Becky Rubinstein, brillante y talentosa

Enlace Judío México e Israel.- Una ingeniosa escritora mexicana con maravillosos talentos: es poeta, traductora, guionista, periodista, maestra.

LETICIA TERESA PONTONI

P. Eres muy talentosa. Pero me pregunto: ¿Qué es lo que disfrutas hacer más o disfrutaste?

R. Difícil pregunta. Me gusta TODO lo que hago, empezando por la poesía, una necesidad del alma. En cuanto a la poesía para niños, me fascina, me divierte, me lleva a la niñez no solo mía, la de todos los niños habidos y por haber. Me encanta traducir: resulta un ejercicio, como encontrar diversos matices en una paleta de colores… Me encanta escribir novelas históricas y buscar información… Me encanta lo que hago: desafiar a la hoja en blanco, es lo trillado, pero lo cierto.

P. –Cuéntame sobre dos de tus libros. Yo elegí “Brujitas, magos y Fantasmones de la mochila de Mochildreta” y “El Oso que no había probado la miel”.

R. En la televisión mexicana, hace añísimos había un programa que me fascinaba y que no lo me lo perdía: se llamaba Teatro Fantástico. Enrique Alonso era Cachirulo, un muñeco de trapo pelirrojo quien contaba los cuentos. Eran cuentos fantásticos con una bruja (Escaldufa), un príncipe, una princesa…El vestuario y la escenografía eran muy elementales, pero la fantasía hacía lo suyo. De niña leía a Andersen, a Grimm, cuentos chinos y relatos de la Biblia…De mayor, en la UNAM –donde estudié Lengua y Literatura Hispánica y Siglos de Oro: Calderón y Shakespeare donde pululan las hadas, los brujos, los seres fantásticos… Pronto nacieron cuentos con brujas, hadas, magos y demás seres fantásticos: obviamente son seres fantásticos muy “A la Becky”, obviamente influidos por los tradicionales.

Para escribir me fundamenté, investigué y eso enriquece al texto y a la imaginación… Sigo leyendo cuentos de hadas: son los mejores…El oso que no había probado la miel es un libro que quiero mucho, me encantan las ilustraciones: fueron hechas por un iraní, Hassan Amekan, a quien me encantaría conocer. Es una maravilla. La anécdota es pequeña; logró –sin pensarlo– una metadiégesis…una metahistoria: (si es que existe), conceptual donde la amargura y la dulzura circunscriben una melosa historia: entre un padre y su hijo. Historia filial, por supuesto…un tema por demás atractivo.

P. –A mí me encanta la poesía con o sin rima. ¿Tú crees que se lee poesía?

R. Depende de los papás, de los maestros, de los abuelos, tíos y compadres, promotores…Si leen poesía, porque de pequeños hubo “quien los contagiara”, maravilloso. Pero, nunca es tarde…El gusto por la poesía puede “detonarse” o no. Es como una “vacuna”. Prende o no… como la Literatura en sus diversos géneros: adivinanzas, cuento, novela, etcétera. Por otra parte, creo en la poesía “que no parece serlo”: como las adivinanzas, los retruécanos, los refranes entre un gran etcétera de “posibilidades poéticas.”

P. –¿Qué piensas de la poesía sin rima que tanto se usa?

R. Creo en la buena poesía: rimada o no. Creo que para los más pequeños, no hay como las nanas, las musicalizadas, las recitadas. Si la poesía con rima existe, es porque gusta, porque hay quien la escribe, la recita, la eterniza en el papel o a través de la tradición oral.

P. –¿Qué sientes al recibir premios?

R. Siento que valió la pena “meterme “a escritora. Que no me equivoqué de puerta. Es un cariño, una caricia, “el pájaro de la felicidad”. Un incentivo para seguir.

P. –¿Crees que los libros de papel desaparecerán?

R. Creo en el reciclaje de papel, creo en la economía del papel… Creo en los diferentes caminos de la Literatura: en la palabra oral, en la palabra escrita, en los medios (radio, TV y todo lo demás, que es mucho y está en pleno desarrollo). En resumen: los libros de papel no desaparecerán, tal vez se recurra al papel –a los diferentes tipos de papel—quizá sean menos, tal vez complementen lo mediático, pero no creo que desaparezcan del mapa.

P. –¿De niña ya sabías que querías ser escritora?

R. No lo sabía, sabía que me encantaban los cuentos, las historias. Alguna vez participé –creo que con suerte en un concurso literario. El premio—un libro sobre la infancia de autores judíos—me ha acompañado en cambios de casa y en los cambios de la vida, a partir de mi adolescencia.

A los 14 años empecé a escribir poesía, “Adelante siempre adelante” se llamó aquel primer poema, preámbulo de una carrera “hecha y derecha”.

Mi deseo, obsesión por escribir jamás cesó. Incluso cuando estudié en Israel –en el Seminar ha-Kibutzim– escuela para maestros, continué escribiendo, en hebreo. Tanto en español, como en hebreo mi poesía era un fiasco. Años después, conocí en el grupo CUICA (Cultura Infantil Como Alternativa) a Isabel Suárez de la Prida –mi maestra en verso—y a Tere Remolina –una admirable escritora, además de bióloga. El grupo era interdisciplinario: había cantantes, escritores. Liliana Santirso, editora venida de Argentina fundó la editorial Amaquemecan en el Estado de México. Apoyó a la Literatura de mi país: se encargó de publicar el premio máximo: el Premio Juan de la Cabada, otorgado por el estado de Campeche y el INBA. Liliana publicó una de mis historias preferidas: Un árbol gatológico, Premio Juan de la Cabada 1988. Y lo demás es historia.

 

 

 

Fuente: leticiateresapontoni.blogspot.com

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