en día 26 películas.
La pregunta obvia es ¿qué tiene Godzilla que empuja al público japonés a volver una y otra vez a ver a Godzilla? En 1954, cuando apareció por primera vez la película, casi una década después de que se lanzaran las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, sus creadores no se molestaron en ocultar la analogía: Godzilla es un monstruo creado a raíz de la prueba nuclear norteamericana, que se convirtió en un desastre radioactivo, símbolo del trauma nacional del Japón. Al igual que la destrucción nuclear de Japón por parte de los Estados Unidos, Godzilla es un poder con el que no se puede negociar, no tiene piedad, y va destruyendo todo lo que se interpone en su camino de manera indiscriminada.
Ciertos críticos de cine han argumentado en un pasado que Godzilla ha permitido al público japonés procesar el desastre nuclear y reescribirlo en el universo cinematográfico. Un universo donde Japón logra sobreponerse al monstruo y derrotarlo.
Godzilla fue tecnológicamente innovador para su época, e influyó profundamente en el género de las películas de desastres. Se distribuyó en los Estados Unidos dos años después de su presentación en Japón, y su versión en inglés (después de que al editarse se desactivaran sus mensajes políticos), se convirtió en un éxito. Al igual que los japoneses, los estadounidenses también estaban preocupados por la posible destrucción que ocasionaría una guerra nuclear, en este caso con la Unión Soviética, y esto se reflejó al igual en otras películas.
Un año antes de Godzilla, la Warner Brothers produjo “The Beast from 20,000 Fathoms”, que traducido literalmente sería La Bestia que vino desde las 20,000 brazas, conocida como La Bestia de Tiempos Remotos, en España, y El Monstruo de Tiempos Remotos en México. Se trata de un dinosaurio olvidado, que sufre una mutación por experimentos nucleares. Un año más tarde se estrenó la película “Ellos”, en la que la humanidad lucha contra hormigas gigantes que fueron expuestas a radiación radioactiva.
Desde 1954, Godzilla ha sufrido muchos cambios, a menudo para adaptarse al espíritu del período en Japón. Visitó el espacio, dio a luz a un hijo primogénito, luchó contra otros monstruos, e incluso se convirtió en una figura cómica. Sin embargo, el desarrollo más interesante de todos es su doble función: a veces es el desastre que Japón debe superar, a veces es el protector de Japón. Es una narrativa en la que Japón no solamente supera el horror, sino que aprende a vivir con él y se convierte en un imperio más fuerte.
En 2004, los estudios “Toho”, que produjeron todas las películas de la serie en Japón, decidieron congelar la “marca” durante 10 años. En 2016, salió Shin Godzilla, “God Godzilla”, la última película de la serie hasta la fecha, que no es una película animada, y registró un gran éxito de taquilla.
Desafortunadamente, “Godzilla Awakening”, (Despertar), no tuvo oportunidad de presentarse en Israel, porque cayó entre las dos audiencias que dictaminan las importaciones cinematográficas del país: por un lado, los fanáticos de los grandes éxitos de taquilla que no acuden a una película japonesa cuando tienen innumerables opciones de Hollywood que les parecen mejores. Y, por otro lado, la gente de las cinematecas y las películas del cine Lev, que roncan con desprecio ante una película sobre un monstruo que escupe fuego. Así es como se le eluden al espectador israelí docenas de películas que merecen la pena ser vistas, sólo porque tienen un lenguaje equivocado, o porque contienen monstruos, zombis o kung fu.
La similitud entre el “Despertar de Godzilla” japonés, y el “Godzilla Rey de los monstruos”, proyectado estos días en Israel, puede resumirse solamente en la trama: Aparece un monstruo (o monstruos) – debe ser detenido o detenida.
Mientras que en la película estadounidense existe un equilibrio entre una amplia gama de efectos y el drama personal de algunos personajes, la película japonesa se desarrolla casi en su totalidad en salas de conferencias gubernamentales, y los personajes no tienen ningún nombre más que su título profesional. Este es un “drama procesal”, similar al de las series de crímenes como Law and Order o CSI, menos preocupado por el monstruo que pisotea edificios, y más bien ocupándose de los procedimientos de desalojo de ciudadanos, comunicados de prensa, votaciones de la ONU, la cadena de mando militar y las objeciones humanitarias de las organizaciones de protección del ambiente.
He aquí un ejemplo de una secuencia típica: un piloto de guerra pide permiso para dispararle a Godzilla, corte, a la sala de control militar pidiéndole permiso al gobierno para disparar, corte, a la sala de gobierno donde un general de bigotes susurra al oído de una joven, ministra, pidiéndole ese permiso al primer ministro. El ritmo es vertiginoso y el espectador está expuesto a docenas de pequeñas discusiones en agencias gubernamentales que luchan por comprender a qué se enfrentan y cómo confrontarse con ello. En este sentido, “Godzilla Awakening” es la versión más “realista” de la historia acerca del lagarto radioactivo que destruye Tokio.
Aunque han pasado más de 70 años desde que salió la película original, “Godzilla Awakening” permanece fiel al espíritu ideológico que dio origen al monstruo nacional de Japón. También, ahora, el problema es Estados Unidos, que está tratando de imponer una solución militar total sobre la tierra del sol naciente (lanzando una bomba atómica sobre Tokio para matar a Godzilla), y también en esta ocasión, la solución es una oposición y un trabajo conjunto y orgulloso de las agencias gubernamentales.
No es este el mensaje más sofisticado en la historia del cine, pero tampoco pretende serlo. Esta es una película de desastres, un género que tiene una reputación dudosa (a menudo justificadamente), pero “Godzilla Awakening” muestra que es posible romper las fórmulas y renovar aun lo que ya se ha masticado tantas veces.
*Yonathan Englender se graduó en el Departamento de Estudios Cinematográficos y el Departamento de Literatura Inglesa de la Universidad de Tel Aviv. Trabaja como editor de noticias de Haaretz. Está casado y vive en Givatayim.
Artículo publicado originalmente en el periódico israelí Haaretz
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