Tiro al aire / Confesiones de un voto flotante

Enlace Judío México e Israel.- Voy a votar o no. Es muy diferente simplemente acudir o no a las urnas a tener una orientación sincera al sufragio, es decir, por qué candidato o partido votar y con qué razones.

SHULAMIT BEIGEL PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Normalmente, distintos ciudadanos pueden votar por un partido, pero por motivos considerablemente diferentes. Pueden además combinarse varias razones en el mismo elector que lo inclinen a emitir su voto en cierta dirección. En general, se considera que el voto está orientado por un principio de racionalidad individual, es decir, el elector votará por la opción que, según su manera de pensar, mejorará su propia situación económica, social, educativa, familiar, etcétera y la del país.

Sin embargo, se sabe que muchas veces los ciudadanos deciden votar por tal o cual partido a partir de elementos no suficientemente consistentes o abiertamente superficiales. En tal caso, se encuentran razones como, lo odio, es un corrupto, me cae mal, etc.

He aquí porqué me convertí yo en un voto flotante, indecisa, perdida en un qué hago, a quién elijo.

Empecé por Kajol Laván (Azul y Blanco), el partido que se originó de otros dos: Iesh Atid, (Hay Futuro), reflejo de su líder, el ex presentador de programas de televisión Yair Lapid, y Josen le Israel, de Benny Ganz. Me pareció que esta vez votaría por el centro político israelí. Líderes que no estarían en contra de la creación de un Estado Palestino, aun sabiendo que si asumen estas posturas abiertamente, perderían a gran parte de su electorado. Pero igual, son parte del bloque de centro-izquierda, aunque Lapid en su tierna juventud repartía afiches para el Likud de Menájem Beguin. Pero bueno, muchos adolescentes no sabemos lo que hacemos. Pero de repente me acordé que de hecho, hace dos cadencias, fue socio en la coalición de Netanyahu. Empecé a dudar.

Entonces, familiares y amigos trataron de convencerme que votara por este partido para bajar a Bibi. Y me convencieron. Antes que nada, porque ambos hombres son los candidatos más atractivos en esta campaña (aunque no sé cómo sean por dentro), y los expertos en publicidad política señalan que el atractivo físico ha sido un elemento que ha ganado peso en la decisión de los electores. Incluso sospecho que, en las condiciones actuales, un gran estadista como Beguin, difícilmente hubiera sido electo como primer ministro. Ganz, me dije, en el debate público se ve más elegante y se expresa mejor que Netanyahu, aunque es un político principiante que aún le falta madera para ser un aliado de Washington. Pero eso no importa tanto.

Para muchos, representa la figura de seguridad que tanto admiran los israelíes. Mide 1,95 metros de altura, y tiene un rostro de acero. Voy a votar por él. Me da confianza. Fue Jefe del Estado Mayor del Ejército, y aunque no es el único general que participa en las elecciones, es “El General” con mayúscula, hombre que procede de la cuna misma de las Fuerzas de Defensa Israelíes, maravillados y babeantes con los generales, y ha logrado escalar en rangos. Además sabe de Historia y de política. Es nuestro hombre. Pero sobre todo, a diferencia del otro Benjamin, no está acusado por corrupción, fraude, ni tiene una esposa tan problemática como él.

Ya estaba decidida, cuando me acordé que su partido no tiene una ideología clara ni concreta, sino que es un rejunte donde están el ex ministro de Defensa del Likud, Moshe Yaalón, (de derecha), el ex ministro de Finanzas Yair Lapid considerado de izquierda (no por mí), aunque Netanyahu lo cita como “un izquierdista débil que se va a unir a los árabes”, y el ex jefe de las fuerzas israelíes Gabi Ashkenazi.

Me puse a pensar que a mí nunca me han gustado los galardones militares y los hombres de armas como políticos, y este partido es de tendencia centrista (ni chicha ni limonada), que a fin de cuentas simplemente aglutina personas desde la derecha, militares, y gente que fueron del laborismo israelí. Gente que no se ha pronunciado clara y contundentemente sobre una solución de dos Estados.

En el fondo, huyen de la izquierda y coquetean con la derecha. Dicen que están a favor de las conversaciones de paz con los palestinos y de la fórmula de los dos estados, pero manteniendo un bloque de los asentamientos más importantes dentro de Israel, es decir, anexándolos. No, no voy a votar por él. Y entonces pensé en el Likud.

El Likud

Nunca he votado por la derecha, pero si la mayoría del pueblo vota a Netanyahu pues éste no debe ser tan malo. Voy a votar al Likud me dije, para ser parte del pueblo. Netanyahu sabe lo que hace, por más corrupto y golpes bajos que pegue. Si después de los casos 1000, 2000 y 4000, después de los submarinos y los 16 millones de shekels que ganó vendiendo las acciones que tenía en la compañía de acero de su primo Nathan, Bibi todavía va cabeza a cabeza con Ganz y no baja en las encuestas, es de esperar que no es tan malo, pues el pueblo no es tonto y sabe lo que hace, la tonta soy yo.

Es verdad que algunos israelíes le darán un voto de castigo, más que un voto ideológico, pero muy pronto es Yom Kipur y hay que perdonar. Voy a votar por el Likud.

Pero luego me acordé que Netanyahu es La Derecha. Fuerte. Dizque exitosa. Pero yo soy zurda, y no me gustó eso que dijo de “Bibi o Tibi”, haciendo referencia a “los árabes”, y que quienes no votan Likud estarían votando a la minoría árabe “antisionista” de Israel, y eso de que “Ganz es amigo de los árabes”. Me hizo pensar en Maduro hablando de los enemigos del chavismo, como si estuviera dirigiéndose a retrasados mentales, a gente sin criterio propio.

Por otro lado no me pareció nadita eso que dijo que “la prensa y la izquierda tienen la culpa de todo”. Se compara con Messi y habla de sus logros. Dice que va a seguir estando él, que no piensa dejar la vida política (igual que Maduro), y que todas las acusaciones contra él se van a quedar en la nada; que finalmente no se le procesará. Ni la menor señal de que podría dar un paso hacia fuera, como le piden todos sus opositores.

En vez de hablar de las críticas al estado del transporte público, de la delicada situación de la seguridad interior tras los ataques de Hamás o de los cuestionamientos a la forma dudosa en que se compraron los submarinos a Alemania o cómo Bibi autorizó la venta de los submarinos de Alemania a Egipto sin poner al tanto a sus segundos en el escalafón de toma de decisiones, el Likud solo habla de poner en duda el estado mental de su adversario electoral Beny Ganz. ¡Qué obsesion!, ¡qué bajeza!, además que es con Ganz con el que tratará de sentarse a formar Gobierno de ser necesario, dentro de unos días. ¡Qué hipocrecía!

Había dudado por unos momentos, pero sabía que no votaría jamás por el Likud. ¿Cómo votar por Netanyahu si ha dicho que si gana promete anexar parte de los asentamientos de la ocupada Cisjordania? Su carta real es un mensaje de miedo, como el utilizado por ustedes ya saben quién, cuando dice que “el Gobierno de derechas está en peligro”, aun cuando los sondeos indican que la derecha podría tener, más bien, suficientes escaños para lograr un bloque de mayoría parlamentaria. Todo lo que Netanyahu dice parece una mentira para salvar su propio pellejo. No. Definitivamente no voto por el Likud. Más bien, voy a volver a mis raíces, al judaísmo de la Biblia, a mis ancestros.

Voy a votar por…

Iahadut Hatorá (Judaísmo de la Torá)

Hace tiempo que he querido volver a la religión para encontrar cierta tranquilidad y apaciguar mis miedos ante la muerte. Por fin tenía la oportunidad de votar por un partido que representa a las diversas facciones de los judíos ultra ortodoxos asquenazíes, como yo. Pero hay un pequeño problema: son jaredim, es decir, ultraortodoxos, es decir que temen a Dios y su práctica religiosa es especialmente devota. Dicen que la Torá, entregada en el Monte Sinaí por Dios, con sus respectivas leyes, constituye el “manual de instrucciones del mundo”. En otras palabras, es el código que permite el comportamiento armónico de la Creación y la regulación de sus leyes y principios; los jaredim suelen vivir al margen de las sociedades laicas que los rodean, y a mí me gusta todo mundo, venga de donde venga. Y aunque me encanta el vintage, los muebles antiguos etc. los jaredim, desde finales del siglo XIX, rechazan la «modernidad» occidental, tanto en lo que se refiere a costumbres, como en lo que toca a la ideología. ¿Qué haría yo sin mi celular y mi computadora? No. No creo que podría irme a vivir a un barrio netamente ultraortodoxo. Tal vez Shas sería mejor para mí.

Arie Deri, su líder, ya cumplió su condena; ya estuvo en la cárcel cuando fue ministro del Interior y ha vuelto al ruedo político. Es muy inteligente pero…, muestra una solidaridad completa con Netanyahu en cada una de sus apariciones públicas. Además, Deri fijó un nuevo objetivo: el ministerio de Absorción para Shas, que hasta ahora estaba manejado por el partido de Lieberman. Me parece bien que ese ministerio no sea “más el ministerio de los inmigrantes de la ex Unión Soviética”, sino también de los judíos franceses y de los judíos etíopes, y de nosotros los latinoamericanos. Pero me puse a pensar que Shas es un partido religioso que representa a la comunidad de judíos ultra ortodoxos de origen sefardí, y yo aunque no lo quiera, (porque no me gusta la comida polaca, y sí la marroquí), soy una Beigel, askenazi, polaca. No. Aunque quiera no puedo votar por ellos. Tal vez me conviene votar por Iemina. Si la Shaked puede estar rodeada de rabinos y no es religiosa, pues yo también, aunque no sea tan bonita.

Pero, me acordé que en Iemina, está Betzalel Smotrich, líder de la Unión Nacionalista, y que en algún momento, junto con los kahanistas, pidió que sean proscriptos los árabes de Balad y otros de la lista Taal-Balad que “quieren destruir el Estado de Israel”. Y además, hasta Kajalón que estaba en la anterior coalición después de haber desertado del Likud, ahora está de nuevo en el Likud y en las cuestiones palestinas está a la derecha de Netanyahu y tiene un discurso económico populista y a mí el populismo de Venezuela me dejó curada. Cómo puedo votar por la Ley de Nacionalidad, la construcción en los asentamientos y la anexión de la Margen Occidental; imposible. Y para colmo, el Rabino Rafi Peretz dice que quiere un estado teocrático y que Israel se rija por las leyes de la Torá, y que todos los alumnos de las escuelas israelíes visiten la Tumba de los Patriarcas en Hebrón. Y pensar que ese es el actual ministro de Educación. No sé, cuando lo escucho pienso en Irán, en los Ayatolas, no en el Israel que conocí. No, no votaré por algo así. Me gustan las series iraníes en Netflix, pero no tanto. Prefiero a los rusos.

Me parece que voy a votar por Israel Beitenu.

Me caen bien los rusos. Son cultos, y he crecido leyendo a Dostoievski, Pushkin y Tolstoy. Avigdor Lieberman, parece un personaje de la literatura rusa, aunque no haya leído nada de buenos libros en su vida. Se ve fuerte, una especie de Putin pero gordo y no tan guapo, y sobre todo no es religioso (aunque hasta hace un año era casi un aliado incondicional de su amigo Deri y le rendía honores a todos los rabinos asquenazíes). Sí. Voy a votar por él. Pero de pronto recordé que es un partido de derecha, que hace hincapié en las cuestiones nacionales como exigir un compromiso de lealtad de los ciudadanos árabes israelíes. Además, no soy rusa, y las enfermeras rusas me han tratado mal: me parece que Lieberman es un corrupto y que no ha conseguido nada a nivel político, solo le está dando un voto de castigo a Bibi, para que rectifique el rumbo de su política considerada por él como inadecuada. Lieberman calcula que el Likud no alcanzará suficientes votos y que Bibi dependerá de el para montar gobierno. No le importa el país, solo su castigo. Además, el partido tiene sus votantes principalmente entre los ciudadanos que emigraron de la antigua Unión Soviética y yo llegué de México. No. No voy a votar por él.

Pensándolo bien, creo que debo votar por el Partido Laborista+Guesher.

Un partido que dominó la primera etapa de la historia política israelí, desde sus orígenes. Mi papá estuvo en ese partido cuando se llamaba Mapai, que nació durante el mandato británico. Durante tres décadas compartió el poder con el principal partido de la derecha, el Likud, no mi papá, el partido.

En su historia está la Unión del Trabajo, liderada por David Ben Gurión de ideología marxista, con gente que admiré como Levy Eshkol y Moshé Sharett, fundadores del Estado. Hicieron tantas cosas buenas, como promover el uso de la lengua hebrea y crearon una clase trabajadora judía que pensaban conquistaría la tierra por medio del trabajo.

Fueron ellos quienes en 1920 y el movimiento sionista socialista, fundaron la Confederación General de los Trabajadores Judíos en la Tierra de Israel, el sindicato Histadrut, que dominó la economía y la infraestructura de los primeros asentamientos judíos en Palestina. Treinta años de dominio casi absoluto de la política israelí no es poca cosa.

Durante tres décadas el partido compartió el poder con la derecha, el Likud, no mi papá, el partido, y han dicho que irían con Netanyahu. Me parece un acto oportunista. No. No voy a votar por ellos. Se han dormido en sus laurales. Tengo que volver a lo que siempre fui: una mujer de izquierda. Votare por el “Majané ha democrati” (el Campo democrático).

Conformado por Meretz, un partido laico (como yo), y liberal (como yo), de la izquierda política (como yo). Por fin había encontrado mi lugar en este país. El partido promueve una solución al conflicto israelí-palestino basada en la creación de dos estados. Actualmente es un gran defensor de las leyes medio ambientales, de una política económica y social, y de alcanzar un acuerdo de paz con los palestinos.

Se presenta como la única fuerza de izquierda sionista, y me gusta la diputada Stav Shafir, que es bien roja y se fue del Laborismo para formar el Campo democrático junto a Meretz y Barak (he ahí el detalle), – para intentar proscribir por racistas a los seguidores del rabino Kahana, que ahora van a la Knéset como “Otzmá Iehudit”. Pienso que es la única formación judeo-israelí que queda en el espectro de centroizquierda/izquierda. Es el partido que viene representando a la izquierda israelí estando claramente en contra de la intervención de la religión en el Estado y proclamándose a favor de la creación de un Estado Palestino, retirándose Israel de todos los territorios ocupados, evacuando los asentamientos judíos que se construyeron allí desde el año 1977. El partido está asociado con los acuerdos de Ginebra, con la defensa de los derechos humanos y con la defensa del diálogo con los palestinos, incluso con Hamás. Pero nuevamente un pero, ahí está Ehud Barak, el ex primer ministro, y la historia ilustrada con fotografías suyas entrando y saliendo de la vivienda del millonario Jeffrey Epstein en Nueva York, en enero de 2016, donde se insinúa que el ex mandatario israelí había mentido sobre la naturaleza de su relación con el multimillonario judío norteamericano, acusado de tráfico sexual de menores. No. No puedo votar por él. Veré mejor si voto por la Lista Arabe Unificada: Raam, Taal, Balad, Mada e islamistas y Jadash, el Partido Comunista de Israel.

En un pasado siempre voté por ellos ya que plantean cosas con las cuales estoy de acuerdo, como convertir a Israel en un país para todos sus ciudadanos, judíos y no judíos, dejar de confiscar terrenos palestinos, especialmente en Jerusalén.

Pero, quieren el retorno de los refugiados palestinos del ’48 y la liberación de todos los presos palestinos. He ahí el detalle. Aunque esté de acuerdo con esto, no lo estoy. Una situación imposible. Por otro lado, sí estoy a favor de su objeción de conciencia para que la minoría árabe de Israel no haga el servicio militar, apoyaron a “liberar” zonas santas para el Islam devolviendo sus propiedades a los antiguos dueños, achicar las brechas educativas entre los distintos sectores de la población y pugnan por la creación de zonas industriales en las poblaciones árabes de Israel.
Ellos (y yo también) están a favor de la creación de un Estado Palestino y la devolución de todos los territorios ocupados en la Guerra de los Seis Días, incluida la parte Oriental de Jerusalén.

La lista me gusta. Siempre y bajo cualquier circunstancia votan por el partido con el cual se identifican ideológicamente, y que por lo mismo cree que refleja mejor sus convicciones, promueve sus intereses y su propio proyecto de país o ambos. Solo que, yo no soy árabe, y mis intereses y mi proyecto de país son distintos de los de ellos.

He llegado a la conclusión que soy un voto “flotante”. No siento un compromiso ideológico con ningún partido, y pienso que no voy a votar por nadie. Mi voto en blanco parece asegurado.

 

 

Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.

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Shulamit Beigel: Llegué de Israel a México a la edad de siete años. La primaria y la secundaria las hice en el Colegio Hebreo “Tarbut”. Mis recuerdos de aquella época son excelentes. Mi primer trabajo como periodista, lo hice recortando periódicos en la Embajada de Israel, en el departamento de prensa, a cargo en aquel entonces, de Sergio Nudelstejer. La prepa, fue en la Escuela de la Ciudad de México, en Campos Elíseos, que me permitió conocer otra gente y otros aspectos de la vida mexicana. Estudié y me gradué en antropología y en letras, en la universidad de las Américas, en Cholula. La maestría, en Antropología, fue en la UNAM. Antes de incursionar a la universidad viví en Teloloapan, Guerrero, haciendo trabajo de comunidad y siendo jefa de organización campesina para varias instituciones gubernamentales. Viví varios años en Israel. En esa época, los ochentas, fui productora de Ariel Roffe y Erika Vexler para Televisa desde Medio Oriente. Tuve una columna que se llamaba “Burbujas” en el periódico israelí en español Aurora, otra, “Al Margen” en la revista Semana, que ya no existe. Viví cuatro años en Caracas, cuando mi ex esposo fue sheliaj del KKL. Actualmente vivo entre Londres y Venezuela, he dejado de creer en la política y mi pasión es la literatura, el cine y la música. Confieso que ya no tengo grandes respuestas ante la vida, pero que soy muy feliz.