Enlace Judío México e Israel.- Más de una década de guerra civil ha abierto la región al intenso conflicto de Estado a Estado.
JONATHAN SPYER
Israel e Irán están en guerra. Los ataques israelíes esta semana en el sur de Siria, Irak occidental y Líbano oriental—y posiblemente incluso Beirut—lo confirman.
Esta guerra es un asunto muy del siglo XXI. Por ahora involucra sólo círculos pequeños entre las poblaciones israelí e iraní. Partes de la fuerza aérea, los servicios de inteligencia y probablemente las fuerzas especiales están activas en el lado israelí. El Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, su fuerza expedicionaria Quds y organizaciones político-militares satélites en Irak, Siria y Líbano están involucradas en nombre de Irán.
La guerra marca un punto bisagra en la geopolítica meso-oriental. Durante la década y media pasada, la región ha estado involucrada principalmente en lucha interna: guerras civiles, insurgencias y protestas masivas. Estas en gran parte han pasado ahora, dejando un paisaje quebrado junto a la ruta norteña desde Irán a Israel.
Los tres “Estados” en el medio—Irak, Siria y Líbano—están fragmentados, colapsados parcialmente y penetrados minuciosamente por las potencias vecinas. Sus estructuras estatales oficiales han perdido el atributo que solo, según el sociólogo alemán Max Weber, garantiza la soberanía: “el monopolio en el uso legítimo de la fuerza física.” El territorio de estas naciones se ha vuelto el teatro de la guerra entre Irán e Israel.
El régimen en Teherán favorece la destrucción del Estado judío, pero este es un objetivo antiguo, que data de la Revolución Islámica de 1979 y antes de ella, en las mentes de los revolucionarios. Lo que ha traído al foro es que Irán ha surgido en la década pasada como el beneficiario principal del colapso de los Estados iraquí, sirio y libanés. Esto ha incrementado sustancialmente su capacidad de amenazar a Israel, la que ha tomado nota y respondió.
La Guardia Revolucionaria de Irán no tiene par en el Medio Oriente—y quizás más allá—en la práctica de guerra irregular. Sus satélites hoy dominan Líbano (Hezbolá), constituyen la única fuerza político-militar más fuerte en Irak (Unidades de Movilización Popular, o UMP), y mantienen una infraestructura militar independiente y poderosa en Siria, en cooperación parcial con el régimen de Assad y Rusia. Este nexo, contra el cual Israel está comprometida actualmente, trae el control de facto de Irán sobre mucha de la tierra desde la frontera entre Irak e Irán al Mediterráneo y a las fronteras siria y libanesa con Israel.
Irán trata esta zona entera como un espacio operativo único, moviendo sus activos a voluntad sin preocupación excesiva por la soberanía de los gobiernos en Bagdad, Beirut y Damasco. El Hezbolá libanés entrena a combatientes de la UMP en Irak. Las milicias iraquíes están desplegadas en puntos cruciales y sensibles sobre la frontera iraquí-siria, tales como al-Qa’im y Mayadeen. Personal de la Guardia Revolucionaria y Hezbolá opera en el sudoeste de Siria, cerca de los Altos del Golán.
Los ataques israelíes en días recientes sugieren que Israel, también, ha comenzado a actuar según estas definiciones y en respuesta a ellas. Si Irán no restringe sus acciones a Siria, tampoco lo hará Israel.
Hay una diferencia crucial entre las posiciones israelí e iraní en este conflicto. El involucramiento de Irán en Irak, Siria y Líbano es profundo, de largo plazo y proactivo.
Teherán busca la transformación de estas áreas en satrapías iraníes, y ha hecho avances considerables hacia su objetivo. El involucramiento de Israel es enteramente reactivo, haciendo retroceder la dominación iraní y destruyendo los depósitos de misiles que la ponen dentro del alcance de Irán. Israel no tiene interés en los arreglos políticos internos de Líbano, Siria o Irak, excepto en la medida que constituye un peligro para Israel mismo.
Este desequilibrio define el conflicto. Irán crea organizaciones políticas, penetra estructuras estatales, y busca hacerse una presencia indiscutible en todos los tres países.
Israel es cauto de entrar al fango de política de facciones en los países vecinos desde su intervención fallida en Líbano llevando a la guerra de 1982. Jerusalén en su lugar usa sus servicios de inteligencia superiores y capacidades militares convencionales para neutralizar los frutos militares y paramilitares del proyecto iraní siempre que éstos parecen estar volviéndose una amenaza concreta.
Israel está en gran medida solo en esta lucha. Estados Unidos está ciertamente al tanto de las acciones de Israel contra Irán y puede apoyarlas tácitamente. Pero la administración Trump no muestra signos de desear desempeñar un rol activo en el desafío militar a la construcción de infraestructura iraní a lo largo del Medio Oriente. Esta Casa Blanca favorece aumentar la presión económica sobre Teherán, pero tanto su ocupante como su base de votantes están cautos en extremo de nuevos compromisos militares en el Medio Oriente.
Arabia Saudita es tomada como blanco por el movimiento Ansar Allah, o huzí, otro satélite iraní ayudado estrechamente por la Guardia Revolucionaria. Los intereses de los saudíes están alineados parcialmente con los de Israel, pero Arabia Saudita es un país frágil, requiriendo la protección de sus aliados en vez de constituir un activo para ellos.
Así que hay guerra entre Israel e Irán, llevada a cabo sobre las ruinas de Irak, Líbano y Siria. Pero no permanecerá necesariamente así. Una sola respuesta iraní cinética y exitosa a los ataques aéreos de Israel podría precipitar rápidamente una escalada a una contienda mucho más general. El conflicto de Estado a Estado ha regresado al Medio Oriente.
*Jonathan Spyer es director del Centro de Medio Oriente para Información y Análisis y un miembro investigador en el Instituto Jerusalén para Estrategia y Seguridad en el Foro de Medio Oriente.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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