Enlace Judío México – Muchísimas veces escuché el argumento de gente que se había decepcionado de D-os y del mundo decir que “las religiones son aquello que dividen al mundo.” Muchas veces trate de discutirles y en mi interior estaba segura de su equivocación. ¿Cómo podían ser las religiones la división del mundo si son ellas las que nos dan dirección en la vida? ¿Qué acaso no cada una trae el ideal más perfecto por el hombre? Y después de los años me di cuenta que tenían razón. Justo son los ideales por los que luchamos aquello que nos vuelve más terribles frente a los hombres. El único error en su discurso es que no son las religiones lo que nos separan sino la búsqueda de una verdad absoluta.
Si uno pusiera a un marciano en la tierra un día y le hablara de historia mundial, éste no entendería nada de lo que sucede – ¿cómo- preguntaría – los cristianos mataban a los herejes, los musulmanes a los infieles, los romanos a los pueblos esclavos, los revolucionarios a los curas, los comunistas a los burgueses y los ateos a los creyentes en Turquía; y todos ellos lo hacían creyendo que actuaban por el bien de la humanidad o incluso por el bien mismo de las personas asesinadas? No entiendo ¿qué gana cada uno con la muerte del otro? La historia humana vista desde lejos a veces parece un gran baño de sangre; a veces, la gente está dispuesta a matar sólo por tener en que creer. Eso incluye hasta las filosofías pacifistas que en su momento cometieron masacres por colocarse en el poder. Primo Levi solía decir “siempre es preferible un pragmático un idealista”
¿Por qué es así? No sé pero todo empieza con las mecánicas nocivas de la creación de un grupo, que inevitablemente llevan a odio gratuito; la Torá y el Talmud nos advierten contra ellas.
Aléjate de las mayorías
Hablar sobre grupos es sumamente complicado, por un lado, es la civilización, aquello que construimos como sociedad, lo que nos ayuda a preservar y trasmitir los valores en los que creemos. El ser humano es un ser social y no puede vivir sin reunirse con otros como él. Sin embrago, al mismo tiempo son los grupos los que distorsionan los valores originales que los formaron y los usan para aplastar al individuo. Fue la civilización romana la que nos dio casi todos los valores culturales que tenemos hoy y al mismo tiempo fue una de las civilizaciones más sanguinarias que han existido en la historia.
De ellos heredamos la forma de hacer ciudades, el establecimiento de cortes jurídicas, el avance tecnológico, la cultura, la matemática y la lengua. Sin embargo, heredamos también el deseo conquista, el pago de tributo al estado y la imposición militar sobre los ciudadanos. Elementos que aún no hemos sabido controlar. Todo grupo tiene una ventaja y una desventaja.
Eso lo vemos en el desarrollo de las naciones dentro de la Torá. Desde la torre de Babel hasta Yavan (Grecia) vemos como los elementos esenciales que unían a una nación se desvirtúan al punto de llevarlas a su perdición. ¿Cuál es el error que todas ellas cometen? Poner por encima la identidad del grupo que el bienestar de los individuos que lo conforman. El midrash nos cuenta que cada vez que una persona se caía de la torre la gente se molestaba por la inconveniencia; pero cuando un ladrillo se caía lloraban por el tiempo que se había perdido. Eso muestra la distorsión absoluta de un ideal, cuando acercarse a D-os se vuelve el aniquilamiento del individuo.
Por eso la Torá más de una vez nos pide “alejarte de las mayorías” porque la única forma de servir a D-os correctamente es a través de la individualidad del encuentro y la aceptación de nosotros mismos y la gente que nos rodea.
Una nación santa
Ahora, con todas las advertencias que tiene la Torá a la mala creación de grupos aun así nos pide crear una comunidad y nos previene sobre los males que la soledad trae ¿Por qué? Porque no hay mayor gozo que el de compartir. Abraham no limitó sus creencias a sí mismo, sino las compartió con todo el que se le acercaba. Moisés luchó toda su vida por el bienestar espiritual de un pueblo, fue incluso capaz de discutir con D-os para que el pueblo judío no fuera eliminado. ¿Por qué? ¿Qué vieron Abraham y Moisés en la idea de una nación para hacerlo parte de plan divino?
Porque sólo a través de un trabajo conjunto puede el individuo superarse. Los ideales no son malos en sí mismos, muchas veces los ideales son lo mejor que tenemos, porque nos obligan a salir de nuestro egoísmo y dar a las personas que nos rodean. Los judíos tienen que convertirse en una nación para poder llevar a la práctica los valores que aprendieron de sus padres. Sin embargo, esta nación debe de ser santa frente a los ojos de D-os eso quiere decir que primero no puede ser una nación que oprima a los individuos que la conforman, sino que los haga crecer por el contacto con ella. La nación debe conformarse desde la voluntad libre de cada uno de sus miembros, la alegría a su pertenencia y la aceptación de la individualidad.
Segundo, los valores que la unen deben ser dados por D-os, no debe ser una nación que se una por el azar o la autopreservación sino por una dedicación a D-os. Finalmente esta nación no debe servirse a sí misma, sino que debe ser el vínculo entre las otras naciones y D-os mismo. La nación judía fue pensada por D-os para elevar la Creación entera a su máximo potencial espiritual y conectarlas nuevamente con D-os mismo. Es decir, es una nación que no puede ni ser impositiva, ni vivir separada de las demás naciones, debe ser un canal, una ventana. El Segundo Templo fue destruido por que la nación judía no estaba cumpliendo su objetivo.
Destrucción del Segundo Templo y Odio Gratuito
Los midrashim y el Talmud nos dicen que las personas del Segundo Templo cumplían todas las mitzvot y la halajá, todas las leyes de D-os y sin embargo, trajeron sobre sí mismos la destrucción del Templo porque tenían “odio gratuito.” El Talmud nos dice que ese tipo de odio es tan grave como los tres pecados capitales. ¿Qué quiere decir odio gratuito acaso hay un tipo de odio justificado? Y ¿por qué es tan grave?
Los comentaristas nos explican que el odio provenía por la creación de sectas al interior del pueblo judío. Cada uno de los grupos estaba seguro que su verdad era la verdad de D-os y estaban dispuestos a implementarla a través de la discriminación y la humillación pública. No sólo eso sino que empezaron a usar las mitzvot de la Torá para imponerse. Los midrashim describen como los sacrificios no eran aceptados porque los sacerdotes habían perdido por completo los valores esenciales de la Torá y buscaban tecnicidades para rechazar las ofrendas de la gente; en vez de ayudarles a crecer, en vez de ser un vínculo con D-os. El pueblo se fijaba más en las reglas técnicas de la Torá que en los valores primordiales que está propone. Eso fue lo que trajo sobre nosotros la destrucción del Segundo Templo, el perder de vista al individuo y sacrificarlo por el grupo.
Los romanos actuaron consecuentemente como los judíos estaban actuando consigo mismos. Impusieron su verdad sobre nosotros. El pueblo judío había dejado de ser la ventana que unía a las naciones con D-os y antes de convertirse en una nación más, una ideología impositiva. D-os los redujo al Exilio.
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