Enlace Judío México e Israel.- Desconocido para los medios, muchas de sus fotos ilustran estos días el papel de Fresnedillas en el alunizaje de Neil Armstrong. Noah Benalal, su nieta, recupera la figura de su abuelo en este artículo
Cincuenta años después de la llegada del Apolo 11 a la Luna, a Saadia Levy le falla la memoria. Ya no recuerda cómo se vivió aquel 20 de julio en Fresnedillas de la Oliva, pero yo he escuchado muchas historias. La más remarcable, mi favorita, la encabeza el siguiente titular: mi abuelo hizo la primera foto del Apolo 11 en la Luna.
Fotógrafo de profesión desde su juventud en Melilla, sus compañeros de la NASA lo recuerdan como un hombre excéntrico, entusiasta y muy especial. Ni ingeniero ni astronauta, comenzó trabajando en logística -haciendo inventarios y fotocopias- y posteriormente ascendió a teletipos, una forma ya obsoleta de intercambio de mensajes. Era un eslabón en la cadena que día a día contribuía, en mayor o menor medida, a enviar objetos y personas al espacio.
Además, durante más de 30 años documentó en cientos de imágenes el trabajo de las estaciones espaciales de Fresnedillas y Robledo de Chavela. Sus instantáneas se utilizan estos días para rememorar el papel de España en el aterrizaje lunar, pero no todos recuerdan al hombre detrás de ellas.
Un lugar privilegiado para ver la Luna
Fresnedillas era un lugar privilegiado para la observación y captación de imágenes del Proyecto Apolo.
“Los americanos necesitaban una estación en el gajo que cogía el sur de Francia, Italia, Marruecos y España. El sur de Francia era carísimo, Italia tenía una situación política convulsa y en Marruecos no querían asentarse. ¿Qué tal la situación política en España? Superestable. ¿El cambio de la peseta al dólar? Superfavorable al dólar“, explica Carlos González Pintado, uno de los encargados de mantener las comunicaciones entre los astronautas y Houston.
Y esta estación, como relata González Pintado, tuvo un papel crucial durante la misión: “Después de la inyección translunar, cuando la nave ya se dirigía a las estrellas, éramos los de Madrid los responsables de mantener, durante ocho horas, las comunicaciones con la nave“.
Por su ubicación, Fresnedillas controló las señales que llegaban de Apolo 11. Durante esas ocho horas, el equipo español era el primero en recibir la señal interna SSTV (Slow Scan TV, televisión de barrido lento), que les permitía observar en sus monitores las imágenes en gran calidad. La señal tardaba 1,3 segundos en llegar desde la Luna, y pasaba por Madrid medio segundo antes de llegar a Houston.
González Pintado recuerda que mi abuelo lo observaba y disfrutaba todo: “Cuando entraba un teletipo sonaban unas campanillas; mientras no sonaran, Saadia se iba allí y miraba las pantallas”. Fue uno de los pocos que pudo vivir el alunizaje como algo festivo, puesto que la mayoría de técnicos e ingenieros estaban demasiado ocupados como para disfrutarlo. Tan entusiasta de la NASA que quiso llamar a su hija Apola, su cámara capturó la imagen de la superficie de la Luna medio segundo antes que en Houston.
La imagen perfecta
Mi abuelo documentó el proceso entero, el descenso y el ascenso de vuelta hacia la Tierra del módulo lunar, convirtiendo en foto fija la señal en vídeo que recibían las pantallas. El álbum blanco que guardaba las imágenes de Apolo 11 se ha perdido, pero encuentro un exhaustivo seguimiento del Apolo 12, que alunizó sólo unos meses después. González Pintado me confirma que muy similares a esas eran sus fotos del viaje de Armstrong, Aldrin y Collins: “Eso es exactamente lo que hacía Saadia. Conforme algo aparecía en el monitor: chac, ahí estaba la cámara de Levy“.
Una vez terminado el turno de ocho horas, cuando la Luna se había ocultado por el horizonte y los californianos cogieron el relevo del control, los trabajadores de Fresnedillas se quedaron a ver la pisada de Armstrong. “No íbamos a irnos a casa, ¡si la señal que nosotros teníamos era mucho mejor!“, recuerda González Pintado.
“Y tu abuelo, que de alguna manera era el fotógrafo oficial, ve en aquel monitor la imagen perfecta. La que llegó a las televisiones de todo el mundo era muy mala pero nosotros lo estábamos viendo de maravilla y él dijo: ¡Esto hay que hacérselo saber al mundo! Y traca: Sacó la foto y se la envió a Houston.”
Rescatar la memoria
No puedo comprobar si la foto de Neil Armstrong que mi abuelo envió a Houston, con deseos de ser el primero, llegó a publicarse. Y, lamentablemente, su seguimiento en imágenes de Apolo 11 se perdió.
Pero cuando hablo con Tomás Alonso, impulsor del Museo Lunar, me recuerda la importancia de la labor testimonial del resto de imágenes que mi abuelo capturó en sus 30 años de trabajo en la estación. “Él era un trabajador, y era el fotógrafo. No sólo hizo fotos a pantallas: la mayoría de las imágenes que conservamos de esos años, aunque nunca las ha firmado, se las atribuimos a él“.
Mi abuelo fotografió la visita de Juan Carlos y Sofía, los entonces príncipes, después del despegue del Apolo 17. Retrató a los trabajadores y a sus familias, esto sí lo recuerda, en fotos que probablemente aún adornen sus cómodas y sus salitas de estar. Conservo fotos de mi abuelo jugando con las máquinas, conduciendo camiones, metiéndose en la antena para capturarla desde dentro, retratando la cafetería de Fresnedillas en series de 20 imágenes con distinta exposición. Y fotos automáticas de mi abuelo sonriendo a la cámara o posando con sus compañeros. “Levy se metía en todos los lados“, en esto coinciden todos, y se ríen. “Donde hubiese barro ahí se tiraba“.
Sus amigos me cuentan que era un tipo bueno y raro, y que enredaba tanto en la estación que no se mató de milagro. Le quitan importancia a la Luna y me envían más imágenes, más anécdotas, y decenas de noticias que estos días se publican con sus fotos. “Esta foto que hizo tu abuelo se ha publicado muchísimas veces, y nunca han mencionado su autoría“.
Y me envían más, algunas de los años ochenta, algunas inéditas, algunas que de momento no interesa publicar. “En esta está tu abuelo sentado en el centro y, como verás, salimos algunos mirándole. Espero que menciones el nombre del autor“.
Estas fotos del equipo de Fresnedillas las sacó Saadia Levy. La anécdota de la llegada a la Luna está bien protegida, se conserva, perdura. Gracias a las fotos de mi abuelo, y a quienes cuentan su historia, la memoria del trabajo en la estación también perdurará.
Fuente: RTVE
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