Enlace Judío México – ¿Cuántas veces en la vida nos relacionamos con aquello que es sagrado? ¿Cuántas veces decimos esto no se toca de tal manera o no se mira de esta forma porque tiene un carácter sagrado, especial? Si uno viaja por Europa o Medio Oriente, incluso por América del Centro y Sur se encontrará que cada cierto tiempo existe un pueblo con alguna imagen, algún templo, alguna reliquia, algo que conecta a sus habitantes con lo sagrado. Sin embargo, cuando les preguntas qué es lo sagrado para ellos o cómo distinguen lo sagrado de lo que no lo es; la respuesta se vuelve complicada.
Muchas veces no puedes explicarlo – te dicen – pero sientes algo adentro que cambia; como que encuentras paz; como que te elevas-. Otros se relacionan con ello a través del miedo: – No sé, como que sientes miedo, como que estás frente algo tan grande que no te le puedes acercar tanto-. Al final del camino aquel que cree experimentar lo sagrado se relaciona con un par de sensaciones un tanto específicas: el miedo frente a algo más poderoso que ellos, la sensación de paz interna y sobretodo la impresión de elevarse, de entrar en contacto con algo superior a ellos. Al final todos identificamos lo sagrado como algo que está por encima de nosotros, algo que estamos obligados a respetar y que nos ayuda a crecer cuando entramos en contacto con ello, que adquirimos un poco de su santidad al estar en su presencia.
Estas definiciones no distan mucho del concepto judío de santidad, sin embargo el judaísmo agrega un elemento muy importante. La santidad en este mundo no se encuentra lejos de nosotros, ni totalmente por encima; está en el entorno que nos rodea y dentro de nosotros mismos. Las cosas son sagradas cuando reflejan la Presencia de D-os en el mundo; todo lo creado tiene a menos un poco de santidad en ello sino no podría si quiera existir; entre más la cosa refleja a D-os más sagrada es y nuestro comportamiento hacia ella cambia. En el siguiente artículo trataremos de definir el concepto que presenta la Torá de “kedusha” (sacralidad) y como el hombre se relaciona con él; usaremos las ideas que rab. S. Shapiro especialista en filosofía judía propone en la revista de Tradition. Esperemos les guste.
La santidad de D-os y la santidad del mundo
“La santidad como un atributo divino se refiere a la permanencia e inmutabilidad divina… Lo sagrado es aquello que permanece en el tiempo… la fuente primordial de orden, confianza y estabilidad en un mundo cambiante y evanescente;” para Shapiro “kedusha” (sacralidad) como atributo divino es la expresión en el mundo que muestra a D-os como Todopoderoso e infinitamente bondadoso; es el atributo a través del cual el hombre puede establecer mayor cercanía con Él puesto que muestra a D-os como único soberano del mundo.
Lo sagrado “kadosh” es un fin en sí mismo, no un vehículo. No depende de nada externo para alimentar su existencia. Lo mundano es aquello que es contingente que no puede mantenerse en el tiempo por sí mismo, necesita de algo más que lo alimente, que le de sustento y permanencia en el tiempo. En realidad todo lo que existe en cierto grado es mundano, ya que el único “ser” que es completamente independiente, que no toma sino da es D-os; por eso es el único ser verdaderamente bondadoso y verdaderamente sagrado. Todas las demás criaturas dependen de Él; Él es el único que no depende de nadie. Por ello también es la fuente máxima de bondad, al no ser recipiente de ningún bien se vuelve un ser que sólo da.
Habiendo establecido esto, sabemos que las cosas en el mundo terreno sólo obtienen santidad cuando la reciben de D-os mismo; cuando se vuelven reflejo de Su independencia y Su cualidad de dar. Como no pueden tener santidad absoluta, la única forma que tienen de acceder a ella es volviéndose un recipiente de la santidad divina. El hombre sabiéndose finito se dirige hacia D-os en busca de santidad.
La sacralidad y lo mundano
Las cosas sagradas son aquellas que alcanzaron la perfección moral absoluta, que cumplen cabalmente el objetivo por el cual fueron creadas, muestran a D-os como soberano absoluto ocupando el lugar que les corresponde dentro de Su plan divino y de esta forma se vuelven un vehículo de conexión entre el mundo creado y D-os mismo. Son la muestra fehaciente en este mundo de los atributos divinos.
Las cosas sagradas están separadas de las mundanas porque se alejan de todo aquello que no refleja a la perfección el plan y los atributos divinos, lo sagrado se aleja de aquello que no es eterno. Por ejemplo, Shabat es sagrado porque es el único día de la semana en que aceptamos cabalmente la soberanía de D-os sobre el mundo; no hacemos ningún trabajo creativo en él ni nada que nos da poder sobre las cosas que nos rodean. Sin embargo, no nos abstenemos de comer, de beber ni de placeres físicos puesto que son parte de como recibimos la bondad divina. No hay nada dentro del plan divino que sea antitético al placer y a la vida, por eso no nos abstenemos de ellos. Sin embargo, el trabajo del hombre contiene elementos que no son eternos, la dependencia del hombre sobre el mundo material es producto de la caída de Adán, desde entonces para reinar sobre la materia física el hombre primero debe trabajar para ella. Antes el hombre recibía su alimento naturalmente sin trabajo, a través de su relación con D-os, así será nuevamente al final de los tiempos; en Shabat nos sobreponemos a nuestra dependencia material y recibimos únicamente de D-os ese día. Actuamos conforme a la realidad espiritual trascendente en el hombre, aquella que existió desde el principio y existirá al final.
También son sagradas porque impregnan su santidad a las cosas mundanas. Shabat impregna su santidad al resto de la semana, los primeros tres días de la semana reciben la energía del Shabat que pasó y los siguientes tres días se convierten en días de preparación para el próximo Shabat. De esta forma el sentido, el goce, la conexión que trae Shabat a nuestra vida se expande a lo largo del tiempo y cubre todos los días de nuestra semana. Creemos también que la tierra de Israel cuando recupere totalmente su santidad será fuente de sacralidad para toda la tierra. El pueblo judío cuando desempeñe la labor histórica que le fue encomendada hará grande el nombre de D-os entre los pueblos y se convertirá en un pueblo que ayuda a los otros pueblos a acercarse a D-os.
El hombre y lo sagrado
Existen cosas que fueron nombradas sagradas por D-os mismo y la Torá como Shabat, las Festividades y la tierra de Israel y cosas que momentáneamente adquieren sacralidad puesto que son usadas por el hombre para realizar un mandato divino o conectarse con D-os de alguna forma. Las primeras mantienen su santidad a lo largo del tiempo, las segundas son sagradas únicamente de forma momentánea durante el tiempo que están siendo usadas. Por ejemplo, las velas de Shabat o de Janucá, la media hora o tres horas que deben mantenerse prendidas son consideradas sagradas y se les da un trato especial, no se pueden mover, no se pueden apagar, ni se pueden hacer muchas cosas con ellas. Sin embargo, pasado ese tiempo no se considera que tengan sacralidad, se pueden apagar e incluso tirar a la basura si uno necesita hacerlo.
En cambio uno tiene prohibido profanar el Shabat y profanar la tierra de Israel, porque representan la santidad esencial del espacio y el tiempo, es decir permanecen como sagradas a través de los años incluso cuando el hombre ha dejado de sacralizarlas. Hay cosas que pierden su santidad y cosas que las mantienen. Por ejemplo los utensilios del segundo templo, perdieron toda su santidad ya que el pueblo pecó y fue destruido, hoy pueden usarse como reliquias cualquiera. Sin embargo, el espacio donde se encontraba el templo sigue siendo sagrado y uno no puede profanarlo parándose encima de él, aunque ya no esté la Presencia Divina en él, aunque ya no haya sacrificios y demás, su santidad prevalece aunque el hombre decida no efectuarla en el mundo.
Al final del camino es D-os quien le da el potencial de sacralidad a las cosas y es el hombre el que las lleva a su máximo potencia moral en esta tierra, el hace efectiva y tangible su santidad. Hay cosas cuyo potencial es eterno y cosas que el hombre tiene el poder de vaciar y destruir por completo. Sin embargo está en nuestras manos que todo lo creado cumpla su rol en este mundo y refleje la inmanencia y trascendencia divina; es decir se vuelva sagrado.
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